Ardiente Corazón - Capítulo 6

Al finalizar la primera semana, Bella empezó a sospechar que había sido invitada a Knight's Ferry bajo falsos pretextos, ya que no había nada que ella pudiera hacer, por lo que empezaba a sentirse como un parásito, cosa de la cual una vez había acusado a Edward de ser. ¿Pero qué podía hacer? Cada vez que trataba de hablar con su tía del tema del trabajo, recibía las mismas excusas: «Tómate las cosas con calma. Disfruta de tu libertad. No creo que haya sido muy agradable la vida que te ha proporcionado tu padre».

Por supuesto que no lo había sido, y en más de una ocasión Bella se había desesperado al no saber de dónde iban a sacar el dinero para pagar el alquiler de la siguiente semana porque Charlie Swan nunca parecía preocuparse. Con tener el dinero suficiente para jugar, era feliz y ella jamás imaginó que llevara perdidas sumas tan cuantiosas.

El vivir en Knight's Ferry era algo diferente a toda su vida anterior. Su vida tenía una estabilidad que no había tenido con su padre. Aunque todavía le echaba de menos.

Durante aquella semana, había visto muy poco a Edward, ya que desayunaba antes que ella y volvía cuando ya era de noche. Las dos veces que su tía tuvo invitados a cenar, él había aceptado el papel de anfitrión, sentándose en el otro extremo de la mesa. Otros días la joven se enteraba por Esme que estaba cenando en su habitación, y cuando oía que discutían en la alcoba de su tía, Bella metía la cabeza debajo de la almohada para no oír nada.

Sin embargo, en varias ocasiones se preguntó si su presencia no tenía algo que ver con el comportamiento de Edward, pero éste era un tema del que no se atrevía a hablar con Esme. Poco a poco se fue sintiendo tan inútil, que hasta llegó a pensar en la posibilidad de pedirle trabajo al propio Lord Cullen.

Un día que Bella volvía a pasear por el pueblo pensando en esa posibilidad, vio que Esme la estaba esperando con un sobre en la mano.

—¡Es una invitación! —exclamó, mientras Bella se quitaba el impermeable y lo colgaba—. Viene de Linden Court. Nos invitan a una cena que darán el viernes por la noche.

—¿Estás segura de que la invitación me incluye? —preguntó Bella, encogiéndose de hombros—. Quiero decir que apenas conozco a los Cullen, y por otra parte, he pensado en la posibilidad de pedirle trabajo a Lord Cullen.

—¡Bella! —el tono de Esme estaba cargado de reproche—. No quiero que busques trabajo, es por eso por lo que te he dado una asignación mensual, para que tengas independencia.

—De todas maneras me siento inútil. Todo el mundo tiene una ocupación, y yo no quiero seguir siendo un parásito.

—¿Por qué no? Querida, yo te invité a mi casa para que fueras mi amiga, mi compañera. ¿Cómo cumplirás con eso si sales a trabajar?

—Esme, cuando recibí tu carta, pensé que necesitabas alguien que te cuidara, que hiciera las cosas que tú no podías...

—¿Cómo qué?

—Oh, tú sabes —Bella se sentía muy incómoda.

—No lo sé —Esme parecía decidida a no facilitarle las cosas.

—Por ejemplo: hacerte las compras, prepararte la comida, limpiar la casa...

—¿Y pasear el perrito? —preguntó Esme con ironía.

—Algo así.

—En otras palabras, pensaste que yo era una vieja que necesitaba cuidado y atención —comentó, incrédula—. Bella, por Dios ¿qué edad creías que tenía?

—No lo sé. Sabes cómo son las cosas cuando uno es pequeño, toda persona que tiene más de veintiún años, es vieja.

—Entiendo. ¿Y te sentiste desilusionada?

—No, me alegré al darme cuenta de lo equivocada que estaba. Pero...

—¿No te gusta estar aquí?

—No... quiero decir sí, pero es diferente.

—Yo sigo necesitando compañía, Carmen es un encanto y la quiero mucho, pero no es de la familia.

