Bella había pasado toda la tarde sin ver a Edward. Rosalie le había impuesto un nuevo régimen horario, según el cual después de la sesión matutina tenía que volver al invernadero. Ya habían retirado la puerta y retirado los cristales rotos, sin embargo, todavía seguía oliendo a cloro. El agua la atraía, atendiendo a una llamada de su alma. Bella se quitó el albornoz que llevaba puesto, debajo del cual sólo llevaba el bañador y se agachó para tocar el agua con la mano.
Cálida. El agua estaba cálida y la invitaba a meterse en ella. Bella se sentó en el borde de la piscina y metió las piernas en ella. Rose le había ordenado nadar. ¿Sabría cómo? ¿No se le habría olvidado y se ahogaría? No, porque si no Rose no se lo hubiera recomendado.
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