Mi Lugar en el mundo 10

Vio entonces una gran sonrisa de felicidad en el rostro de Edward un momento antes de que se acercara a su boca para besarla y conducirla a través de un sensual viaje hasta los confines de un placer nunca antes conocido.

Los siguientes días pasaron volando en un remolino de actividad. No sólo tenía que dejar cerrados los últimos detalles de la subasta sino que también tenía que atender las llamadas de su madrastra cada quince minutos para darle nuevas sugerencias para la boda.

Teresa se había decepcionado al saber que la fecha sería en dos semanas, argumentando que una boda no podía organizarse con menos de seis meses. Charlie, por su parte, había dicho que quería que su hija tuviera una boda siciliana tradicional, pero tanto Bella como Edward se habían mantenido firmes.

Bella no sabía muy bien por qué Edward tenía la necesidad de casarse tan rápidamente, pero sí conocía sus propios motivos. No podía evitar tener la seguridad de que estaba embarazada desde la noche que pasaron en la cámara. Aunque para él era como si ya estuvieran casados, ella quería hacerlo legal si era cierto que estaba embarazada.

—¿Cómo se tomó Shawna la noticia de la boda?

Bella levantó la vista de la lista de invitados a la subasta. Edward le había dicho que podía trabajar en la biblioteca y le había facilitado todos los instrumentos que ella le había pedido: un fax, un ordenador con conexión a Internet, un teléfono con dos líneas; todo lo que le pedía, se lo daba. Sonrió al hombre que actuaba como si nada fuera suficiente para ella.

—A mi madre no le gusta la institución del matrimonio, ya sabes.

El asintió sin perder la luminosidad de su rostro satisfecho. Que Shawna no lo aprobara no iba a amargarle la fiesta.

—Me ha deseado lo mejor.

—¿Vendrá a la boda?

—No. Está trabajando y no tiene tiempo.

Aquello no parecía haberla molestado. Había terminado por comprender que ella no tenía la culpa de que su madre no mostrase afecto, sino que era más bien un defecto de su maquillaje emocional.

—¿Estás bien? —dijo él poniéndole la mano en el hombro.

—Sí. Shawna no debería haber tenido una hija nunca.

—Me alegro de que se diera cuenta después de que tú hubieras nacido, cara.

El corazón de Bella se llenó de ternura y se inclinó sobre él.

—Casi he terminado con la lista de invitados a la subasta.

—La necesitaré para hacer la comprobación de última hora de los asistentes.

—El señor Di Adamo no puede permitirse ese nivel de seguridad.

—No me importa lo que pueda permitirse. Se trata de tu seguridad y no correré ningún riesgo —dijo él mirándola como si hubiera perdido la cabeza.

—En otras palabras, no vas a cobrarle nada.

—Eres mía. Yo protejo lo que es mío.

—¿Te has preguntado alguna vez si has nacido en el milenio adecuado? Eres un dinosaurio en lo que se refiere a las relaciones.

—¿Y eso es malo o no? —preguntó él con una expresión que ella no pudo descifrar. Era algo que parecía preocuparlo.

—Está bien. Si pensara que me agobias o te metes demasiado en mi camino, te lo diría.

—Es cierto. No eres tímida a la hora de dar tu opinión.

—Y tampoco corro peligro. Hemos contratado al mejor subastador y dos de tus hombres se ocuparán de mostrar las joyas. Mi papel será muy secundario. Será el señor Di Adamo quien estará en la tarima, no yo.

Edward la miró con expresión de granito.

—Está bien. Te daré la lista —dijo finalmente—. Ni siquiera sé por qué me molesto en discutir. Y dime, ¿está todo listo para que la joyería Di Adamo vuelva a abrirse?

—Sí. Tu jefe está contento con el nuevo sistema de seguridad.

—Estoy segura de ello —dijo ella mientras seguía comprobando los nombres de la lista. Entonces levantó de nuevo la cabeza—. ¿Edward?

—¿Sí?

—Milán está demasiado lejos para que pueda ir desde allí a trabajar.

—Es cierto —afirmó él con cautela.

—No me gusta dejar tirado a mi jefe. Ha dependido mucho de mí en los últimos años. Le rompería el corazón si perdiera la tienda después de todo esto por no tener la fuerza para dirigirla.

No sabía cuál podría ser la solución. Edward no podía cambiar la sede principal de Milán y ella no estaba muy segura de querer seguir trabajando después del nacimiento del bebé. Quería ser madre más que nada en el mundo. Su pasión por la gemología (1) había pasado a un segundo término.

