Capítulo 8: Nuevas y Mejores Oportunidades

Renesmee llegó al banco cinco minutos antes de la hora de cerrar y esperó en silencio en una de las sillas de la oficina de Bella. Parecía distraída, y Bella se preocupó.

—¿Qué te pasa? —le preguntó, mientras se ponía el abrigo y el bolso.

Renesmee se encogió de hombros.


—A veces, me gustaría ser Jessica Fletcher*, y resolver misterios.

Bella puso una mano en la espalda de Renesmee, y la empujó suavemente hacia la puerta de la oficina.

—¿Qué misterios resolverías?

—Averiguaría quién es mi verdadera mamá, y le preguntaría por qué no me quiso.

Bella sintió un nudo en la garganta. Sin embargo, se obligó a sonreír.

—Seguro que te quiso, mucho, mucho… —dijo.

Renesmee volvió a encogerse de hombros, y las dos fueron hasta el coche de Bella.

Cuando llegaron a su casa, preparó un chocolate para Renesmee y un café para ella. El apartamento estaba caliente.

—Deberías poner el árbol de Navidad aquí —anunció Renesmee, señalando un rincón junto a las ventanas que daban hacia la calle. Giró formando un círculo, con los brazos extendidos.

—Eso pensaba —respondió Bella. Puso el chocolate en la mesita, frente al sofá.

—¿Cuándo vas a ponerlo? —preguntó Renesmee.

—Creo que este fin de semana. Es probable que consiga uno, mientras vamos a buscar el árbol de tu tío, este sábado.

—Si una persona pierde un papá y después consigue otro, ¿también el segundo puede morir? —preguntó Renesmee mientras tomaba el chocolate.

Bella comprendió que Edward le había dicho a Renesmee quién era él. Respiró hondo para controlarse. ¿También le había dicho quién era su verdadera madre?

—Cariño, cualquiera puede morir, y la mayoría de las veces no sabemos cuándo va a suceder —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Pero no puedes vivir pensando en el dolor. No puedes decir: «No voy a querer a esta persona, porque si la quiero voy a pasarlo mal en algún momento».

Inesperadamente, Renesmee empezó a llorar. Dejó el chocolate y se sentó encima de Bella, sollozando. Bella la abrazó, con los ojos nublados por las lágrimas.

—No pasa nada, cariño. Llora…

—¡El tío Edward es un policía! Pueden dispararle, y su coche puede salirse de la carretera cuando va persiguiendo a alguien…

Bella le besó la frente y dijo:

—También puede vivir hasta convertirse en un anciano, cariño, como su abuelo.

Después de un tiempo, Renesmee empezó a calmarse.

—Creo… que será mejor que me tomes las medidas para el disfraz —dijo—. Esta noche tengo que ir a ensayar. La tía Irina vendrá a recogerme, cuando cierre la librería.

Bella asintió y fue a buscar el cesto de costura. tomó las medidas a Renesmee.

Unos minutos más tarde, Edward se presentó para recogerla, en vez de Irina. Le dijo a Renesmee que lo esperara en el coche, y se quedó en la puerta del apartamento, con expresión ausente.

—Se lo has dicho —dijo Bella en la puerta. Sabía que no entraría, aunque lo invitara.

Edward suspiró.

—Sí, le he contado una parte —hizo una pausa, antes de dejar caer la bomba que destrozaría los sueños de Bella—. Renesmee ha sufrido más en sus nueve años que lo que mucha gente soporta durante toda su vida. Quiero que te mantengas alejada de ella, hasta que todos recuperemos el equilibrio.

Por un momento, Bella se aferró a la esperanza de pensar que no había oído bien.

—¿Mantenerme alejada? —preguntó.


—No quiero que se encariñe contigo y que más tarde resulte herida cuando decidas que los pueblos pequeños y los niños no son para ti y te vayas.

No te permitiré hacerme esto, Edward… quiero a esa niña tanto como tú.

—Puedes hablar de amor, pero se necesita mucho más que eso para educar a una niña. Debes soportar los tiempos difíciles, y no creo que sepas hacerlo.

Se dio la vuelta y se marchó. Bella empezó a llamarlo, pero se controló. Era evidente que Edward había tomado una decisión, y no se podía razonar con él.

Cerró la puerta y colocó la tela para el disfraz de Renesmee sobre la mesa de la cocina. A través de las lágrimas intentó leer las instrucciones. Estuvo trabajando hasta que terminó el disfraz.




