—Por supuesto. Yo conocí a tu madre, así que te he reconocido enseguida —dijo Rufus—. Hermosa mujer tu madre. Exquisita. Es una pena que a James no le gustara compartir.
Bella tiró de la mano, pero no consiguió retirarla.
—Sin embargo, creo que descubrirás que el joven Edward es mucho menos constante que su padre —añadió el hombre afablemente—. Los jóvenes de hoy en día no tienen constancia.
—Me gustaría recuperar mi mano, por favor, señor—dijo Bella—. Ahora mismo. La sonrisa de Rufus se hizo más amplia, pero hizo lo que Bella le había pedido.
—Si no te importa que te lo diga —murmuró—, ésa no es manera de hablar a un posible cliente.
—Usted no es un posible cliente, viejo. No podría pagarme. Ahora, dígame una cosa —le dijo Bella, acercándose a él como buscando confidencialidad—, ¿quién es su mujer? Me gustaría tanto conocerla.
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