Pero pensar en la confianza que el señor Di Adamo tenía en ella y que iba a traicionar al abandonarlo le dejaba un vacío en el estómago.

—¿Qué ocurre? —preguntó al estudiar con más detalle los ojos de Edward.

—Nada malo.

Ella entornó los ojos tratando de interpretar el tono de su voz y la expresión de su rostro.

—¿Qué me estás ocultando?

—He buscado un nuevo ayudante para el señor Di Adamo —dijo Edward poniéndose rígido.

—¿Cuándo?

—Empecé la búsqueda el día que vinimos a Sicilia.

Tal vez debería estar enfadada, pero lo conocía demasiado bien para que algo así la sorprendiera. Desde el principio había tenido la intención de casarse con ella y sabía que el dilema de su jefe pesaba sobre ella. Simplemente se había ocupado de todos los obstáculos que conducían a la obtención de su objetivo.

—El señor Di Adamo no me ha dicho nada.

—Le dije que lo guardara en secreto.

—Ya veo —dijo al tiempo que volvía su atención de nuevo a la lista y escribía algo que quería preguntar al servicio de catering. Entonces sacó el cuaderno que estaba utilizando para apuntar los detalles de la boda y puso la misma nota sobre el catering.

—No ibas a poder trabajar en Di Adamo y vivir en Milán.

—Cierto —dijo ella entrando en el correo y descargándose los mensajes.

—Habría sido una situación imposible. Seguro que tú también lo pensaste.

—Imposible. Sí —no le estaba prestando mucha atención porque de pronto se le había ocurrido que quería una boda tradicional, con vestido blanco, y no sabía si podría conseguir uno con tan poco tiempo de antelación—. Apuesto a que Shawna conoce a alguien—murmuró mientras buscaba la dirección de su madre. Llamaría a su secretaria. Aquella mujer conocía a muchos diseñadores de Nueva York.

—No tienes motivos para enfadarte conmigo.

—¿Enfadarme? —dijo descolgando el teléfono y marcando el número, pero entonces se dio cuenta de la diferencia horaria y colgó.

—Una mujer embarazada no debería trabajar en un lugar tan peligroso. Te dispararon.

El tono urgente en la voz de Edward hizo que le prestara atención de nuevo.

—¿Qué?

—Es lo mejor —dijo con determinación mirándola con los ojos marrón oscuro.

—¿Qué es lo mejor? —preguntó ella segura de que se había perdido algo.

—El nuevo ayudante para el señor Di Adamo.

—¿He dicho yo que no lo fuera?

—No podrías continuar tras la boda. No sería práctico.

—Estoy de acuerdo.

Más que tranquilizarlo, su docilidad parecía hacerle buscar más motivos que apoyaran la decisión que había tomado.

—Estás segura de estar embarazada de mi hijo. Supongo que no querrás que vuelvan a dispararle. El estrés podría ser demasiado para ti.

—Realmente te preocupa mucho el estrés durante el embarazo, ¿verdad?

—Sí.

—Edward, ¿te he dicho yo que no aprecie todos tus esfuerzos para encontrar a alguien que me sustituya en Di Adamo?

—No, pero eres demasiado independiente y está claro que lo ves como una intromisión por mi parte.

—Yo tampoco he dicho algo así, ¿verdad?

—No.

—Lo hiciste porque sabías que ibas a casarte conmigo, ¿verdad?

—Sí.

—Nunca se te ocurrió que yo podría haber rechazado tu proposición?

—No. Y probablemente te parezca un arrogante por ello.

—Bueno, sí, pero no me importa.

—¿De veras?

—No. Y no soy tan independiente.

—Perdona que lo diga, pero sí lo eres.

Ella deseaba formar una familia y eso significaba que tendría que aceptar cierto nivel de dependencia, lo cual no significaba hacerse totalmente dependiente de Edward tampoco. Lo necesitaba hasta un nivel que la hacía más vulnerable de lo que jamás se había sentido, y eso la asustaba un poco pero estaba aprendiendo a aceptar los sentimientos que experimentaba.

—¿Y este cambio se debe a que ahora confías en mí?

—Así es —dijo él inclinándose para besarla lenta pero profundamente.

—Me gusta el cambio.

Alice regresó antes de su viaje para ayudar con los preparativos de la boda. Las tres mujeres estaban inmersas en la organización de la boda sobre la mesa del comedor cuando Edward y Charlie entraron.

Edward besó a Bella en la boca haciendo que Teresa sonriera y Alice se sonrojara.

