Ardiente Corazón - Capítulo 11

Cuando Bella despertó, Edward ya no estaba a su lado. Oyó el ruido de tazas y platos, y al abrir los ojos vio a Carmen de pie, junto a la cama, con una bandeja.

—Son las once —declaró la mujer con visible disgusto—. No es asunto mío decirle cuándo se tiene que levantar, pero supongo que no querrá perder la comunicación con la señorita Irina.
Bella estaba tan avergonzada y confundida que no entendía a qué se estaba refiriendo Carmen.

—¿La señorita Irina ha llamado aquí?

—Sí, poco después de las nueve, pero el señor Edward no me dejó despertarla.

—¿Él no se lo permitió? —preguntó ruborizándose—. ¿Fue él quien cogió el teléfono?

—No. Sólo me dijo que le pidiera a la señorita que llamara más tarde. Y ella dijo que lo haría a las once.

—Entiendo —Bella se humedeció los labios—. Y ¿en dónde está Edward?

—Trabajando. No todos nos podemos dar el lujo de estar en la cama hasta cualquier hora. Le dejo la bandeja.

—Oh, sí, sí, por favor, y gracias, Carmen. Siento mucho haber dormido hasta esta hora. No entiendo por qué estoy tan cansada.

—¿No lo entiende? ¿A qué hora se acostó anoche? No sé qué va a pensar la señorita Platt de que haya estado hasta tan tarde con ese muchachito. ¿No se da cuenta de que Lord Cullen nunca lo aprobará?

—No estuve hasta muy tarde —contradijo Bella—. De hecho, volví antes de las diez y media.

Pero al decir esto Bella se percató de que daba lugar a otro tipo de pregunta, por lo tanto, decidió cambiar de tema. Mirando la bandeja comentó:

—Es muy amable por su parte, Carmen. No sabe cuánto se lo agradezco. No era necesario que se tomara tantas molestias.

—Fueron órdenes del señor Edward. Espero que se lo tome —y salió de la habitación dejando a Bella con la impresión de que por primera vez no estaba enfadada con ella.

Mientras Bella se bebía el zumo de naranja, trataba de no pensar en lo sucedido la noche anterior. No quería recordar su propio comportamiento vergonzoso, pero le resultaba imposible. Suspiró al darse cuenta de que de haber permitido que Edward se fuera, nunca hubiera sabido lo que era realmente hacer el amor. Pero, por otro lado, tal vez hubiera sido mejor mantenerse en la ignorancia, ya que después de haberlo aprendido con Edward, jamás podría estar en brazos de otro hombre, se reclinó sobre la almohada. Si cerraba los ojos le parecía ver las manos de Edward recorriendo su cuerpo. Su pasión no había conocido límites, y ella le había respondido con plenitud.

Después se había dormido en sus brazos, y cuando él la había despertado de madrugada, le había respondido sin titubeos, ansiosa por volver a vivir ese éxtasis prohibido. Pero en ese momento, a la luz del día, todo era objeto de vergüenza y culpa.

Se sirvió una taza de café y se levantó. Al hacerlo no pudo evitar mirarse en el espejo. Por alguna razón había esperado verse diferente, comprobar que había marcas en su cuerpo, pero aparte de algún que otro rasguño, estaba igual que siempre. Sólo ella sabía que no era así.

Se estaba bañando cuando oyó que Carmen la llamaba. En ese momento recordó que debía ser la llamada de Irina. ¿Cómo podía haberla olvidado? Era un egoísmo terrible pensar sólo en ella.

—Su amiga otra vez en el teléfono —anunció Carmen—. ¿Le digo que enseguida la atenderá?

—Sí, por favor, Carmen —respondió Bella envolviéndose en una toalla—. Siento haberme demorado, pensé que tenía más tiempo.

En cuanto Carmen salió de la habitación, se cepilló un poco el cabello y después de ponerse una bata salió a coger el teléfono. No se preocupó por vestirse, porque de todas maneras Carmen era la única que la vería en bata.

