24 de octubre de 2019

Actualización Ardiente Corazón


—Creo... creo que ha bebido demasiado, señor Edward —empezó a decir, pero de pronto, la cogió de la muñeca y la obligó a llevarse el vaso a los labios.
—Vamos, beba. Ponga sus labios donde estuvieron los míos. Sienta el asco.
—Está loco...
—¿Eso cree? ¿Por qué? ¿Por permitir que me hable de esa manera? Si fuera usted hombre ya le hubiera dado su merecido.
—Si yo fuese hombre no lo hubiera dicho —se defendió Bella.
—Tal vez sí. Dijo que yo era un parásito.
Bella trató de liberarse, pero lo único que consiguió fue derramar el whisky en la alfombra.
—Quiero irme a dormir...
—No soy un parásito, señorita Swan. Trabajo para ganarme la vida, créame, ya lo averiguará.
—Por favor, suélteme —rogó, empujándole con fuerza.
Pero eso pareció enfurecerlo más. Con un movimiento salvaje le torció el brazo detrás de la espalda, con lo cual el vaso cayó al suelo, y dijo:
—Hay más de una manera de probar mis labios —y Bella sintió que le temblaban las piernas al ver que Edward posaba la boca sobre la suya.

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