Ardiente Corazón - Capítulo 8

Esme se acercó a ella a eso de las diez y media, y Bella, segura de recibir algún tipo de crítica por parte de su tía, notó que estaba preocupada por otro motivo.

—¿En dónde está Edward? —inquirió—. ¿Lo has visto? Hace un rato estaba con Rosalie, y ahora han desaparecido.

—¿Cómo... cómo voy a saber dónde están? —respondió Bella con un nudo, en el estómago. Y a pesar de que Esme estaba alterada, se dio cuenta del desafío que había en la voz de su sobrina.

—¿Ocurre algo, Bella? —preguntó, pero la muchacha se limitó a mover la cabeza de un lado a otro.

—Tal vez estén en la biblioteca, señorita Platt —sugirió Emmett—.Es el lugar preferido de Rosalie y, por supuesto, Edward lo sabe.

—Sí, sí, gracias Emmett—dijo Esme demorándose un segundo para mirar extrañada a Bella antes de alejarse rumbo a la biblioteca.

—Pobre Edward —comentó Emmett en cuanto estuvieron solos—. Imagínate vivir con una persona tan posesiva como ella.

—¿Y no tiene derecho de ser posesiva? —preguntó Bella.

—Sí, supongo que sí. Es una lástima que no se haya casado, porque creo que es la única manera de que Edward recupere su libertad.

Bella estaba azorada. ¿Todos sabían lo que estaba sucediendo? ¿Y por qué le tenían lástima a Edward cuando era Esme la que merecía compasión, especialmente en ese caso ya que Esme era mucho mayor que su amante?

¡Su amante!

Bella se sentía enferma. Había tratado de no pensar en este aspecto de la relación, pero, ¿cómo olvidarlo cuando Esme no se preocupaba por ocultar la manera en que dependía de él? ¿Acaso no tenía vergüenza? ¿No le importaba que toda esa gente se estuviera riendo de ella?

Edward no tenía vergüenza, eso era evidente. Sabía lo que Rosalie sentía por él, era algo que saltaba a la vista, y sin embargo, seguía dándole esperanzas a pesar de que Lord Cullen se oponía y que con eso hería a Esme.

De pronto Bella se dio cuenta de que había modificado sus sentimientos hacia Esme. ¿Por qué debía estar enfadada con ella por haber querido arrojarla en brazos de Jasper? Después de todo, eso no era nada vergonzoso. Sólo había pensado en ella, en su futuro. Además ella era dueña de su propio destino y no tenía por qué aceptar algo que no deseaba, y no tenía por qué llamarle la atención que el hijo de Lord Cullen se sintiera atraído hacia ella.

—Disculpa.

Emmett se levantó en ese momento a buscar otra copa y durante su ausencia Bella se arregló el pelo.

—¿Sola? —al escuchar la voz, Bella levantó el rostro sorprendida.

—¿Qué haces aquí? —preguntó al recordar la preocupación de Esme.

—Soy un invitado. ¿Lo has olvidado? —respondió él con las manos en los bolsillos—. ¿En dónde está el honorable Emmett? ¿O acaso lo has abandonado para complacer a Esme?

—No sé a qué te refieres —le respondió con frialdad—. Tal vez, sería bueno que supieras que Esme te está buscando. Aparentemente está muy molesta por tu actitud caballeresca.

—¿Mi qué? ¿Acaso la gente aún utiliza esas palabras? —rió sin ganas—. ¿Qué tendría que haber hecho? ¿Proponerle un duelo a Jasper por los favores de mi dama?

—Sabes bien a qué me refiero. Esme pensaba que estabas con Rosalie —hizo una pausa y clavándose las uñas en las palmas de las manos, añadió—: Supongo que no pensarás que eso la puede alegrar.

—No, supongo que no.

—¿Cómo es posible que hables con tanta tranquilidad de algo, que debería darte algún cargo de conciencia? Tal vez no te importe, pero deberías tener en cuenta los sentimientos de Esme.

—¿Y por qué habría de hacerlo? ¿Acaso alguna vez tuvo ella en cuenta los míos? Por el amor de Dios, Bella. ¿Qué crees que he hecho? ¿Qué he seducido a la muchacha? No me hubieran dejado los sabuesos de Carlisle.

—Entonces aceptas haber estado con Rosalie.

—Sí, claro, hemos estado hablando. ¿Tienes alguna objeción?

—¿Yo?

Bella miró por encima del hombro de Edward incapaz de enfrentarse a la hostilidad de su mirada, y vio que en ese momento, Esme y Rosalie entraban en la sala.

Esme parecía estar molesta y Rosalie tenía los ojos enrojecidos por el llanto. Bella estaba a punto de levantarse para ir al encuentro de su tía cuando Edward la cogió del brazo y dijo:

—Vámonos. No nos quieren aquí, al menos no a mí. Regresemos a la casa antes de que Esme comience su segundo ataque.

—¿Cómo puedes ser tan cruel? —preguntó Bella, liberándose de él—. Esas dos mujeres te aman. ¿No significa eso nada para ti?

—Evidentemente no lo mismo que significa para ti —Edward movió la cabeza—. Eres una víctima innata, ¿verdad Bella? Ves la trampa tendida ante tus ojos, pero sigues avanzando.  ¿No es así?

Bella no respondió. Se limitó a apretar los puños y mirar en dirección a su tía, comprobando que Lord Cullen estaba junto a ellas. ¿De qué estarían hablando? Al menos Esme tenía un aliado en su padre si lo que Rosalie había dicho era verdad.

—¡Avísame cuando comiences a sentir que se cierra la trampa! —le dijo Edward en voz baja, con los labios casi rozando la oreja de Bella, y cuando ella estaba a punto de responderle, él se alejó.

—¿Qué sucede? —preguntó Emmett que volvía en ese momento—. Me ha parecido verte con Edward.

—Nada, no sucede nada —respondió Bella, impaciente—. Creo que ya es hora de irme.

—¡Oh, no! —exclamó el joven—. Es muy temprano, no puedes irte. Yo te llevaré a tu casa más tarde. Si Esme se quiere ir, déjala. La noche acaba de empezar.

—Gracias, pero me voy a ir con Esme —afirmó Bella, mordiéndose los labios—. He disfrutado mucho de tu compañía, pero...

—... pero te vas de todas maneras—terminó Emmett mostrándose apesadumbrado, pero para tranquilidad de Bella, Esme se acercó en aquel momento a ellos.

—¿Adónde se ha ido a Edward ahora? —preguntó Esme alterada—. ¿No le dijiste que lo estaba buscando? Esperaba más colaboración por tu parte, Bella.

—¡Claro que se lo he dicho! No sé dónde ha ido. Ha desaparecido de repente.

—En una nube de humo —bromeó Emmett, pero se quedó muy serio al ver la expresión de Esme.

 —Supongo que se habrá ido a casa —comentó Esme—. Es característico en él dejar que yo dé las explicaciones.

—¿Por qué no nos vamos nosotras también? —inquirió Bella—. Después de todo ya es tarde y estoy cansada.

—¿Cansada? —los ojos de Esme la miraron críticamente—. ¿Te has divertido?

—Por supuesto —respondió Bella.

—Hmm —Esme no parecía estar convencida—. Esta bien, vámonos. —Y mientras atravesaban la sala preguntó—: ¿Qué ha pasado con Jasper? Pensé que te iba a llevar a conocer la casa.

—Su padre lo ha tenido ocupado toda la noche —respondió Bella, preguntándose cómo sabía Esme eso—. Me dijo que tú preparaste esta cena. ¿Por qué trataste de hacerme creer que era su padre quien nos había invitado?

—No hablemos de eso aquí, Bella.

Esme la dejó sola para que se despidiera de la gente. Bella sonrió con amabilidad a todos, pero cuando Jasper se le acercó se puso tensa.

—Te llamo mañana —le dijo, cogiéndole las manos entre las suyas.

—No, mañana no. Dame unos días, quiero acostumbrarme más a este lugar, y además tengo jaqueca.

—Oh, pobre Bella. ¿Hay algo que yo pueda hacer?

—No, nada, gracias —contestó con una sonrisa forzada al ver que Esme se le acercaba.

—Buenas noches, Jasper —fueron las palabras de la mujer al notar el interés del muchacho—. Ha sido una velada muy agradable. ¿Te veremos pronto?

—Muy pronto —afirmó el joven y Esme sonreía complacida mientras iban en busca de los abrigos.

El Rolls Royce estaba aparcado donde lo habían dejado, pero no había señal alguna de Edward. Al abrir la puerta, Bella descubrió que las llaves estaban puestas.

Esme se acomodó en el asiento del acompañante, dando a entender que Bella debía conducir.

—¿No es absurdo esto? Primero, no acepta que Eleazar nos venga a buscar y después nos hace volver solas.

—Se podría haber llevado el coche —respondió Bella, provocativamente, pero Esme no dijo una palabra más.

Bella no tenía otra alternativa que la de conducir, y pensó que por primera vez se estaba ganando el sustento.

—Me conoce y sabe lo que le iba a decir —comentó Esme como hablando para sí—. Me ha hecho quedar como una perfecta tonta, creo que nunca he estado tan enfadada como ahora mismo.

—Yo también estoy enfadada, Esme —dijo Bella humedeciéndose los labios—. Por suerte fue Jasper el que me dijo que tú le habías pedido a su padre que hiciera la fiesta, pero podría haber sido Rosalie. ¿Por qué lo hiciste? Te aseguro que no lo entiendo.

—Carlisle se alegró de hacerlo. Además, me debe un favor. ¿Por qué no habría de querer lo mejor para ti? Después de todo eres mi... sobrina.

—Pero ya hemos tenido cenas en Knight's Ferry. ¿Por qué no podíamos haber hecho la fiesta allí? Si tú creíste que era... necesario.

—Quería que conocieras Linden Court.

—Lo conocí el día que me llevaste para presentarme a Lord Cullen —le recordó Bella y Esme emitió un suspiro. .

—No es posible que no te des cuenta de que los Cullen pueden hacer otro tipo de reunión. Me refiero a que aunque conozco a la gente con la que ellos alternan, jamás me invitan a sus fiestas ni vendrían a las mías.

—¿Y eso importa mucho?

—Claro que importa —respondió Esme, irritada—. Sinceramente Bella, ¿estás tratando de provocarme?

—No.

—Entonces, por el amor de Dios, querida, trata de pensar un poco. Yo quería que te pusieras en contacto con los amigos de los Cullen: Quería que te vieran moverte en ese medio, y que se dieran cuenta de que tú encajas mucho más en ese mundo que otras personas... que podría mencionar.

Bella recordó las palabras de Rosalie respecto a las intenciones de Esme, y le costaba pensar que fueran ciertas. Es más, se negaba a aceptar la posibilidad.

—Te agradezco la confianza que me tienes y lo mucho que me valoras —dijo Bella buscando una escapatoria—, pero no me importa mucho lo que los Cullen y sus amistades piensen de mí.

—A mí me importa lo que los Cullen piensen —contestó Esme entre dientes—. ¿No es esa una razón suficiente para ti?

Bella empezó a sentir que el dolor de cabeza que había inventado se estaba haciendo realidad. Esme esperaba que Jasper se fijara en su sobrina, que la encontrara más atractiva que la muchacha a quien su padre había elegido. Tal vez Rosalie tuviera razón... y también Edward.

Edward. Se aferró con fuerza al volante. ¿Qué derecho tenía él a criticar a Esme cuando su comportamiento dejaba bastante que desear? Y además, si él no se hubiera metido en su vida, quizá Esme jamás hubiera entrado en contacto con los Cullen. Él era el culpable.