Mientras bajaba la escalera se preguntó por qué la llamaría Irina, ya que hacía sólo dos días que había recibido su carta.

—¿Irina? Qué alegría hablar contigo después de tanto tiempo. Siento mucho no haber estado levantada cuando llamaste la primera vez.

—No te preocupes. Supongo que al ser enfermera me he acostumbrado a levantarme temprano. Siempre me despierto antes de las siete.

—Sí, claro —Bella trataba de encontrar una respuesta adecuada pero no podía. Probablemente Irina se mostraría horrorizada si le decía la verdad, por eso, apretando los labios preguntó—: ¿Cómo esas? ¿Cómo andas de la gripe? Pensaba escribirte hoy mismo.

—Por eso te llamaba. ¿Bella, puedes venir a Londres unos días?

—Pues... no lo sé —Bella tragó saliva.

—Ojalá pudieras. No sabes lo que es estar sola aquí. El apartamento está terriblemente vacío, y desde que Laurent trabaja de noche...

—¿Laurent ha empezado a trabajar de noche? —Laurent era el mejor amigo de Irina, además de vecino, y se dio cuenta de que seguramente su amiga extrañaba la agradable compañía del muchacho.

—Sí, precisamente ahora que estoy enferma.

—Mira, Irina, me gustaría poder ir a verte, pero hemos tenido un pequeño accidente y Esme está en el hospital...

—¿En el hospital?

—.,. sí, con fractura de cráneo —aclaró Bella.

Después le contó todo lo sucedido, sin mencionar la participación de Edward en el asunto. Irina ni siquiera sabía de la existencia de Edward, y además Bella estaba segura de que no aprobaría nada si se enterara.

—No sabes cuánto lo siento. Entonces debes quedarte allí. Por favor deséale suerte de mi parte la próxima vez que la veas.

—Lo haré —aseguró Bella, sintiéndose muy mal. Si al menos pudiera irse a Londres hasta que Esme regresara del hospital...

De pronto oyó que se cerraba una puerta. Se volvió y vio que Edward se acercaba a ella. Llevaba unos pantalones de pana bastante ajustados y una camisa color vino, la chaqueta la llevaba colgando de un hombro. Al verlo, Bella sintió que se le aceleraba el corazón.

Al sentir que una mano indiscreta se metía por el escote de la bata levantó la vista horrorizada, pero Edward le sonrió con sensualidad mientras le acariciaba la curva de los senos.

—Líbrate de ella, quienquiera que sea —le dijo, besándole el cuello.

—¿Con quién hablas? —preguntó Irina que había oído el murmullo de voces, y Bella de inmediato tapó el auricular.

—Déjame tranquila —le suplicó a Edward poniéndose de pie—. Estoy hablando con Irina.

—Ya lo sé, Carmen me lo ha dicho —y se sentó en el sillón que acababa de dejar Bella—. ¿Has dormido bien?

Bella no podía mirarlo a los ojos, por eso dándole la espalda dijo a su amiga:

—Mira, acaba de entrar una persona, creo que será mejor que te llame más tarde.

—Está bien. Me ha parecido oír una voz de hombre. ¿Es tu novio?

—No, no es mi novio —respondió Bella, mirando a Edward—. Es el novio de mi tía.

En el momento que colgaba el auricular la mano de Edward se posó en la de ella con fuerza.

—¿Todavía crees eso después de lo de anoche? Te aseguro que me dan ganas de ahorcarte.

—No sé a qué te refieres —le gritó, pero él la cogió de un brazo, y la obligó a entrar en la salita de Esme.

