Lord Cullen le dio algunas instrucciones, a pesar de que su hija conocía bien el camino. Bella esperó con paciencia a que la joven se abrochara el cinturón de seguridad, pero le resultaba difícil disimular la excitación que le producía poner en marcha el vehículo.
La carretera de grava terminaba en un sendero privado que corría en medio de los campos de pastoreo. Cuando llegaron a los portones, Rosalie se quedó sentada y dejó que Bella bajara a abrirlos, y después volviera a bajar para cerrarlos. Sentada otra vez detrás del volante, Bella se negó a permitir que los modales de la joven la molestaran, y a medida que el coche iba aumentando la velocidad, se fue relajando y se entregó al deleite de disfrutar de esa experiencia nueva.
—Conduces bien —comentó Rosalie, después de algún tiempo—. Pensé que serías una especie de tortuga, pero veo que te gusta estar detrás del volante.
—Gracias —respondió Bella, desviando la mirada un segundo de la carretera—. ¿Y usted no lo hace?
—Conducía, pero supongo que lo volveré a hacer en cuanto consiga otra vez el carnet.
—¿Se lo quitaron?
—¿No es evidente? Hace seis meses atropellé a un muchacho que iba en una moto. Dijeron que yo iba conduciendo sin cuidado, pero olvidaron decir que él también era culpable por no llevar casco.
—Entiendo. ¿Y el muchacho quedó herido?
—Nada de gravedad, sólo unos cuantos huesos rotos. Debía de haberme visto.
—Supongo que sí —Bella no deseaba discutir con la joven, pero intuía que Rosalie había sido igual de descuidada que su hermano cuando tuvieron el incidente con el caballo.
—Supongo que pensarás que me lo merezco —comentó Rosalie volviéndose hacia su compañera—. Yo no te agrado, confiésalo. Y no te culpo, porque tú tampoco me agradas.
—No la conozco lo suficiente como para opinar —respondió Bella, moviendo la cabeza de un lado a otro—. Pero debo recordarle que no fui yo la que propuso hacer de chófer. Su padre arregló todo.
—Sí, ya lo sé —Rosalie jugueteaba con la falda plisada nada acorde con su gordura, y Bella se preguntó si Lord Cullen elegiría la ropa de su hija así como decidía otras cosas—. En realidad todo fue culpa de Edward. Si realmente hubiera tenido ganas de venir, papá no se hubiese opuesto.
Bella no hizo ningún comentario y Rosalie, después de suspirar añadió:
—Es un bastardo. Hay momentos en que desearía que no me importara lo que hace. Pero me importa.
Bella aminoró la marcha porque entraban en un pueblo, y se alegró de que hubiera mucho movimiento, porque así debía prestar atención a lo que hacía y podía ignorar la conversación, pero Rosalie la miró impaciente:
—¿Qué piensas de él? Me refiero a Edward. Supongo que ya lo conocías.
—No —Bella tuvo que frenar porque una niña se le cruzó—. Hacía años que no veía a Esme, desde cuando me iba a visitar a la escuela.
—Entiendo. Y supongo que a Edward no le gustaba esa clase de programas. Yo lo conozco desde que era niña —se encogió de hombros—. Y ese es el problema.
—¿Problema? —Bella repitió la palabra y Rosalie asintió.
—Estoy loca por él. ¿Acaso no es evidente?
Bella no sabía qué responder. Las palabras de Rosalie la habían dejado sin aliento. Era lo último que hubiera esperado, y sin embargo, en ese momento se dio cuenta de que había sido muy lenta al no percatarse de que esa era la razón de la antipatía de la joven.
—¿Y bien? —la muchacha esperaba una respuesta, y al ver que no llegaba, añadió— Sé que Esme no está de acuerdo. Hace un momento simuló estar de mi parte, pero eso fue sólo para molestar a papá. Ella sabía que si lo presionaba, él se sentiría obligado a poner un límite.
—¿Quiere decir que su padre tampoco aprueba lo de Edward? —preguntó por decir algo.
—¡Quiere que me case con alguien con mucho dinero y con título! —exclamó con amargura—. Papá no escucha ni siquiera lo que yo quiero.
—Estoy segura de que su padre sabe lo que hace —respondió Bella cogiendo el volante con fuerza y sintiendo que era incapaz de dar una respuesta objetiva.
—Supongo que debí haber imaginado tu respuesta. Me di cuenta de la forma en que lo mirabas. A ti también te resulta atractivo, ¿no es así? Es por eso por lo que nunca podremos ser amigas. No me gusta la competencia.
—Es... está usted equivocada—murmuró Bella con dificultad.
—¿En qué sentido? ¿En qué te gusta Edward? No lo creo.
—Yo... lo considero arrogante e insolente —afirmó Bella, acalorada—. No sé cómo Esme... —se interrumpió de pronto, al darse cuenta de lo que había estado a punto de decir, y después añadió—: No sé cómo soporta que viva en su casa.
—Sabes... estoy a punto de creerte.
—Haga lo que quiera —respondió Bella indignada—. Pero yo no digo mentiras, Lady Rosalie.
—Puedes olvidarte de las formalidades. Cuando te vi, traté de mostrarme insoportable contigo, ahora sabes por qué.
Bella se mordió el labio inferior, y después cogiendo aliento dijo:
—Lo que no comprendo es que, si tu padre está en contra de tus relaciones con Edward, por qué le permite entrar en la casa.
—Edward trabajó para mi padre durante muchos años, desde que obtuvo su diploma, y antes de que yo empezara a ser un problema.
—Comprendo.
Bella empezaba a atar cabos. Pensó que Esme debía de haber conocido a Edward a través de Lord Cullen. Pero seguía sin comprender las razones por las que vivía en Knight's Ferry, aunque seguramente lo sabría con el tiempo. Esto explicaba bastante, al menos la familiaridad de Edward hacia Jasper.
—¡Bueno, pero ya basta de hablar sobre mí! —exclamó Rosalie sentándose de lado para poder mirar a Bella sin volver la cabeza—. Mi padre me dijo algo acerca de la muerte repentina de tu padre, y de que Esme te ofreció vivir con ella.
—Sí, correcto —Bella prefería hablar de ella porque era más seguro—. Mi padre murió hace poco y Esme muy amablemente me sugirió venir a trabajar para ella.
—¿Trabajar para ella? ¿Como qué?
—Pues no lo sé exactamente. Como secretaria o como compañera. Me temo que mis obligaciones no están aún definidas. Creo que ella desea que me acostumbre primero al sitio.
—No parece muy excitante.
—Yo no busco nada excitante. Ya tuve bastantes excitaciones junto a mi padre.
—¿Por qué?
—Era corresponsal y me llevaba a todas sus misiones. Hemos viajado por todo el mundo, sin tener nunca un hogar permanente sino muchas casas alquiladas y cuartos de hotel.
—Qué maravilloso. A mí me encantaría llevar esa vida.
—¿Así lo crees? —Bella se mostró escéptica—. Ahora ya todo ha quedado atrás, y no lo lamento.
—Pareces estar muy amargada.
—¿De veras? Creo que lo estuve, pero ya no.
Rosalie se mostró confundida pero no insistió en el tema y Bella se tranquilizó. Pensó que además era cierto, la amargura que sintió después del suicidio de su padre se estaba esfumando, y esperaba, que con el paso del tiempo, pudiera recordar lo sucedido sin resentimiento.
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Buford era un pequeño pueblo con un centro comercial erigido en torno a una calle. Había unas cuantas tiendas modernas y varias casas viejas convertidas en museos.
Siguiendo las instrucciones de Rosalie, Bella dejó el coche en el aparcamiento y recorrieron el pueblo andando.
Bella se relajó un poco cuando la conversación comenzó a girar en torno a modas, y hasta se permitió hacer algunas sugerencias en relación con lo que consideraba que podía quedarle bien a Rosalie.
—Yo suelo comprar la mayor parte de mi ropa en Londres —explicó la joven con cierta altanería, pero Bella le respondió que no siempre las prendas costosas eran las mejores ni las más atractivas.
—Creo que algo como eso te quedaría muy bien —dijo señalando un traje de chaqueta y falda exhibido en un escaparate, pero Rosalie frunció la nariz.
—¿Tú crees? Pero es demasiado sencillo.
—Pienso que la ropa sencilla es muy elegante. Y con tu melena ondulada, puedes darte el lujo de lucirla más.
—¿Hablas en serio? —Rosalie se mostró interesada—. Pero tú te pones ropa sencilla y tienes el pelo lacio. Creo que lo que tratas de decir es que parecería más delgada con una falda recta.
—¿Y no te gustaría?
—Tal vez, pero de todas maneras no creo que sea algo que te incumba.
—Lo siento. ¿Nos vamos?
—Sí.
Rosalie enderezó los hombros, pero mientras se alejaban Bella se dio cuenta de que miraba el traje por encima del hombro, como si no estuviera del todo convencida.