Cuando bajó del coche para abrir la reja, el aire frío le golpeó el rostro. Temblando, subió otra vez al coche para hacerlo avanzar. Cuando pasó la verja, condujo el coche a la carretera y dejando el motor encendido, volvió a bajarse para cerrar la reja. Antes de llevar a cabo su acción, pudo distinguir las luces de otro vehículo que se acercaba a gran velocidad, tanto, que apenas tuvo tiempo de apartarse antes de que los dos coches, colisionaran. Inmediatamente, oyó ruido de metales y el sonido de un claxon como si algún cuerpo estuviera apoyado sobre el volante.                  

Con dificultad Bella logró salir de la zanja donde se había tirado y que la había salvado de morir. El corazón le latía con fuerza mientras se acercaba a los dos coches.

—Esme —el nombre de su tía brotó de sus labios con debilidad, pero se hizo cada vez más fuerte a medida que se daba cuenta de la realidad—. Esme, Esme. ¿Estás bien? ¡Dios mío, que no sea nada serio!

Al pasar junto al vehículo que había chocado con el Rolls, oyó un quejido que la hizo titubear. No era que tratara de retrasar el momento de comprobar con sus propios ojos si Esme estaba malherida, pero hubo cierto alivio en la demora.

La parte delantera del otro coche estaba destrozada, al levantar la vista vio a un hombre detrás del volante... y no estaba inconsciente. 
Pero Esme merecía ser atendida primero, por lo tanto ignorando los ruegos del hombre, se dirigió al Rolls donde su tía yacía sin conocimiento en el asiento delantero. Al abrir la portezuela Esme cayó de costado y Bella vio la sangre que manchaba la tapicería del coche. En ese instante se dio cuenta de la terrible situación en que se encontraba. Sola, en medio de la noche y con dos personas malheridas.

Caminó unos pasos hacia atrás y miró a su alrededor preguntándose si alguien más habría oído el claxon del coche, a pesar de que ya no sonaba. ¿Qué estaba más cerca? ¿Linden Court o el pueblo? Miró desesperada sus altos tacones. De una manera o de otra tendría que conseguir ayuda.

Antes de salir a buscarla, decidió que era necesario averiguar el estado del hombre del otro vehículo. Al verla, el hombre exclamó:

—¡Vaya un sitio para aparcar un coche!

—Usted conducía demasiado rápido —lo desafió, pensando que tal vez la ira lo ayudaría a soportar el dolor. Era evidente que estaba atrapado entre el metal retorcido.

—Por favor, sáqueme de aquí —rogó el individuo, y Bella dándose cuenta de que sola no podría hacer nada empezó a correr hacia las luces lejanas de la casa.

Iba tan desesperada buscando ayuda que no se dio cuenta de que un hombre deambulaba entre los árboles. Chocó contra él y cayó al suelo; antes de poder ponerse de pie una mano la levantó.

—¿Qué pasa?

La voz de Edward la tranquilizó.

—¡Bella! ¡Bella! Por el amor de Dios. ¿Qué ha sucedido?

—El coche —murmuró ella dando un paso atrás—. Ha habido un accidente...

—¿Un accidente? ¿Qué clase de accidente? —Edward la cogió de los hombros, y la sacudió—. Bella dime. ¿Hay algún herido? —y de pronto cualquier duda que Bella tuviera respecto de los sentimientos de ese hombre hacia Esme, desapareció.

—¡Esme! —exclamó.

—¿Qué le ha pasado a Esme? ¿Está herida?

Bella asintió con un movimiento de cabeza.

—¿En dónde? ¿En dónde está? ¿Has pedido una ambulancia?

Con voz temblorosa, Bella relató lo ocurrido, y la reacción de Edward le dijo todo lo que necesitaba saber. La dejó sola para que fuera a la casa de los Cullen, y en el momento en que Bella entraba a la mansión, tambaleándose, se oía la sirena de la ambulancia que se acercaba.