El pequeño escritorio en donde Esme solía contestar sus cartas estaba limpio y Edward, con violencia reprimida, sacó uno de los cajones y vació su contenido sobre la alfombra. Era evidente que buscaba algo. Bella no lograba imaginar qué, cuando de pronto le extendió un papel viejo y amarillento. Era un certificado de nacimiento. El de Edward, según el cual el diecisiete de enero de mil novecientos cincuenta y uno, Esmeralda Platt había dado a luz un varón.

Bella levantó la vista, confundida.

—Pero... esto...

—Supongo que no dudarás de su autenticidad...

—Pero esto significa que...

—... que Esme es mi madre, lo sé. ¿Acaso lo dudas? ¿Se te ocurre alguna otra razón por la cual me pueda sentir responsable de ella?                                                                           
—Pero yo pensé...

—Sé lo que pensaste.

—Era algo bastante razonable.

—¿De veras lo crees?

—Sabes que lo era —volvió a mirar el certificado de nacimiento— Pero falta... el nombre de tu padre...

—Te dije que era un bastardo... el bastardo de Esme. Por eso tú no debías saber la verdad.

—Pero, ¿por qué? ¿Por qué no? No es algo que me perturbe. Debiste decirme la verdad.

—Supuse que la habrías descubierto. Olvidé lo falsas que podéis ser las mujeres. Aun creyendo que yo era el amante de Esme permitiste que te sedujera anoche.

Bella le miró sin saber qué decir o hacer.

—Sabes muy bien por qué permití que me hicieras el amor. No lo pude evitar... te amo.

—Tú... me amas —la risa de Edward fue más cruel que cualquier otro castigo—. Jamás pensé oír algo semejante. Tú no amas a nadie más que a ti misma, Bella. Guarda esas palabras para Jasper... es él a quien Esme ha elegido como tu futuro esposo.

Después de decir esas palabras salió de la habitación dejando a Bella junto al montón de papeles tirados en el suelo. Se dijo que ojalá no entrara Carmen porque pensaría que ella lo había hecho. Mientras recogía todo, trataba de no mirar las cartas, ya que la correspondencia de Esme no le incumbía, pero un sobre llamó su atención, pues llevaba un sello de la India. Al mirarla detenidamente se dio cuenta de que la letra era de su padre. Dio la vuelta al sobre, y de pronto recordó algo que Edward le había dicho en relación a que su padre le había escrito a Esme, y ella lo había negado. Su padre jamás le había dicho que estaba en contacto con Esme, y su tía tampoco lo había mencionado.

En otras circunstancias no lo hubiera hecho, pero ésa no era una situación normal. Tenía que saber qué le había escrito su padre a Esme sin decirle nada a ella.

Dentro del sobre había una fotografía de ella que cayó al suelo al desdoblar la hoja de papel. Había sido sacada en la India, sólo unas semanas antes de la muerte de su padre. Llevaba puesto un sari y estaba junto a la piscina del hotel de Calcuta.

Cada vez más confundida miró la letra de su padre, y a medida que leía iban aumentando el dolor y la indignación. Esme debió haberle dicho la verdad, porque esa carta daba un sentido totalmente diferente a la muerte de Charlie Swan.

La carta era muy simple: solicitaba ayuda, no para él, sino para su hija. Charlie Swan decía que acababa de saber que tenía cáncer, y que le quedaba poco tiempo de vida. Era evidente que su padre se había puesto en contacto con Esme para saber si ella podría proporcionarle algún tipo de hogar cuando él muriera. También decía que había logrado convencer al médico de que no le dijera la verdad a Bella.

No era justo que Esme se hubiera mantenido callada, dejando que Bella creyera que su padre se había quitado la vida porque era incapaz de enfrentarse a las deudas, cuando lo que había tratado de hacer era evitarle a ella el gran costo de su incurable enfermedad.

Tardó una hora en ordenar otra vez el escritorio, y estaba cerrando el último cajón cuando apareció Carmen.

—¿Está bien? —preguntó la mujer—. ¿Ha estado llorando? El señor Edward salió de aquí como si se lo llevara el viento, y ahora usted preocupada...

—Estoy bien, Carmen. Seguramente me habré resfriado, eso es todo. Iré a vestirme. Si me permite...

—Su comida...

—No tengo hambre, Carmen —dijo Bella sonriendo con dificultad.

—¿Usted tampoco probará la exquisita comida que he preparado?

—Lo siento...

—Quisiera saber qué ha pasado. ¿Qué le ha dicho el señor Edward? Según parece nada agradable.

—Prefiero no hablar de eso.

—Yo le dije a la señorita Platt que él no aceptaría esta situación, pero no me quiso escuchar.

—¿Usted previno a Esme? —Bella sentía curiosidad muy a pesar suyo.

—Claro. Negar a su propia sangre. ¿Es acaso eso una manera correcta de comportarse?

—¿Pero por qué lo hizo? Seguramente la gente debe sospechar...

—No era ningún secreto hasta que usted vino. ¿Cómo podía serlo? Cuando fue ella misma quien le obligó a venir aquí para molestar a su señoría?

—¿Se refiere a Lord Cullen?

—Fue una crueldad para los dos, se lo dije en su momento, pero una mujer agraviada es una terrible enemiga, y la señorita Platt no olvida un agravio.

Era evidente que Carmen pensaba que ella sabía más de la cuenta, y en lugar de confesarle su ignorancia decidió probar suerte.

—Supongo que Lord Cullen se molestó por el hecho de que Esme trajera a su hijo a vivir aquí.

—Estaba furioso al principio y con razón. Él también pagó por su error, por eso el señorito recibió la mejor educación que el dinero pudiera brindarle.

—¿Quiere decir... quiere decir que Edward es hijo de Lord Cullen?

—¿Acaso no se lo dijo?

—No, eso no.

—Pues si ya sabe el resto, se merece saber también esto.

—Ya empiezo a entender todo —comentó Bella, desplomándose en una silla.

—Todo eso ya quedó atrás —comentó la mujer.

—¿Por qué no me dice cuándo llegó Edward a Knight's Ferry? Usted ha dicho que fue algo muy cruel. ¿Por qué?

—Pues... cuando la señorita Platt era jovencita, llegó a tener esperanzas de casarse con su señoría, pero eso no sucedió, porque él estaba comprometido con su prima Margarita y se casó con ella.

—Edward... Edward trató de decirme algo en torno a esto —dijo Bella recordando la conversación de la biblioteca. Pero ella se comportó muy tercamente, y él perdió la paciencia.

—Pensé que lo haría —dijo Carmen—. No es una historia agradable. Seguramente ella lamentó muchas veces su descuido, pero para ese entonces ya era tarde.

—¿Y qué sucedió?

—Para empezar, no tenían hijos. No me pregunte por qué. Y entonces su señoría comenzó a cortejar nuevamente a la señorita, y ella como una tonta le dio todos los gustos. Como podrá adivinar, quedó embarazada, y para evitar el escándalo, su señoría hizo todos los arreglos necesarios para que ella se fuera a un pequeño pueblo de Escocia donde nadie la conocía. Allí pudo tener a su bebé en paz y con todas las comodidades. En ese pueblo nací yo también.

—Entiendo.

—Claro, él tenía que prometerle todo tipo de cosas para lograr que ella hiciera lo que él quería. Tal vez en ese momento pensó en separarse de su mujer y casarse con otra, pero Lady Cullen quedó embarazada y mi pobre señorita quedó desamparada.

Bella sintió lástima al imaginar a Esme joven y con un hijo en camino, pero sola. Las cosas eran diferentes en aquellos días. Las madres solteras ya no eran los parias de la sociedad.

—Después del nacimiento del niño, Lord Cullen hizo los arreglos necesarios para que lo criara una familia respetable de Sussex, y por eso el joven Edward asistió a la misma escuela que su medio hermano.