Comieron en el restaurante de un hotel en donde reconocieron a la joven, y las atendieron inmediatamente.
Después, Rosalie decidió visitar la tienda de cosméticos más grande de Buford antes de volver al coche. Gastó bastante dinero en cremas y lociones, pero Bella ya no se atrevió a hacer ningún comentario en torno a su apariencia. No tenía deseos de provocar otra discusión, y por otra parte tenía cosas más importantes en qué pensar.
Mientras conducía de vuelta a King's Priory, los recuerdos de la noche anterior, volvieron a su mente. Ya sabía que Edward trabajaba para Lord Cullen, y se daba cuenta de que él había tenido razón al enfadarse, aunque eso no justificaba su imperdonable comportamiento. La joven se avergonzaba de haberle llamado parásito.
Rosalie tampoco habló mucho. Estaba entretenida examinando los cosméticos que acababa de comprar. Bella, concentrada con el tráfico se preguntó si conduciría otra vez aquel coche.
Eran casi las cuatro de la tarde cuando llegaron a Linden Court, y cuando Bella estaba aparcando, salió de la casa un hombre joven. Era Jasper, lo reconoció de inmediato.
—¡Cómo está usted, señorita Swan! —exclamó cuando las dos jóvenes bajaron del coche—. Hola, Rosalie. ¿Has comprado muchas cosas? Por lo que veo, Marshall tendrá que abastecer la tienda de nuevo.
—No seas tonto, Jasper, sólo he comprado algunas cosas —respondió Rosalie sin malicia, pero después de levantar la vista hacia su hermano, miró a Bella y añadió—: ¿qué sucede? ¿He dicho algo malo?
—Edward le ha contado a papá que he cabalgado cerca de la carre-tera —afirmó Jasper resentido, a la vez que metía las manos en los bolsillos. Después mirando a Bella, un poco avergonzado añadió—: Sé que tenía que haber tenido un poco más de cuidado, pero jamás pensé que Edward fuera un chismoso.
—Él no... —las palabras salieron antes de que Bella pudiera evitarlo. Después de los sentimientos de culpa que había sentido durante el viaje de vuelta, no podía evitar el tratar de defender a Edward a pesar de su comportamiento, y se sonrojó al ver que los dos hermanos se volvían para mirarla.
—¿Cómo lo sabes?
Era Rosalie la que hacía la pregunta, y Bella echó los brazos hacia atrás mientras trataba de pensar la respuesta.
—Me... me temo que fue Esme —respondió, lamentando la confesión después de hacerla—. Ella accidentalmente se lo dijo a tu padre. Creo que pensó que él ya lo sabía.
—Le agradezco que me lo haya dicho, porque cuando hablé con Edward...
—¿Ya lo has acusado?—intervino Rosalie, impaciente.
—Sí, por supuesto —Jasper se sentía incómodo—. Papá me regañó y prácticamente me ha prohibido volver a montar a Juniper. El problema es que la semana que viene va a tener lugar el rodeo Torrington.
—¡Eres un verdadero tonto! —exclamó Rosalie, furiosa—. Debiste haber pensado que Edward no es así.
—No necesito que me lo digas, Rosalie. ¿Cómo crees que me siento al pensar lo que dirá papá cuando lo sepa?
—¿Por qué habría de enterarse? —Bella no pudo evitar inmiscuirse en la conversación—. Estoy segura de que Edward no le dirá nada.
—Eso es verdad —acordó Rosalie—. Pero de todas maneras aquí está —añadió y su expresión cambió de inmediato—. Puedes disculparte.
Bella se puso tensa al ver que Edward salía de la mansión. Iba vestido con la misma ropa.
—Ya hemos vuelto —gritó Rosalie sin necesidad—. ¿Me has echado de menos?
—No mucho —respondió indolente y la joven hizo una mueca de indignación ante el desprecio que le acababan de hacer.
—Edward, creo que te debo una disculpa —intervino Jasper—. La señorita Swan me acaba de decir que fue Esme la que dejó salir el gato de la bolsa. ¿Me perdonas?
Edward levantó la vista y miró a Bella. Después consultando la hora dijo:
—Estás bien, no te preocupes, pero ahora debo irme. Quiero ver cómo está el potrillo de Midnight y además Esme tiene invitados esta noche.
—Oh, Edward, pensé que podríamos tomar el té juntos —comentó Rosalie.
—Lo siento, querida, pero no podrá ser —sonrió y mirando a Bella preguntó—: ¿Está lista para irse? Si es así la puedo llevar.