Eleazar llevó a Bella a la casa, después que una Rosalie nada hostil le sirviera té caliente con azúcar para que se tranquilizara. El rencor de la joven parecía haber desaparecido junto con sus lágrimas.

Bella no habló mucho con nadie, pero supo que Edward había explicado la situación antes de regresar al lugar del accidente. Aparentemente había oído el claxon y por eso Bella lo había encontrado caminando entre los árboles. Se quedó admirada de su tranquilidad. En lugar de correr primero al coche para comprobar el estado de Esme, había buscado ayuda médica, al darse cuenta de que solo no podría hacer nada.

Tanto Jasper como Lord Cullen habían acompañado a Edward, y ante la noticia, la fiesta había terminado de inmediato. Cuando Eleazar llegó para llevar a Bella, la sala estaba vacía.

Cuando llegaron a la reja, escenario del accidente, tanto Esme como el conductor del otro vehículo ya no estaban, pero sí la policía encargada de hacer las investigaciones pertinentes. Bella se preguntó cuándo la llamarían a declarar.

—¿Ha... sabido algo? —le preguntó con timidez a Eleazar que siempre la había tratado con amabilidad.

—El señor Edward se comunicará en cuanto haya alguna novedad —le dijo en tono hosco, y Bella pensó que aquel hombre pensaba que ella había tenido la culpa.

—¿Ha ido Edward al hospital?

—Edward y el viejo Cullen. Era lo justo desde el momento que él fue el culpable de lo sucedido.

—Él no conducía... conducía yo —corrigió Bella y el hombre la miró con lástima.

—Parece que todo el mundo tiene algo de culpa, y la pobre señorita Platt no hace más que tratar de suavizar las cosas.

Bella decidió que seguramente se había golpeado la cabeza al tirarse a la zanja. Las palabras de Eleazar no tenían sentido o al menos ella no lograba captarlo.

Carmen la estaba esperando en la puerta y al verla la miró con los ojos acusadores.

—Veo que usted está bien —comentó—. No ha tenido que ir al hospital, en cambio mi pobre ama está muy mal.

—¿Eso le ha dicho Edward? —preguntó Bella, ignorando el comentario.

—No, no hemos sabido nada más, sólo lo que nos dijo antes de que Eleazar fuera a buscarla.

—Ya basta, Carmen —era la voz de Eleazar—. Sabes bien que la señorita Swan ni siquiera estaba en el coche cuando chocaron.

—Qué casualidad —murmuró la mujer antes de alejarse.

—Si yo estuviera en su lugar me iría a la cama, señorita —dijo Eleazar—. La noto agotada, y no hay nada que podamos hacer esta noche. Es mejor que trate de dormir un poco.

—Oh, no —Bella movió la cabeza. Estaba cansada, pero sabía que no podría dormir hasta saber algo de Esme. Le hubiera gustado ir al hospital, pero era evidente que él no deseaba que estuviera a su lado—. Esperaré —le dijo a Eleazar—. Quiero estar aquí cuando llame Edward. Iré a cambiarme de ropa porque este vestido está lleno de lodo.

—Está bien —Eleazar miró hacia la puerta por donde había desaparecido su esposa—. Espero que no tome en cuenta seriamente lo que Carmen pueda decir en este momento. Estoy seguro de que no piensa lo que dice.

—Está bien, Eleazar, no se preocupe. Sólo espero que tengamos noticias pronto.

—El señor Edward llamará en cuanto sepa algo—aseguró Eleazar—. Él la quiere mucho, más que cualquiera de nosotros, aunque a veces tenga una manera extraña de demostrarlo.

3 comentarios:

  1. Menos mal que Edward pudo llegar, solo espero que realmente lleguen al culpable del choque, y que las cosas se aclaren, porque es muy confuso todo, sobre todo por que Edward no dijo que Bella era la conductora, y como estará Esme????
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  2. espero que no suceda algo malo a Esmme...Realmente confuso lo del accidente.

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