De ahí que Jasper y Edward tuvieran un trato tan familiar, pensó Bella, mientras iba armando el rompecabezas. Además, explicaba otra cosa... por qué ella jamás había oído hablar de Edward, y por qué jamás había acompañado a Esme cuando la había ido a visitar a la escuela. Lo que le resultaba extraño era que Esme hubiera sido capaz de visitar a la hija de su primo, pero nunca a su propio hijo.

—La esposa de su señoría murió poco después de dar a luz a Rosalie —siguió diciendo Carmen—, y fue entonces cuando nació el verdadero rencor de la señorita Platt. Yo le dije que era absurdo seguir pensando en él después de tantos años, pero no me prestó atención...

—¿Acaso esperaba que Lord Cullen se casara con ella?

—Casi se muere cuando él le dijo que jamás lo haría. Pero el hombre no podía hacerlo, porque sabía que en ese caso ella le exigiría que reconociera a Edward. ¿Y cómo hacer algo que privara a Jasper de los derechos de primogenitura?

—Entonces Esme trajo a Edward a vivir aquí... sabiendo cómo se sentiría Lord Cullen?

—Yo le dije que era una crueldad, especialmente para Edward.

—Supongo que sí —Bella levantó la vista hacia Carmen—. Pero él la quiere de todas maneras.

—Claro que sí. Es la clase de hombre que puede sentir el lío que ella hizo de su vida, pero jamás le hará daño.

—¿El lío?

—Sí. Él acababa de presentarse a los exámenes para ingresar en la universidad... iba a estudiar leyes, y ella lo convenció de que abandonara la idea y lo trajo aquí, para trabajar para su propio padre.

—¿Y qué hizo Lord Cullen? ¿Le dio trabajo?

—¿Es que no los ha visto juntos? El hombre parece creer que el sol sale gracias a él, y el pobre Jasper sufre con las comparaciones.

—¿Dice usted que Lord Cullen... quiere a Edward?

—Por supuesto.

—¿Y lo saben sus hijos?

—¿Jasper y Rosalie? Creo que Jasper ya lo ha adivinado, pero Rosalie no.

—Oh, entiendo.

—... por eso la señorita Platt no soporta la amistad que mantiene Edward con su hermana. Pero no tiene por qué preocuparse, ya que me temo que los intereses de Edward van por otro camino.

Al ver que Carmen la observaba detenidamente, Bella se sonrojó.

—No... no lo creo después de lo que sucedió. Dudo que quiera volver a dirigirme la palabra y pienso que nunca me lo perdonará.

—Debo reconocer que todo esto es un gran lío.

—Sí —aceptó Bella, poniéndose de pie.

—¿Usted le ama, verdad? —preguntó la mujer mirándola a los ojos—. Creo que la señorita Platt es más perceptiva de lo que creí. No entiendo por qué ideó todo este plan.

Bella pestañeó para hacer desaparecer las lágrimas que pugnaban por salir. Se sentía demasiado confundida como para tratar de comprender a qué plan se refería Carmen. Le dolía mucho la cabeza y no sabía lo que debía hacer.


6 comentarios:

  1. Ahora si empiezo a entenderlo todo, lo único que no se, es por qué Esme quiere casar a Jasper y a Bella... aunque si es muy duro vivir cerca a quien amas, y que esa persona lo niegue ante todos!!! Carlisle es un inmaduro!!!!
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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  2. Rodo se comienza s a descubrir
    Gracias por la actualización

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  3. Lo adiviné al menos una de los secretos, pero lo cierto es que tanto Esme como Carlisle no han actuado bien. Probablemente Bella se vaya puesto que Edward ya no quiere saber nada de ella, y no creo que Bella se preste a los juegos de Esme por más tiempo, ahora que ya sabe toda la verdad

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  4. ahora si que se esta destapando la olla... y ya se aclararon muchas dudas.
    gracias por actualizar.

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  5. Para cuando actualizan?

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