—Yo quiero ayudar, eso lo sabes.

—Como habrás comprobado, Edward es muy egoísta a veces —siguió diciendo como si Bella no hubiera hablado—. Debes haber notado cómo le gusta mortificarme.

—Bueno... sí...

—Él no pretende ser descortés, sino que ésa es su manera de ser. Yo sé que puedo confiar en ti, querida; ceo que hay momentos en que tengo la impresión de que no le importo. Y es entonces cuando necesito una amiga.

Bella estaba sorprendida y no sabía qué decir. Por alguna razón, jamás había imaginado llegar a ser la depositaria de las confidencias íntimas de su tía.

Esme sacó el pañuelo y se limpió la nariz con fuerza. La joven se dio cuenta de que había estado llorando y eso la hizo sentirse aún peor. Pensó que lo mejor sería no disgustarla más.

—Si hay algo que yo pueda hacer... —comentó incómoda.

—¡Sabía que ibas a comprender, querida! —exclamó Esme tocándole un hombro con ternura—. Tu presencia me causa una gran alegría por lo tanto, trata de ser una buena niña y no arruines las cosas.

Más tarde Bella se percató de que su tía, con gran habilidad había conseguido lo que se había propuesto. Al apelar a su comprensión, Esme había destruido todas las esperanzas de Bella de poder ganarse el pan, y a pesar de que la joven se repetía una y otra vez que a eso había ido, es decir a hacerle compañía, no podía evitar el desear que Esme fuera menos generosa.

La cena en Linden Court la distrajo un poco. Su tía trataba de animarla, pero la joven no tenía muchas ganas de ir.

Según parecía, Edward las iba a acompañar cosa que le producía sensaciones contradictorias. Pasó mucho tiempo tratando de poner en claro sus ideas. En las dos ocasiones en que Edward había cenado con las dos mujeres se había mostrado cortés, dirigiéndose a la joven sólo cuando había sido necesario, y tratándola igual que a los demás invitados de Esme. Si había existido alguna tensión, había sido por parte de Bella.

El jueves por la mañana Bella se despertó, temprano, pero no pudo continuar durmiendo y decidió levantarse. Después de bañarse se puso unos jeans viejos, un jersey y salió de la habitación. Se dirigía hacia la escalera cuando se abrió la puerta de la habitación de Esme y vio salir a Edward. Él también iba vestido con ropa de sport y llevaba una chaqueta de cuero colgada sobre un hombro. Su aparición fue tan repentina que Bella no tuvo tiempo de esconderse. 

—Buenos días —saludó Edward dándose cuenta de su confusión—. ¿Ha dormido bien?

—Muy bien, gracias. Supongo que no hace falta que se lo pregunte a usted.

—Eso es muy cortés de su parte. Sí, he descansado bien, he pasado una noche muy cómoda.                                   

—¿Necesita ser tan detallista? No me interesan los pormenores de su sueño, ni cómo elige desperdiciar su talento.

—¿Celosa? —murmuró mientras bajaba la escalera detrás de ella.

Bella estuvo a punto de perder el equilibrio debido a la ira que la embargó.

—¡Es usted despreciable! —exclamó, agarrándose al pasamanos, y Edward hizo una reverencia burlona mientras ella avanzaba por el vestíbulo con paso inseguro.

—¿Adónde va? —preguntó de pronto.

—No creo que eso sea asunto suyo.

—Es cierto, no lo es —respondió con mirada conciliatoria—. ¿Por qué no desayuna conmigo?

—No me he levantado temprano para desayunar con usted.

—Lo sé—cuando no se burlaba de ella su rostro era terriblemente atractivo—. Pero acompáñeme, y después la llevaré a ver el potrillo de Midnight.

—Pensaba pasear un poco —titubeó Bella. 

—Podremos pasear después, cuando vayamos a los establos.

—Vi al potrillo al día siguiente de haber nacido.

—Sí, lo sé.

—Y estoy segura de que el señor Banner me lo volvería a mostrar si se lo pidiera.

—Por supuesto que sí. Me hubiera gustado enseñárselo yo pero si insiste...                                                        
—No suelo desayunar —dijo de pronto y vio que Edward sonreía.

—Pero al menos me puede hacer compañía —afirmó él.

La aparición de Carmen interrumpió la conversación, y se mostró verdaderamente sorprendida al ver a los jóvenes juntos, pero sus palabras fueron las mismas que si Edward hubiera estado solo.

—¿Quiere desayunar? —preguntó dirigiéndose al joven—. Ya lo tiene preparado y se le va a enfriar si no se lo va a tomar pronto.

Edward miró a Bella e hizo un gesto extraño, después comentó:

—Le estaba proponiendo a la señorita Swan que desayunara conmigo, Carmen. Ella también se levanta temprano.

—Yo no diría que las siete es una hora muy temprana —refunfuñó Carmen, molesta—. Además, la señorita Swan no desayuna como usted. Sólo come una tostada y café.

A Bella le molestó el tono de Carmen; era evidente que no la quería en la cocina.

—Me gusta desayunar de vez en cuando, Carmen... pero si es mucho trabajo...

—No me cuesta trabajo. Si espera un momento hasta que le sirva el desayuno al señorito.

El señorito, Bella estaba desconcertada, pero cuando miró a Edward, éste no dio muestras de sorpresa. Por otra parte lo último que ella deseaba era tener que esperar a que atendieran a Edward para desayunar después sola en el comedor.

—No hay necesidad, Carmen. Sólo me apetece tomar una taza de café.

—Lo que está tratando de decir es que prefiere desayunar en la cocina conmigo —afirmó Edward y Bella se ruborizó.

—No creo que eso esté bien —insistió la mujer.

—Estoy seguro de que podemos hacer a un lado las formalidades por una vez —aseguró él, y Bella se dio cuenta de que ya no se podía negar.

—Bueno... si eso es lo que desea... —Carmen no estaba de acuerdo pero no dijo una palabra más.

En cuanto desapareció por la puerta de la cocina, Bella dijo:

—Creo que es mejor que no desayune. Carmen no quiere que entre en su cocina— pero Edward le hizo un gesto con la mano indicándole le siguiera.

—Vamos... es una orden.

La joven siguió al hombre y entraron en una gran cocina que en el centro tenía una mesa de pino.

—Siéntese —insistió Edward. Carmen estaba sirviendo avena con leche en el plato que había en el sitio de Edward. Éste se acercó a la mujer y pasándole un brazo por los hombros comentó:

—No estarás enfadada conmigo, ¿verdad, Carmen? —la miró con picardía y Carmen le golpeó suavemente las costillas con el codo.

—A la señorita no le gustará eso, señorito —murmuró entre dientes, pero Bella lo pudo oír, y la mirada que la anciana le dirigió, sólo sirvió para aumentar su inquietud.

—Tienes los huesos muy afilados, Carmen —dijo Edward, inclinándose como si le hubieran dado un golpe terrible—. ¿Qué he hecho de malo para merecer esto?

Carmen trató de mostrarse enfadada, pero sus ojos brillaban alegres, y una vez más, Bella se extrañó al descubrir el gran afecto que existía entre los dos.

Resultaba extraño que Carmen tuviera debilidad por Edward. Bella hubiera esperado que la mujer perteneciera a la vieja escuela, para la cual la liberación sexual era una especie de revolución anárquica. Sin embargo, parecía adorar a ese hombre que en el mejor de los casos era un galán sin escrúpulos, y en el peor un aventurero en busca de fortuna; trataba a su amante con bastante desprecio. Nada tenía sentido.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando de pronto Carmen puso delante de ella y sin mucho cuidado un plato de avena con leche, muy espesa y nada apetitosa.

—¿Quiere sal? —ofreció Edward sonriendo al ver su reacción—. Un buen escocés le pone sal a la avena con leche.

—No tengo ganas de comer esto —susurró apartando el plato—. ¿No puede hacer algo al respecto?

Edward acabó de comer su avena con leche y mirándola fijamente preguntó:

—¿Qué quiere que haga? —pero había tanta burla en sus ojos que Bella bajó la vista.

Cuando se dio cuenta de que se había puesto de pie, lo siguió con la mirada. Edward había cogido los dos platos y disimuladamente, estaba echando el contenido del de la joven en el cubo de la basura.

El segundo plato era más apetitoso, pero Bella no estaba acostumbrada a comer mucho por la mañana, y con dificultad logró probar un poco de tocino y una de las salchichas. En vez de huevos tomó dos tazas de café solo, y al ver que Edward terminaba el plato lo miró desafiante.                                                                  

—Vamos —dijo él echando hacia atrás su silla—. La mañana es maravillosa.

La expresión de Carmen dejaba muy claro lo que pensaba del plato casi intacto de Bella, pero no dijo nada. Los vio salir juntos de la cocina, y la joven estaba segura de que su comportamiento sería reportado a Esme.

—¿Preocupada? —inquirió Edward, metiéndose las manos en los bolsillos—. No se enfade con Carmen, a veces se pone insoportable.

—Usted lo dice con mucha facilidad.

—¿Por qué?

—Oh, es evidente que piensa que usted es un ser maravilloso, pero yo no le caigo bien y no lo disimula.

—Corrijo. Lo que no le gusta es verla conmigo. Pero olvídelo, después de todo, lo que ella piense no tiene ninguna importancia.

—Claro que sí. Seguramente se lo dirá a Esme.

—Es probable. ¿Y qué importa que lo haga? Esme no es mi dueña.

Bella estuvo a punto de preguntarle si no era así, pero se mantuvo en silencio. No obstante al mirar a Edward se dio cuenta de que él le había leído el pensamiento.

—Relájese. No le voy a arruinar ningún plan a Esme. Sólo se los voy a desordenar un poco.

Bella no entendió lo que quiso decir, pero en ese momento habían llegado a los establos y el señor Banner se acercaba a ellos para saludarles.

—Buenos días, Edward... señorita Swan —les sonrió—. ¿Vienen a ver al recién nacido?

—Exactamente, Quil. ¿En dónde está Midnighf? ¿Sigue en el mismo sitio?

—No, ella y el potrillo están allí —señaló un pequeño corral que había detrás de los establos—. Jared está limpiando las casillas, y como el día es tan bueno...                      

—Me parece una buena idea.

Edward palmeó el hombro de Banner y después seguido por Bella se dirigió al corral donde la yegua comía tranquilamente el heno. El potrillo estaba muy cambiado después de una semana, y a pesar de que las patas parecían demasiado débiles para sostenerlo, era evidente que estaba adquiriendo fuerza.

—¡Qué hermoso es! —exclamó Bella, excitada—. ¿Ya tiene nombre?

—Por el momento lo llamamos Blackie, pero cuando lo registremos será bajo el nombre de Black Knight.

—Es un nombre muy bonito. ¿Minstrel es su padre?

—No, fue engendrado por un caballo de otro establo. ¿Por qué? ¿Qué sabe usted de estas cosas?

—Nada. Sólo preguntaba, eso es todo.

—¿Acaso la ascendencia tiene importancia para usted?

—Por supuesto, quiero decir que tiene mucha importancia saber quién es el padre de uno. ¿No le parece?

—¿Usted qué cree?

—Déjese ya de tonterías. Sabe muy bien a qué me refiero.

—¿Ah sí?

—Debería, a menos que no haya tenido padre —añadió Bella, en tono sarcástico.

Edward no respondió, sino que se alejó de inmediato, dejando a Bella con la desagradable sensación de haber dicho otra vez algo imperdonable.

Sintiéndose culpable corrió tras él, logrando alcanzarlo cuando entraba en una nave situada al otro lado del patio. Al entrar detrás de él se dio cuenta de que era el depósito de grano y de heno.

—Edward...

—Vaya a buscar a Quil y pídale que venga —le ordenó sin mirarla aunque parecía estar confundido por el uso de su nombre de pila.

—Enseguida. Edward... no quise decir eso, no fue mi intención ser grosera.

—Olvídelo —aseguró él y caminó hasta una parva de heno que estaba mal colocada.

—Edward...

—Por el amor de Dios —impaciente lanzó un puñetazo sobre los fardos, y antes de que Bella pudiera prevenirlo, se le cayeron todos encima.

El peso del heno lo tiró al suelo sin que pudiera defenderse, y desapareció debajo del heno y en medio de una nube de polvo. Sin pensarlo dos veces, Bella se tiró de rodillas y comenzó a quitarle los bultos de encima hasta que Edward apareció.

—¡Dios mío! —exclamó, pasándose una mano temblorosa por la cabeza—. Supongo que me lo he buscado.

—¿Estás bien? —le preguntó Bella mientras le quitaba el heno de la cara y del pelo— Oh, Edward, pensé que te ibas a ahogar bajo todo esto.

—No tanto. Pero gracias por preocuparte. Tu ayuda es bienvenida aunque un tanto inesperada.

—Todo fue culpa mía —dijo Bella sentándose sobre los talones—. No debí haberte dicho eso.

—Ya te he dicho que lo olvides —insistió él mientras trataba de recuperarse del golpe—. Sólo dame un minuto.

—¿Estás seguro de que te sientes bien?

Bella vio un trocito de heno pegado al cuello abierto de la camisa y estiró la mano para quitarlo. Pero para su sorpresa, Edward le capturó los dedos, y antes de que ella pudiera retirarlos, los apretó contra su pecho. Bella se estremeció al sentir el vello que rozaba la palma de su mano.

—Acaríciame —ordenó Edward con voz ronca—. Por el amor de Dios, deja ya de jugar conmigo.                                             
—No... no estoy jugando —murmuró Bella—. Tenías una pajita...                                                           
—Sé lo que tenía —afirmó él cogiéndole el rostro entre las manos—.Ven aquí...

—Edward, no... —protestó Bella empujándolo, pero lo único que logró fue perder el equilibrio, y al asirse de la chaqueta de él para no caer, lo arrastró consigo.

El peso del cuerpo de Edward le quitó el aliento por lo que se quedó acostada muy quieta tratando de respirar con normalidad otra vez. El calor de la piel de Edward llegaba hasta su cuerpo y el perfume varonil la embriagaba.

Momentos después Edward pareció a punto de incorporarse, hasta llegó a poner los brazos en el suelo, pero en ese instante sus miradas se encontraron y cuando por fin la de él se posó en la boca de Bella, ésta entreabrió los labios.

Edward lanzó un gemido y aceptó la invitación. Pero parecía estar esperando que Bella le rechazara y de hecho ella levantó los brazos para empujarlo, pero al hacerlo se dio cuenta de que Edward la tenía aprisionada. Por eso en lugar de insistir, deslizó sus dedos por la espalda masculina y la respuesta de Edward la hizo temblar.

Comenzó, a besarla, con un resultado devastador. La joven correspondió a las caricias con la misma pasión que él, y de pronto el aire frío le hizo darse cuenta de que tenía el jersey levantado.

Bella respiraba tratando de tomar aire cada vez que los labios de Edward se lo permitían.                
—Edward, por Dios, ¿qué estás haciendo? —inquirió con voz ahogada, al sentir que los labios de él le recorrían la curva de los senos.

Una boca ávida la silenció y las manos de Edward acariciándole los muslos despertaron en ella un incontrolable deseo.

4 comentarios:

  1. Gracias por el capítulo, me encanta esta historia, hay mucho misterio

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  2. Ohhh parece que a Edward le molesta que hablen de su padre, pero por qué Carmen lo trata mejor a él que al resto???? además, parece que de verdad le gusta Bella, pero quiere negarlo....
    Besos gigantes!!!!
    XOXO

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  3. No entiendo nada, ¿lo he dicho ya? Feliz navidad

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  4. Todavia no puedo decifrar en realidad quien es Edward porque es como alguien tan importante para muchos ahi, lo unico que pareve es que a el le gusta Bella y a ella el.

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