—Sí... sí —empezó a decir Bella, pero de inmediato se encontró con los ojos implorantes de Jasper.
—No tiene por qué irse ahora. Yo la puedo llevar más tarde. Papá está ocupado en este momento, por lo tanto, podríamos tomar el té los tres juntos.
—Creo que Bella debería irse a casa —afirmó Edward—. Después de todo, acaba de llegar y aún no ha estado mucho tiempo con Esme.
—¿Por qué no le preguntas a Bella qué prefiere hacer? —intervino Rosalie con maldad—. Después de todo, ella es suficientemente mayor como para decidir por sí misma.
La impaciencia de Edward estaba reflejada en su expresión, pero logrando controlarse dijo:
—¿Y bien, Bella? ¿Se viene o sé queda?
—Creo... creo que me iré con usted —dijo finalmente y pudo oír el suspiro enfadado que lanzó Rosalie—. Gracias por su invitación, Jasper, pero creo que ya he dejado a Esme sola mucho tiempo.
—Bueno... si insiste —murmuró Jasper—. Pero debemos vernos en otra oportunidad, y pronto.
—Me encantará —respondió Bella con gentileza, pero a la vez era consciente de la ira de Rosalie.
—Está bien, vamos.
Edward los saludó con la mano y se alejaron andando uno junto al otro. Bella se sintió más tranquila cuando finalmente desaparecieron de la vista de los Cullen.
Pensó que tendría que volver andando, como había llegado, pero para su sorpresa, Edward la llevó hacia el patio en donde estaba el coche.
A pesar de la alegría que le había producido conducir, en esos momentos se alegró de que alguien condujera en su lugar. Se dijo que era debido al cansancio, negándose a aceptar el hecho de que Edward lo hacía mucho mejor que ella.
Él no habló durante varios minutos, y Bella decidió que tenía que hacer un intento por demostrar una situación de normalidad.
—Creo que una disculpa sería lo correcto —dijo y recibió una mirada desdeñosa.
—¿De parte mía?
—No, de la mía. A pesar de su comportamiento, debo reconocer que tal vez... tal vez... estuviera justificado.
—¡Qué noble de su parte! ¿Y se supone que debo olvidar todo?
—Si tenemos que vivir bajo el mismo techo, no creo que tenga otra opción.
—¿Ah no? —detuvo el coche delante de la entrada y antes de bajar inquirió—: ¿No consideraría usted la posibilidad de irse?
—¡No! —exclamó Bella, indignada—. ¿Lo haría usted?
—Desafortunadamente no puedo —afirmó Edward, y antes de que ella pudiera decir algo, el hombre salió del coche para abrir la reja.
Cuando regresó, resultaba difícil tocar el tema sin parecer demasiado curiosa, sin embargo, Bella dijo:
—Supongo que se refiere a que Esme no lo dejaría ir —pero Edward la miró, riendo con cinismo.
—¿Cómo lo ha adivinado? —y salió otra vez para cerrar la reja. Al regresar añadió— Esme es una persona muy posesiva, y le gusta que las cosas se hagan como ella quiere... siempre.
—Pero a usted le trae sin cuidado hacerle daño, me refiero a que tengo la impresión de que hace lo que le da la gana.
—Eso a usted no le incumbe.
—No pude evitar oír lo que le dijo a Esme anoche cuando salió a cenar con otra mujer. Además parece inmune al hecho de que Rosalie parece creer que el sol sale gracias a usted... y anoche...
—¿Sí?
—Pues, quedó muy claro, por qué tantas mujeres piensan que es usted un seductor.
—¿Ah sí?
Edward la observaba detenidamente con un brazo apoyado sobre el volante, y Bella supo que estaba pisando terreno peligroso.
—Bueno, después de lo que pasó, aunque puede que de alguna manera fuera provocado, debe reconocer que se aprovechó de la situación.
—¿De qué manera? —tenía el otro brazo sobre el respaldo del asiento de Bella, y la joven podía sentir los dedos de él a sólo unos centímetros de su nuca.
—Prefiero no entrar en detalles —respondió arreglándose el pasador que le sostenía el cabello—. Creo que sabe muy bien a qué me refiero, y quiero que sepa que en lo que a mí respecta, no volverá a suceder.
—¿Y qué pasará si no acepto lo que dice? ¿Me va a decir que opuso resistencia? Creo recordar cierta ansiedad por devolver cada caricia y un cuerpo tibio que aceptaba todo lo que le ofrecían.
—¡Cínico! Déjeme decirle que no estoy aquí para proporcionarle una diversión barata.
