—No, claro que no. Me alegró recibir tu carta, aunque si sirvo o no para el trabajo que mencionaste, es algo que tendremos que averiguar entre las dos.
—Claro que servirás, ¿No es cierto, Esme?
La odiosa voz de Edward puso punto final a la conversación, y al mirar hacia dónde provenía la voz, Bella le vio apoyado contra el umbral de la puerta.
—¡Edward, me gustaría que llamaras antes de entrar! —exclamó Esme, mirando a Bella como para pedirle disculpas—. Si quieres té tendrás que buscarte una taza. Carmen no esperaba que fuéramos interrumpidas.
—No, gracias señora. Siento interrumpirla, pero como ya he llevado las maletas al cuarto de la señorita, quería saber si se le ofrecía algo más.
—Te aseguro que no eres nada gracioso, Edward —la expresión de Esme demostraba su disgusto, pero en lugar de echarle de la habitación como Bella esperaba, terminó de beber el té.
Bella levantó la vista para mirarle, pero descubrió que él tenía los ojos fijos en Esme, de una manera tan insolente, que la hizo ruborizarse. La miraba como si... Bella no se atrevía a pensarlo, pero deseó que la tía Esme se cubriera las rodillas con la falda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario