—¡Edward! ¡Edward! ¿En dónde estás? ¡Edward! ¡Edward! ¿Estás allí dentro?
La voz se oía más cerca y Bella, confundida, trataba de identificarla. Edward lanzó una maldición y se separó de ella.
—Aquí estoy, Quil—dijo caminando rápidamente hacia la puerta—. He tenido un pequeño accidente; la mitad del heno se me ha caído encima.
—¡Ya veo! —exclamó el hombre tratando de mirar por encima del hombro de Edward mientras Bella se arreglaba el jersey. Por fin Edward se hizo a un lado y Quil Banner trató de ayudar a la joven—. Parece que también se ha caído sobre la señorita Swan
—Sí —afirmó Bella mientras trataba de arreglarse un poco el pelo. ¿Qué estaría pensando ese hombre? ¿Se lo diría a Esme?
—Permítame ayudarla.
Banner le fue quitando el heno de la ropa mientras Bella, avergonzada, buscaba los ojos de Edward. Pero al encontrarlos, se quedó asombrada al pensar que momentos antes era un hombre a punto de perder el control, y ahora estaba sereno.
«Dios mío», pensó Bella, «si Banner no nos hubiera interrumpido, seguramente no hubiera podido detener los avances de Edward». Sentía que las rodillas le temblaban y se preguntó por qué razón la idea de ser poseída por Edward la emocionaba y a la vez la avergonzaba.
—Le pediré a Jared que limpie todo esto —Banner miró a su alrededor y añadió—: Ha podido haber sido peor. ¿Se siente bien, señorita Swan? La noto un poco asustada.
Bella no encontraba palabras para contestar y Edward intervino en su ayuda.
—Ella está bien. Yo recibí la peor parte, pero aparte de unos pocos moretones, me encuentro bien —hizo una pausa—. Pero tienes razón, pudo haber sido peor. Por eso quiero que en el futuro los fardos estén amarrados, y que estas bolsas de grano se pongan en otra parte.
—Sí, señor. Hace semanas que me propongo hacerlo pero nunca encuentro el momento.
—Lo sé, Quil, lo sé —Edward sonrió y añadió—: Creo que será mejor no decir una palabra más acerca de este incidente. Tú arregla las cosas y yo me olvidaré de lo sucedido.
—A mí me conviene, Edward. Supongo que podemos confiar en la discreción de la señorita Swan.
—Estoy segura de que sí —aseguró Edward cuando ya estaban solos, y Bella le miró con indignación.
—¿Qué debo hacer? Supongo que yo también debo olvidarme de lo sucedido ahí.
—¡Bella! No dramatices la situación. Lo que sucedió, sucedió. Nada fue planeado. Y Dios es testigo de que no tenía intención de llegar tan lejos.
—Supongo que no. Después de todo, para un hombre da lo mismo. Existen otras maneras de canalizar tus frustraciones.
—¿Y crees que lo haría contigo? Podría hacerlo, además con gran placer.
—Para ti, supongo.
—Para los dos. Y no trates de hacerme creer que no sabes a qué me refiero. No eres tan inocente.
—Nunca he dormido con un hombre —confesó sintiendo que la situación se le escapaba de las manos.
—En cambio yo no puedo decir lo mismo... respecto a las mujeres.
—Tampoco pretendo que lo hagas.
—Pobre Jasper... me pregunto si tiene idea de lo que le espera —dijo quitándole un poco de heno del pelo.
—¿Jasper? ¿Qué tiene Jasper que ver en esto?
—Olvídalo, fue sólo un pensamiento en voz alta. ¿Pero por qué crees que te invitaron a que vinieras a Linden Court?
Antes de que Bella pudiera preguntar qué había querido decir, Edward se alejaba a grandes pasos hacia la casa de Lord Cullen, sin ni siquiera mirar hacia atrás. Bella regresó sola a Knight's Ferry, confundida, sintiéndose incapaz de analizar el pasado y el futuro.
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Cuando llegó, Esme estaba en la biblioteca tomando café. Al ver pasar a Bella la llamó.
—Carmen me ha dicho que has salido con Edward —dijo sin levantar la vista de la carta que estaba leyendo.
—Sí, hemos ido... a... los establos a ver el potrillo de Midnight.
—¿Y dónde está Edward ahora? —preguntó su tía mirándola de frente.
—Supongo que en Linden Court... cuando nos separamos se fue hacia allí.
—Entiendo. ¿Y has estado con él todo este tiempo?
—¿Es muy tarde? Pensé que era temprano.
—Son más de las nueve. Carmen dice que salisteis de la casa antes de las ocho. ¿Lleva tanto tiempo ver a una yegua y su potrillo?
—Siento mucho que te hayas angustiado —respondió Bella.
—No estoy angustiada, sino desilusionada. Pensé que éramos amigas, que nos respetábamos la una a la otra.
—Así es.
—¿En serio? ¿De veras crees que si vuelves del establo con heno en la ropa y el pelo revuelto debo pensar que sólo has estado viendo a la yegua y a su potrillo.
—Lo siento —dijo Bella inclinando la cabeza.
—¿Qué has estado haciendo?
—Me caí —respondió Bella en voz muy baja—, en los establos... sabía que estaba desaliñada.
—Por favor, Bella, no es posible que pretendas que yo crea que el estado en que llegas es producto de una caída.
—Es verdad, me caí —eso al menos era cierto, el resto no se lo diría jamás a Esme aunque ésta se negara a volver a hablarle.
—Muy bien, supongo que tendré que aceptar que has decidido no ser sincera conmigo...
—Eso no es verdad...
—¿Y cuál es la verdad? —gritó Esme, pero de inmediato bajó la voz y añadió—: Está bien. ¿Qué sentido tiene discutir? No me gustan las disputas, Bella, nunca me han gustado, y si algo tan insignificante como esto puede producir tanto problema, será mejor que lo olvidemos...
—Esme...
—Por favor —su tía levantó una mano—. No se hable más del asunto. Yo misma hablaré con Edward cuando regrese.
—¿Puedo subir a cambiarme? —preguntó Bella al ver que Esme seguía leyendo la correspondencia.
—Me parece bien, espero que no hayas olvidado que el vicario y su esposa van a venir a tomar café, y te aseguro que no me gustaría que te vieran en ese estado.
Bella lo había olvidado por completo, pero asintió antes de huir hacia su habitación. Quería darse un baño y así quitar todo rastro de Edward de su cuerpo, para ver si de esa manera desaparecían también los sentimientos de culpa y traición.
Bella no vio a Edward durante el resto del día. El tiempo cambió junto con su estado de ánimo, y cuando bajó a cenar llovía.
—Enciende la luz, querida —pidió Esme cuando Bella entró en la biblioteca, pero una vez más el interruptor se negó a funcionar.
—Déjalo —ordenó su tía encendiendo la luz que había junto a ella—. Ahora prueba otra vez —Bella miró sorprendida la luz que se acababa de encender—. Son estas viejas casas —comentó Esme invitándola a servirse una copa—. El sistema eléctrico es un tanto anticuado, por eso si la luz se apaga desde la puerta, necesita encenderse desde el mismo lugar, y sucede igual con las lámparas.
—¿Quieres decir que si yo apago la luz desde la puerta impido que tú puedas encender la lámpara?
—Algo así. Pero ahora ven a sentarte, querida. Tengo que pedirte disculpas.
—¿Disculpas?
—Sí, pero siéntate. Edward me ha contado lo que ha sucedido esta mañana.
—¿Te lo ha contado? —Bella quedó atónita—. Oh, Esme...
—Muchachita tonta. Crees que tenías la obligación de proteger a Banner. Pero le prometí a Edward no decir una palabra aunque él haya sido el responsable.
—Entiendo —comentó Bella reclinándose contra el respaldo del sillón.
—Naturalmente que si me hubieras dicho que se te habían caído varios bultos de heno encima, hubiera comprendido el porqué de tu aspecto. Y en lugar de eso me dejaste creer que Edward te había arrojado sobre el heno.
El rubor de Bella confirmaba en alguna medida sus palabras, pero la mujer pensó que la había hecho sentir incómoda al hablar de esas cosas.
—Esme...
—No hablemos más de eso —Esme le apretó el brazo con afecto—. Tengo que aprender a no sacar conclusiones rápidas. Ahora quiero que me cuentes qué piensas ponerte mañana por la noche.
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A la noche siguiente, Bella estaba nerviosa. Después de lo que Edward había dicho, y de su reconciliación con Esme, se podría haber sentido más relajada, pero no era así. Estaba tensa y temerosa, sabía que habría muchas miradas posadas en ella, además de la de Rosalie y de la del propio Edward.
Esme aprobó su atuendo: un traje de gasa verde, con una especie de capa transparente. Era sencillo, pero a la vez llamativo. Mientras bajaba la escalera se iba diciendo que se sentiría más tranquila si Edward no fuera. Al llegar al vestíbulo oyó la siguiente discusión:
—No puedes hacerme esto, Edward, no lo permitiré —era la voz de su tía que llegaba a través de la puerta entreabierta de la salida—. Cómo voy a decir que no estás en condiciones de acompañarnos si has estado con Carlisle hace menos de tres horas.
—Prefiero no ir, eso es todo. ¿Por al amor de Dios, para qué me necesitas? Puedes preparar el sacrificio sin mí.
—Edward... no aceptaré que me hables de esta manera. Después de todo lo que he hecho por ti, podrías mostrar un poco de agradecimiento.
Bella se quedó parada en el último escalón. No deseaba interrumpir la discusión, pero tampoco podía evitar el escucharla. No le llamó demasiado la atención saber que Edward no deseaba asistir a la cena, pero por otra parte, no podía comprender de qué sacrificio hablaba.
Escuchó de pronto un ruido a sus espaldas y se dio cuenta de que era Carmen, por lo que con paso decidido se dirigió a la salita.
Esme estaba de pie frente a la chimenea. Tenía puesto un vestido negro. Iba muy elegante. Edward estaba sentado en un sillón, con una pierna por encima del brazo del mismo, vestido también con ropa oscura.
—¡Oh, aquí estás, querida! —exclamó Esme al verla entrar, y Edward se levantó del sillón—. Estás muy hermosa. ¿No es así, Edward? ¿No te sientes orgulloso de ir con dos mujeres bonitas?
—Oh, claro que sí —respondió él sin entusiasmo—. Propongo que salgamos antes de que pueda decir algo que todos lamentemos.
—El coche está en la puerta, señorita Platt —anunció Carmen—. ¿Á qué hora le digo a Eleazar que vaya a buscarles?
—Oh... —Esme comenzó a decir algo pero Edward la interrumpió.
—No hay necesidad de que Eleazar vaya por nosotros, Carmen. Yo mismo traeré a las señoras cuando ellas lo deseen.
—Pero Edward, sabes lo peligroso que es beber y después conducir.
—¿Quién está bebiendo? Tranquilízate, Esme. El camino es corto y además, no soy un ebrio.
—Pero en estas ocasiones...
—Sí, ya lo sé, suelo ahogar mi aburrimiento en alcohol. De todas maneras, puedes venir andando si no confías en mí.
Se miraron con rencor, y Bella se sintió un poco incómoda.
—Oh, está bien —dijo Esme mientras recogía su cartera—. Edward nos traerá, Carmen. Yo se lo explicaré a Eleazar.
Bella recogió el abrigo y tembló cuando Edward se lo quitó de las manos para ayudarla a ponérselo. Tuvo la sensación de que las manos masculinas se detenían más de lo necesario sobre sus hombros, pero tal vez estaba equivocada. Anduvo rápidamente hacia el auto para llegar antes que él, y se asombró al ver lo lujoso que era.
Era un Rolls Royce antiguo, pero en excelentes condiciones.
—Era de mi padre —explicó Esme después de hablar con Eleazar—. Sólo lo usamos en circunstancias especiales, y esta noche es una ocasión especial. Nuestra primera cena juntas en Linden Court.
Edward no dijo nada, se limitó a abrir la puerta trasera para que Bella entrara, enseguida se sentó detrás del volante.
Linden Court era diferente de noche. Aunque todavía no estaba completamente oscuro, la casa estaba totalmente iluminada, incluso en la parte que no utilizaba la familia. Había otros coches aparcados en el área privada en donde Edward aparcó el coche, y Bella sintió que se le secaba la garganta al pensar en la noche que la esperaba.
Una muchacha se hizo cargo de los abrigos en la entrada y después dijo:
—Su señoría y sus huéspedes están en la sala, señorita Platt. Estoy segura de que ya conoce el camino.
—Gracias, Maguie —contestó Esme y de inmediato preguntó—-: ¿Cómo está tu madre? Tengo que venir a verla.
—¡Estará encantada de verla, señorita! —exclamó Maguie—. Como está mucho tiempo sola, se entristece. No es agradable permanecer en una silla de ruedas, espero que nunca me suceda lo mismo.
—Todos esperamos lo mismo, Maguie —aseguró Esme, pero Edward le lanzó una mirada, impaciente.
—La enfermedad de tu madre no es hereditaria, Maguie —intervino Edward—, por lo tanto, no existe razón alguna para pensar que puedas llegar a sufrir sus síntomas. Y ahora si nos disculpas...
Esme le miró con disgusto antes de precederle a través de una gran arcada hacia un enorme pasillo, al fondo del cual las puertas abiertas permitían ver a la gente que estaba reunida.
—Me gustaría que no me interrumpieras cuando estoy hablando con la servidumbre, Edward —comentó Esme con una sonrisa fingida que ocultaba en parte la ira que estaba experimentando.
—Y a mí me gustaría que no trataras a Maguie como si fuera una especie de retrasada mental —respondió Edward en tono hosco—. Su madre padece una deficiencia ósea —le explicó a Bella—, y la pobre chica ya tiene bastantes preocupaciones como para que Esme le meta más dudas en la cabeza.
—Esa no ha sido mi intención.
—Eso es lo que todos esperamos —se burló Edward y la respiración de Esme se aceleró al acercarse a la sala.
Aunque de lejos creyó que había mucha gente, Bella se sintió más tranquila al darse cuenta de que como máximo había una docena de invitados.
La sala era muy lujosa. Tenía altos techos y paredes llenas de cuadros, además había objetos de valor ubicados estratégicamente sobre muebles antiguos.
En cuanto Lord Cullen los vio entrar, dejó al grupo con el que estaba y se acercó a darles la bienvenida, pero Jasper llegó antes que él, y se dirigió rápidamente a saludar a Bella.
—Estás maravillosa —afirmó llevándose galantemente los dedos de Bella hasta los labios—. Y usted también, señorita Platt.
—Es muy agradable oír galanterías pasadas de moda —declaró Esme cuando Lord Cullen llegó a su lado—. ¿No es así, Carlisle? Te aseguro que tu hijo te hace honor.
Lord Cullen miró primero a Edward, después a Jasper y finalmente puso su atención en Bella.
—¿Qué piensas tú, querida? ¿Cuál es tu opinión como única persona objetiva del grupo?
—Estoy segura de que el hijo es sólo un reflejo del padre —afirmó buscando su aprobación, pero oyó que Edward emitía un sonido des-pectivo a su espalda.
—Digamos que no se puede ser más justa —observó Lord Cullen, y Bella vio que Esme sonreía satisfecha.
La primera persona a la que Bella reconoció fue a Rosalie, que estaba junto a otra muchacha de aspecto similar, aunque más elegante que la hermana de Jasper. Rosalie llevaba puesto un hermoso vestido de seda hindú, pero la falda amplia acentuaba el tamaño de sus caderas.
La muchacha la miró con cierto desdén, y dijo algo a la joven que estaba con ella, pero la animosidad de Rosalie no era asunto de Bella, por lo tanto no le prestó atención, y en lugar de eso, trató de memorizar los nombres de las personas a quienes iba siendo presentada.
—¿Su padre era Charlie Swan? —preguntó un hombre de avanzada edad—. Excelente periodista, es una lástima que haya muerto de esa manera.
—Gracias.
—¿Te gusta el periodismo? Porque yo soy dueño de un par de periódicos de la zona, y me vendría bien alguien con la capacidad de tu padre.
—No creo que la señorita Swan esté buscando trabajo, coronel —respondió Jasper Cullen a su espalda, y después, mirando a su padre, añadió—: Papá, Newton te está buscando. Creo que quiere decirte que la cena está lista.
Lord Cullen se mostró un tanto desconcertado por la interrupción pero no le quedó otro remedio que retirarse en busca de Newton; sin embargo, antes de buscarlo dijo:
—Espero que no olvides que acompañarás a Alice durante la cena, Jasper —había una severa advertencia en el tono que utilizó, y de inmediato añadió—: Lleva a Bella con Emmett... se muere por conocerla.
—Sí, papá —el tono de Jasper fue cortés, pero en cuanto su padre se alejó, miró a Bella sonriendo con incomodidad—. Ordenes son órdenes... pero en cuanto termine la cena quiero enseñarte la casa.
—Es muy amable de tu parte...
Bella no sabía qué decir, pero Jasper siguió diciendo entusiasmado:
—No es simple cortesía. He estado esperando el momento de volver a verte. Y cuando la señorita Platt propuso esta cena...
—¿Esme propuso que se hiciera esta cena? —interrumpió Bella incrédula, pero Jasper sólo le apretó el brazo y dijo:
—No te preocupes, papá estaba encantado de hacerla. Es muy corriente que se hagan fiestas para presentar a la gente nueva.
—Sí, pero Esme ha ofrecido cenas...
—Esto es diferente. Pero no te pongas así. La señorita Platt y mi padre son viejos amigos, desde antes que Rosalie y yo naciéramos.
—¿Y... y tu madre?
—¿No lo sabías? Mamá murió poco después del nacimiento de Rosalie. Papá es viudo desde hace más de veinte años.
—¿En serio?
Bella estaba muy confundida.
—Este es Emmett McCartyn —explicó Jasper—. Emmett, ésta es Bella. Y ahora debo ir a ver a Alice, mientras tú acompañas a cenar a la muchacha más hermosa de la fiesta.
—Es un placer —dijo Emmett McCartyn, galantemente—. ¿Quieres beber algo más, Bella? Tu champán parece no tener fuerza.
Cenaron en lo que Emmett explicó era el comedor pequeño y Bella no lograba imaginar el tamaño del otro si ése era el pequeño. Mientras contemplaba el sitio trataba de poner en claro todos sus pensamientos.
No tenía sentido alguno que Esme le hubiera pedido a Lord Cullen que hiciera una cena para ella; además, al recordar la actitud del padre de Jasper durante la primera visita, le costaba aceptar que su actitud aquella noche fuera espontánea. ¿Pero por qué se había dejado persuadir? ¿Se habría referido a eso Edward cuando habló de sacrificio? ¿Y con qué propósito?
Los invitados estaban sentados alrededor de una gran mesa: Bella se dio cuenta de que la muchacha que estaba sentada junto a Jasper era la que estaba con Rosalie cuando ella había entrado al salón. Rosalie estaba sentada en medio de un joven y de Edward, quien a su vez se hallaba sentado junto a Esme.
La muchacha sólo hablaba con Edward, y observándola desde el otro lado de la mesa, Bella experimentó una extraña irritación.
Bella había esperado que al terminar la cena, las mujeres se retiraran de la mesa dejando solos a los hombres, como solía hacerse antiguamente, pero los huéspedes de Lord Cullen abandonaron la mesa todos juntos, dirigiéndose a la sala en donde les servían el café y el brandy.
Bella rechazó el brandy que Emmett McCartyn le ofreció, pero aceptó la invitación de sentarse en el sofá. Mientras el joven iba a buscar los cafés, Bella descubrió la mirada de Esme fija en ella.
—Espero que Emmett te haya cuidado bien, querida —la voz de Rosalie, ligeramente sarcástica, la hizo desviar la vista—. Deberías saber que Jasper está casi comprometido con Alice, por lo tanto no vale la pena que pongas tus ojos en él.
Bella hizo un esfuerzo para mantenerse serena, y además tenía otras cosas en qué pensar.
—¿Qué pasa, Rosalie? —preguntó con tranquilidad—. ¿No soportas la competencia?
—¿Cómo te atreves tú?
—¿Cómo te atreves tú? —respondió Bella tranquilamente—. Tu hermano ya tiene edad suficiente como para saber lo que hace. ¿No te parece? Y además, no estoy buscando marido.
—¿Y entonces por qué ha preparado Esme esta cena? Porque fue ella la que la propuso. Supongo que lo sabes, porque a papá jamás se le hubiera ocurrido.
—Lo sé —respondió contenta de que no fuese Rosalie la que le diera la noticia—. Supongo que creyó que me hacía un favor.
—Ella sabía cómo reaccionaría Jasper. Sabe muy bien que desde hace meses, papá está haciendo lo imposible para que le proponga matrimonio a Alice. Por eso deliberadamente te puso en el camino, para complicar las cosas.
Bella estaba a punto de responder a la joven, pero pensó que había cierta lógica en lo que decía Rosalie. ¿Habría sido ése el objetivo de Esme? ¿Echarla en brazos de Jasper? ¿Sería esa la razón por la cual Edward se había mostrado tan reacio a asistir a la cena?
—De todas maneras, pensé que era mejor dejar las cosas, claras —dijo Rosalie arreglándose las mangas del vestido—. Y... ¡sorpresa, sorpresa! Ahí viene mi hermano.
Jasper las miró un poco extrañado pero de inmediato dirigiéndose a Bella preguntó:
—¿Lista para dar un paseo por la casa? Creo que comenzaremos por la biblioteca. Tenemos un manuscrito ilustrado que te gustará ver.
—¿Paseo por la casa? —repitió Rosalie en tono sarcástico mientras Jasper ayudaba a Bella a ponerse de pie.
—Tu hermano ha sido muy amable al ofrecerse a enseñarme la casa —dijo Bella—, pero si quieres puedes venir con nosotros. A mí no me importa.
—¡Pero a mí sí! —exclamó Jasper, indignado—. ¿Por qué no te metes en tus cosas, Rosalie? Yo no me meto cuando andas persiguiendo a Edward por toda la casa.
—Yo no persigo a Edward —protestó la joven—. Y de todas maneras a él no le molesta.
—Eso no es lo que yo pienso —respondió Jasper, con cierta confianza—. ¿Por qué no te vas a empolvar la nariz? Yo quiero conversar con Bella.
—¿Y qué me dices de Alice? ¿No crees que le debes algo?
—Creo que te deberé más a ti si no te guardas tus opiniones.
—Aquí viene Emmett. ¿Qué le vas a decir? —insistió Rosalie y Bella aceptó el café que el muchacho le ofrecía.
—Tu padre te andaba buscando, Jasper —comentó después de probar el café, y Rosalie rió con malicia.
—Creo que será mejor que dejemos el recorrido para otra ocasión —dijo Bella—. Quiero decir que no deberías abandonar a tu novia...
—Yo no tengo novia —afirmó Jasper mirando a su hermana con odio—.Pero está bien, tal vez éste no sea el mejor momento para estar juntos —le cogió la mano y le dijo al oído—: Te llamaré por teléfono —aseguró apretándole los dedos, y antes de que Bella pudiera responder, se alejó.
Rosalie miró a Bella, desafiante, pero después de un momento se encogió de hombros como renunciando a la idea de dirigir la vida de su hermano.
—¿En dónde está Edward? —murmuró casi para sí y de inmediato se alejó dejando solos a Emmett y a Bella.
—¿Te diviertes? —preguntó el joven, y Bella sintió deseos de reír.
—Sí, sí —aseguró, conteniéndose—. Ha sido una cena fascinante —y Emmett aceptó su respuesta como si hubiera sido exactamente lo que había esperado.
Gracias por la actualización
ResponderEliminarque buena historia... hay gato encerrado, parece ser que Esme quiere sabotear el noviazgo de jasper y alice.
ResponderEliminarGracias por actualizar.
Ay madre, esto cada vez se lía más
ResponderEliminarAsí que Esme quiere que Jasper se fije en Bella... pero por qué???? y Rosalie es muy desagradable... esto esta muy enredado.... Pobre Bella, debe estar igual de confundida a mi, jajajaja
ResponderEliminarBesos gigantes!!!!
XOXO