Bella no se dio cuenta, pero profirió un grito. Oyó que la puerta se abría y se cerraba, y sintió la luz sobre los párpados. Luego alguien la sacudió.
— ¡Bella, Bella!
Se despertó con un sobresalto y vio sobre ella el rostro de Edward. Llevaba una bata, como aquella noche. Tenía el pelo mojado y su mente la engañó, llevándola a la noche que había tenido lugar en Francia.
— ¡No me hagas daño... no me hagas más daño! —dijo entre sollozos.
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