A la mañana siguiente fue a trabajar como todos los días. Dejó el disfraz de Renesmee en la librería de Irina. Cuando llegó al banco, tomó la guía telefónica de Forks y buscó el nombre de un abogado.

Solo había tres abogados en el pueblo. El primero era uno de los mejores amigos de Edward. Telefoneó al segundo, un hombre llamado Jason Jenks, y concertó una cita.

El sábado por la mañana, Bella compró un árbol de los que vendían enfrente del supermercado. Su espíritu navideño había desaparecido; ponía el árbol para guardar las apariencias, pues Renee y Phil se preocuparían si no lo hiciera.

Alice llegó cuando estaba poniendo las luces.

—Creía que ibas a ir a buscar un árbol con Edward y Renesmee —comentó su amiga, mientras se quitaba el abrigo—. No pensaba pasarme, pero te he visto por la ventana.

—¿No se suponía que este fin de semana ibas a ir a esquiar con ese novio nuevo? —le preguntó Bella, obligándose a controlar las lágrimas.

Alice levantó la mirada.

—Resultó ser otro hombre desagradable —respondió.

Bella rio, a pesar del dolor de su propia situación.

—¿Quieres un café?

—¿Café? —preguntó Alice—. ¡Encantada!

Mientras preparaba el café, Bella tuvo tiempo para tranquilizarse. Sin embargo, era inevitable que Alice volviera a preguntar por qué no había pasado el día con Edward y Renesmee, como estaba planeado.

Tan pronto como regresó con las dos tazas humeantes y se sentó en el sofá, su amiga preguntó:

—¿Qué ha pasado entre Edward y tú?

Bella suspiró. Nunca le había dicho toda la verdad a Alice, pero en aquel momento sintió que debía hacerlo. Le contó cómo el juez la había obligado a irse del pueblo, cómo había vuelto y había descubierto que la hija que había dado en adopción había sido adoptada por Emmett y Rosalie, y cómo Edward le había ordenado que se apartara de Renesmee. Alice preguntó:

—¿Y le vas a permitir salirse con la suya?

—No. Le he puesto una demanda para tener derecho a visitarla —respondió Bella. Miró su reloj y volvió a suspirar—. Edward recibirá pronto los papeles.

Alice dejó su taza y se tapó los oídos como si esperara una explosión. Después, sonrió y bajó las manos.

—Esto le dará a la representación navideña de esta noche un alto grado de tensión dramática. Vas a venir, ¿verdad?

—Por nada del mundo me lo perdería —aseguró Bella.

—Bien por ti —dijo Alice.

Bella pensó que para su amiga era fácil decirlo.




—¿Edward Cullen?

Edward se detuvo en el vestíbulo de la comisaría y frunció el ceño al ver al hombre que estaba de pie a su lado.

—Sabes quién soy, Harry —respondió Edward—. Solía llevarte el periódico.

Harry se ruborizó y dijo:

—Lo siento, Edward —le entregó un documento doblado.

Edward maldijo entre dientes y aceptó los papeles sin pedir explicación. Reconocía una demanda en cuanto la veía, y nadie necesitaba decirle quién estaba detrás de eso.




Renee y Phil llegaron al apartamento de Bella a las seis en punto, llevando una flor de Pascua. Phil inspiró hondo, sonrió y exclamó:

—¡Qué bien huele! Seguro que eres tan buena cocinera como tu madre —le pasó un brazo por los hombros.

Bella hizo un esfuerzo por sonreír.

—Es mi especialidad, arroz tostado.

Phil dijo que esperaba con ansiedad la hora de la cena, y se sentó en el sillón para ver el telediario. Renee se reunió con ella en la cocina.

—Pareces nerviosa —comentó su madre—. ¿Qué ha pasado?

Bella sacó la comida del horno y la ensalada de la nevera.

—Gracias por la flor de Pascua, mamá —dijo, intentando cambiar de tema—. Es preciosa.

—Bella.

Bella suspiró y se enfrentó a su madre.

—Edward me ha declarado la guerra, y yo he respondido el ataque.

—¿Qué quieres decir con eso de que Edward te ha declarado la guerra?

—Le ha dicho a Renesmee que era su padre. Después, me ha dicho que me mantenga lejos de ella, hasta nuevo aviso. Por lo tanto, he ido a un abogado y le he puesto una demanda.

Renée palideció.

—¿Cuál ha sido la respuesta de Edward?

—Todavía no lo sé. Es probable que no haya recibido los papeles esta tarde.

Renée suspiró y la abrazó con fuerza.

—Bueno, lo hecho, hecho está. Por supuesto, Phil y yo estaremos de tu lado.

