―De acuerdo ―dijo Edward con aspereza, se puso de pie y le dio la espalda ―. Me fui a Forks porque ya no soportaba estar en Tennessee. Quería alejarme de allí tan rápido como fuera posible, pero no porque guardara de allí recuerdos felices, sino porque había sido increíblemente tonto, porque había desperdiciado años de mi vida con una mujer que no valía dos centavos, pero que sabía usar su cuerpo y sus ojos verdes de sirena.
―Edward ―susurró Bella.
―Después te conocí a ti ―continuo―, tan distinta a ella, tan superior. Me dije, ¿por qué no? Bella es una mujer sensata y tranquila y yo necesito eso, paz, sentido común, no una gran pasión de esas que te consumen por dentro y que te lanzan a un torbellino de infelicidad― algo se marchitó en el corazón de Bella al oírle decir aquellas palabras―, pero eso no quiere decir que no te quiera, Bella.
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