—¿Diversión barata? ¡Por Dios! —su expresión burlona dio lugar a una de incredulidad—. Usted no sabe mucho de hombres, ¿no es así?
—No sé a qué se refiere —contestó Bella, agachando la cabeza.
—Debería saberlo —con una mano la cogió del pelo obligándola a levantar otra vez la cabeza—. Lo que hizo anoche no fue ninguna diversión barata, por el contrario, no sabe la suerte que tuvo. Cualquier otro hubiera aceptado tranquilamente lo que le ofrecían con tanta generosidad.
—Yo... yo no...
Bella levantó la mano para liberarse de la de Edward, pero éste la abrazó posesivamente mientras acercaba sus labios a los de ella.
—No... no debe hacerlo —rogó, pero Edward no le prestó atención.
—Sólo le quiero demostrar lo que acabo de decirle —murmuró él mientras con una mano le acariciaba los muslos—. No haga promesas si no las puede cumplir —añadió rozándole los labios con un dedo antes de encender otra vez el motor.
El resto del viaje fue una especie de suplicio, durante el cual Bella no pudo dejar de sentir la cercanía del cuerpo masculino.
Cuando por fin llegaron a Knight's Ferry, Eleazar, el marido de Carmen apartó la carretilla para que Edward pudiera aparcar. El anciano lo saludó con entusiasmo, pero Edward apenas le respondió.
Se encontró con Esme que la miró desconcertada. Las dos mujeres esperaban que entrara alguien más a la casa y cuando Bella comprobó que Edward no pasaba, balbuceó:
—Yo... me ha traído... Edward —explicó rogando que su aspecto no delatara lo que acababa de suceder—. Tengo entendido que quería ver a Midnight, supongo que debe haberse ido a los establos.
—¿Pero por qué te ha traído Edward a casa? —con sorpresa Bella comprobó que su tía estaba enfadada—. Pensé que te quedarías a tomar el té con los Cullen. No me digas que no te han invitado.
—Sí, me han invitado —respondió Bella preguntándose si la ira de Esme se debía a la desaparición de Edward o a que esperaba que regresara solo, y ella le había arruinado los planes.
—¿Quién te invitó?
—El hijo de Lord Cullen...
—¿Jasper?
—Sí.
—¿Y te has negado?
—Yo... bueno, Edward venía hacía aquí y se ofreció a traerme.
—¿Edward?
—Sí —Bella tomó aliento—. Pensé que ya te había dejado bastante tiempo sola, y como era mi primer día...
—¿Estás diciendo que Edward está detrás de todo esto? .
—No, no exactamente —recordando la manera en que Esme había traicionado la confianza de Edward en casa de los Cullen, Bella no deseaba hacer acusaciones—. Él estuvo de acuerdo conmigo...
—Estoy segura de que sí —Esme estaba alterada—. Está bien, de todas formas ya no podemos hacer nada al respecto.
—No tiene ninguna importancia, porque yo prefería volver a casa.
—¿En serio? —la expresión de Esme cambió de repente—. Es muy agradable lo que acabas de decir.
—Lo he dicho de verdad —Bella no entendía muy bien la actitud de su tía, pero si estaba convencida de que necesitaba compañía de su edad, tendría que desilusionarla—. En realidad prefiero tomar el té contigo que con los Cullen. Tengo la sensación de que no le he gustado mucho a Lord Cullen.
—No seas tonta —por un instante la impaciencia volvió a asomar al rostro de Esme, pero logró controlarla enseguida. Cogiendo del brazo a Bella añadió—: Ven, tomaremos el té juntas, y mientras tanto cuéntame qué habéis hecho en Buford.
Bella asintió, pero cuando entraban en la salita Esme miró hacia atrás pensativa, como prometiendo silenciosamente a Edward que las cosas no quedarían así.
Mucho misterio Que pasará?
ResponderEliminarEsme esta loca? o solo es muy temperamental???? Jummm me huele a que quiere que Bella termine casada con Jasper, para tener una fortuna o algo por el estilo, y le contó su plan a Edward, pero no se que pasa.... es muy misteriosa la llegada de Bella, y lo que quiere Esme de ella....
ResponderEliminarBesos gigantes!!!!
XOXO
¿Cuáles son los planes de Esme? ¿Qué relación hay entre Esme, Edward y Carlisle? Algo chirría y no sé por qué
ResponderEliminarEsto es clmo un rompe cabezas estamos empezando todavía nos falta unor piezas para saber que es jajajaja.
ResponderEliminarGracias