—Siento que esto haya tenido que pasar ahora, mamá, justamente antes de tu boda.

Renée y Phil se iban a casar el día de Fin de Año.

—No te preocupes por eso —dijo su madre—. No tienes por qué abarcarlo todo.

—¿Estás de mi lado? —preguntó Bella sorprendida.

—¿Esperabas que me pusiera del lado de Edward?

—Sé que Edward te gusta.

Renée le besó la mejilla.

—Tal vez, pero a ti te quiero.

Los tres cenaron tranquilamente. Después de lavar los platos fueron juntos a la función navideña.

—Cuando vuelvas a casa, después de haber visto a Renesmee, quiero que mires bien aquella vieja fotografía de tu abuela Marie —le pidió Bella, y Renee asintió.

Cuando llegaron a la iglesia siguieron a la multitud que entraba para asistir a la representación. Bella buscó a Edward entre la gente y se sintió aliviada al no verlo. Con optimismo pensó que quizá había tenido que trabajar y no podía asistir.

Un segundo después de haber formulado ese pensamiento, Edward llegó y se sentó exactamente enfrente de ella, no sin antes dirigirle una mirada desafiante. Phil, que no sospechaba nada, le tendió la mano y dijo:

—Hola, Edward. ¿Cómo va el orden público de estos días?

—Por desgracia, muy mal —respondió él y estrechó la mano de Phil. Después miró a Renee, guiñó un ojo y añadió—: A propósito, Phil, felicidades por haber conseguido a la chica más guapa del pueblo.

La amistad de Phil y Renee con Edward le resultaba muy difícil de asimilar a Bella. Sintió un gran alivio cuando el organista empezó a tocar y todos se sentaron.

Encendieron las velas y apagaron las luces. El sacerdote pronunció un pequeño sermón sobre el significado de aquellas fechas. Bella intentó concentrarse, pero lo único que podía hacer era mirar la espalda de Edward y sentir pena porque, después de tantos años, no conseguían siquiera tratarse educadamente.

El sacerdote terminó de hablar y empezó la función. María y José caminaron por el pasillo central, hasta llegar a una puerta de cartón. José la golpeó haciendo que se moviera peligrosamente. Abrieron la puerta, y se oyó la indicación de Alice desde la primera fila. Informaron a la pareja de que no había sitio en la posada, pero que podían dormir en el establo si lo deseaban.

María y José se dirigieron haría el establo, se arrodillaron en la paja, como para rezar, y hubo un momento de dramático suspense. Alice se apresuró a colocar un muñeco en el pesebre.

Los pastores entraron por el pasillo, y los ángeles aparecieron por la puerta. Bella sintió un nudo en la garganta al ver a Renesmee entre los demás niños.

Cantaron villancicos y recitaron poesías, pero Bella solo tenía ojos para su hija. La función se hizo demasiado corta. Todos los actores se reunieron en el pasillo para recoger su recompensa de galletas y chocolate caliente. Los ojos de Renesmee se encontraron con los de Bella, que sintió un gran dolor al ver su expresión de tristeza.

Era evidente que Edward le había comunicado su decisión de mantenerlas apartadas. Sintió una ira muy grande y salió de la iglesia. Se aferró a la barandilla de las escaleras, llorando de rabia. Presintió la presencia de Edward antes de que dijera nada.

—Bella…

—¿Creías que no iba a pelear, Edward? —murmuró—. ¿Pensabas que permitiría que alejaras a Renesmee de mí, como lo hizo tu abuelo?

—Bella, escúchame.

—¡No, no quiero escucharte! —terminó de bajar los escalones—. Ya he escuchado todo, Edward. Dices que temes que Renesmee me quiera y que yo la deje, pero la verdad es que quieres castigarme porque te herí. No piensas en ella, sino en ti.

Guardaron silencio mientras pasaban unas personas a su lado. Edward la agarró del brazo y la llevó hacia la calle.

—Tal vez piense en mí mismo… al fin y al cabo te conozco mejor que nadie… pero tú no estás actuando por puro altruismo, jovencita. Quieres tranquilizar tu conciencia, y no usarás a Renesmee para lograrlo.

—Renesmee lo averiguará, Edward —dijo Bella, haciendo un gran esfuerzo para controlar su genio—. ¡No se necesita ser un científico para comprender las fotografías del anuario!

—Me haré cargo de todo cuando llegue el momento —dijo Edward—. Por ahora, quiero que la dejes en paz.

Antes de que Bella pudiera responder, vio a un ángel con coletas mirándolos desde las escaleras de la iglesia. Bella deseó abrazar a su hija y decirle que la quería, que tener que abandonarla había sido lo peor de su vida.


—Vamos a dejar de discutir, Edward, hay un ángel a la vista.

Edward se dio la vuelta y vio a Renesmee. Inmediatamente se acercó a ella.

—¡Has estado fantástica! —le dijo, y la abrazó—. Vamos a tomar chocolate, antes de que se termine.

Renesmee miró a Bella y movió sus deditos en señal de despedida.

Bella esperó en las escaleras a que Renee y Phil salieran. Pensó que tal vez Edward tenía razón, quizá solo estaba pensando en sí misma, era probable que fuera mejor irse del pueblo y empezar una nueva vida en otro sitio.

Phil y Renée la llevaron a casa. Después de despedirse, entró en su apartamento y se sentó en el sofá, sin quitarse el abrigo, y murmuró:

—Oh, Jasper, ¿qué debo hacer… irme o quedarme?

Suspiró y se quitó el abrigo y los guantes. Encendió el televisor.

Estuvo viendo la televisión durante horas sin enterarse de nada. Se quedó dormida, y se despertó sintiéndose dolorida y con frío. Se levantó, apagó el televisor y las luces del árbol y se fue a la cama. Debería enfrentarse a un nuevo día, la guerra entre Edward y ella continuaría, y necesitaba de todas sus fuerzas.

A la mañana siguiente, Bella llegó a trabajar a las nueve y, como el banco no habría hasta las diez, utilizó su llave para entrar. Los dos cajeros le sonrieron y le dieron los buenos días al unísono. Bella respondió de forma maquinal.

En cuanto dejó el bolso y tomó la agenda, entró Charlotte, una de las secretarias.

—Alguien ha venido a verte anoche o esta mañana —informó la chica con una sonrisa y le entregó un sobre, junto con un café—. He encontrado esto en el buzón.

—Gracias —dijo, y tomó el sobre, nerviosa. Cuando Charlotte se fue, lo abrió. Sacó una hoja de papel doblada que empezaba así: Querida Bella… Era una letra infantil. Cegada por las lágrimas, descolgó el auricular y siguió leyendo.





Renesmee estaba junto a la vía del tren. Debajo del brazo llevaba el anuario del tío Edward, y en el otro, una alcancía. Cuando el tren llegara y se detuviera, tenía la intención de subir a uno de los vagones de carga, como había visto hacer a una niña en una película.

Tenía los pies fríos, aunque llevaba puestos dos pares de calcetines. Vestía unos pantalones muy viejos, una camisa de franela y ropa interior de lana, para no caer enferma como le había sucedido a Beth en Mujercitas.

Pensó que quizá no debería haber dejado aquella estúpida nota en el buzón del banco, porque Bella tal vez llamara al tío Edward cuando la leyera.

Pensó en Bella, dejó la hucha y el anuario en la nieve y se abrazó. Si Bella no quería ser su mamá, estaba bien; ella tampoco querría ser su hija.

Se oyó el silbido del tren a lo lejos y respiró hondo. Temía que las lágrimas se congelaran en sus pestañas si lloraba… y tenía ganas de llorar. Había adivinado que Bella era alguien especial desde el primer momento en que la vio. La noche anterior, en la cama, sin poder dormir, de pronto lo había comprendido todo. Las palabras que había pronunciado Bella en la acera, frente a la iglesia, le habían llegado a la cabeza y había entendido su significado perfectamente: «Renesmee lo averiguará, Edward. No se necesita ser un científico para comprender las fotografías del anuario».

El tío Edward había admitido que era su padre… Bella y él habían estado enamorados diez años antes… y ella tenía nueve años. Además, la tía Irina le había dicho que el tío Edward siempre estaba enfadado con Bella porque la había querido mucho hacía tiempo y ella se había ido.

Renesmee se secó la nariz con la mano enguantada. Si pudiera tener como mamá a cualquier mujer en el mundo, además de la que había perdido en el accidente, escogería a Bella Swan. Por lo tanto, le resultaba imposible aceptar que ella no la había querido, que se había ido y la había dejado en el mismo hospital dónde nació.

Por ese motivo, Renesmee había decidido marcharse, a pesar de que casi era Navidad y era probable que el tío Edward le diera un aguinaldo.

Vio cómo se acercaba el tren, lo había visto detenerse en ese lugar muchas veces. Recogió el anuario y la hucha y se preparó para abordarlo. Tenía la esperanza de que el billete no le costara más de quince dólares con ochenta y siete centavos.





—¡Edward! —exclamó Bella cuando él contestó al teléfono—. ¡Renesmee se ha escapado! Ha dejado una nota en el buzón del banco… ¡Oh, Edward, haz algo!

Con voz sorprendentemente tranquila, Edward dijo:

—Bella, contrólate. ¿Ha dicho adónde iba?

—No —respondió, dominada por el pánico.

—Léeme la nota —pidió Edward.

Con mano temblorosa, Bella leyó:

«Querida Bella: Si no me quieres, está bien, porque yo tampoco te quiero. Me dejaste en el hospital. El motivo por el que no puedo quedarme es porque no quiero que el tío Edward y tú os peleéis más por mí. No quiero verte en el banco y saber que no me quisiste lo suficiente para mantenerme a tu lado. Sé que el tío Edward y la tía Irina me echarán de menos, y que me iban a regalar muchas cosas en Navidad. Supongo que podrán devolver todo lo que compraron y recuperar el dinero. Te quiere, Renesmee».

—Escúchame —dijo Edward—. Vamos a encontrarla. Voy a enviar a un oficial a la estación de autobuses, y cubriremos todas las carreteras que salen del pueblo. Renesmee estará bien, Bella.

—¿Como Jasper, Rosalie y Emmett?

—Basta, Bella.

—Ven a buscarme, Edward, quiero ir contigo.

—Llegaré dentro de cinco minutos. Si no estás en la acera, ni siquiera me detendré a esperarte, ¿entendido?

—Está claro, Edward.

Edward colgó y Bella le explicó al señor Stanley que había una emergencia en su familia, aunque no entró en detalles.

En el momento en que salía del banco, apareció el coche patrulla de Edward. Antes de que Bella pudiera cerrar la puerta, Edward había puesto el coche en marcha.

—Supongo que estarás satisfecha —dijo él, antes de agarrar el micrófono de la radio para mandar a sus hombres a diferentes sitios.

Bella se mordió el labio y no respondió. Si algo le había pasado a Renesmee, nunca se lo perdonaría.





Jessica Beatrice Fletcher, es el personaje protagonista de la serie de televisión Se ha escrito un crimen, interpretado por la actriz Angela Lansbury. El éxito de la serie, que llegó a tener doce temporadas y 264 episodios, hizo que el personaje de Jessica Fletcher apareciese también en algunas películas para televisión, posteriores a la cancelación de la serie, y en varias novelas. Todas ellas, tanto las películas como las novelas, mantienen la misma estructura narrativa que los episodios de la serie.




10 comentarios:

  1. Wow por q se tuvo q ir la nena , ojalá y l encuentren y deje q Bella le explique q pasó auqnue edward no le cree pero tiene q a ver algo para q entienda que el único responsable es el abuelo ... sube pronto please ... gracias xx ��

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  2. Pues no me gusta nada la actitud de Edward, Mucha culpa la tiene él. Parece el ombligo del mundo... Gracias por el capítulo

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  3. Ay no... creo que todo esto no es solo culpa de Bella, como dice, sino también de él, por no aceptar que Bella si lo quería, sino luchar y tratarla mal desde un inicio... ella no se merece sufrir así, y Edward debe comprender que lo quiso tanto que no quería nada malo para él ni para Renessme....
    Besos gigantes!!!!
    XOXO

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  4. Oooohhh. Pobre Renesmee. Espero la encuentren antes de que se vaya. Gracias por el capi.

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  5. Qué angustia y no puedo con el dolor de Bella.
    Todo es tan injusto.

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  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  7. Dios. Que ya Edward deje de echarle la culpa de todo a Bella. Es el colmo. Ojala n0 pase nada malo.

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  8. Este par me dan ganas de darles sus nalgadas , a Edward x terco y no escuchar explicaciones y creerse con todos los derechos de ser quien tiene toda la razón y no pensar en su hija ni en nadie mas, a BELLA x no decir la verdad y exigirle a Edward que la escuche asta que le diga todo como en realidad paso ahora Nesse esta perdida y me enoja que x culpa de un viejo amargado todos sufran ojala ese viejo verde hable y diga la verdad y que encuentren a la nena antes de salir del pueblo , gracias. 😉❤😘💕

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  9. Me ha encantado mucho esta historia,no puedo creer q Edward se niegue a creer o no acepte q Bella no hizo nada por el dinero de su abuelo sino para q no metieran en la carcel a su hermano Jasper.Ojala encuentren a Renesmee antes d q se vaya en el tren.

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