—Todo está preparado para la subasta.

—No entiendo por qué tienes que asistir. Todo ha sido cuidado al detalle —dijo Charlie frunciendo el ceño a su hija.

Bella apretó los dientes. Ella había deseado mucho esa nueva relación con su padre pero estaba aprendiendo que tenía algunas desventajas.

—Yo estoy encargada de la subasta. No puedo dejar solo al señor Di Adamo.

—Tiene un nuevo ayudante.

—Que no sabe nada de preparar un evento de esta magnitud. Estaré bien. Edward estará allí.

—¿Por qué no puedes hacerla entrar en razón? —dijo Charlie mirando a su futuro yerno.

—Ya lo he intentado —dijo él—, pero no he podido.

—¿Crees que voy a pasar toda mi vida matrimonial dejando que Edward me diga lo que tengo que hacer? —preguntó a todos los presentes, especialmente a su padre.

—No me lo imagino —dijo Teresa con una sonrisa.

—Eres tan fuerte, tan autosuficiente —dijo Alice con una expresión que indicaba que no sabía muy bien si era algo bueno o malo.

Bella cerró el cuaderno y metió el bolígrafo en el bolsillo.

—No creo que el intelecto o el sentido de una mujer sea inferior que el de un hombre, eso es todo.

Charlie rodeó la mesa y le dio unas palmaditas a Alice en el hombro.

—Tú eres mi gatita siciliana y tú hermana mi tigresa americana. Cada una tiene un tipo de belleza, aunque sois muy diferentes. Un padre no podría pedir unas hijas mejores.

Alice se sonrojó y Bella notó que también le subía el color a las mejillas.

—No soy una tigresa exactamente.

—¿Seguro que no, cara? —dijo entonces Edward, sus ojos brillantes de ardor al recordar lo que hacían por las noches.

No podía responderle a semejante mensaje delante de su padre y se puso tan colorada como su tímida hermana. A Charlie tampoco le pasó desapercibido el juego entre los dos.

—Bella es un buen partido para ti, ¿eh, Edward? Tiene un descaro que anima a cualquiera —dijo guiñándole un ojo a Edward—. ¿Te puedes creer que hace un año este hombre pensaba casarse con nuestra gatita? — añadió mirando a Teresa a continuación—. La habría abrumado con su cortejo, pero mi Bella... ella es la horma de su zapato.

Charlie lanzó una carcajada mientras que Teresa sonreía y la pobre Alice se sonrojaba, pero Bella estaba confusa.

—¿Quería casarse con Alice? —preguntó mirando a su hermana, quien se encogió de hombros incómoda al ser el centro de la conversación.

—Lo consideré. Eso es todo —dijo Edward con expresión indescifrable.

—Sí. Me habló de ello durante tu visita del año pasado.

—¿Mientras yo estaba aquí? —repitió ella comprendiendo de inmediato lo que significaba: había estado considerando el matrimonio con la perfecta y virginal hija mientras flirteaba con la que consideraba una fresca.

—Yo sentí que había algo entre vosotros dos y me hizo preguntarme sobre su elección pero no dije nada. Un hombre no puede inmiscuirse en el amor de los jóvenes.

—El amor no tenía nada que ver con ello —dijo Bella sintiendo un dolor en el corazón.

—Claro, los sentimientos vienen con el tiempo, pero yo estaba en lo cierto. La atracción entre vosotros ha dado su fruto.

Más fruto de lo que podía imaginar. Un bebé que no había llegado a nacer y una relación que nunca volvería a ser la misma.

—¿Hablaste con mi padre sobre mi hermana el verano pasado? —preguntó Bella mirando a Edward. Necesitaba saberlo.

—Sí, pero no fue nada.

Para ella, aquella revelación por parte de él era algo doloroso. Aquello la denigraba hasta un punto que la convertía en una mera aventura de verano. Si no se hubiera quedado embarazada, él habría roto con ella y se habría casado con su hermana. Tuvo que apretar la mandíbula para evitar el grito de dolor que pugnaba por salir de su garganta.

Edward había dejado de sonreír.

—Como acaba de decir tu padre, no resultó en nada.

Alice continuaba mostrándose increíble— mente avergonzada mientras que su padre estaba tan ocupado en exhibir su orgullo masculino que no se había dado cuenta de que sus revelaciones no habían agradado a ninguna de sus dos hijas.

—Es evidente —suspiró Teresa, pero sonrió—. Pero no hace falta que vayas pavoneándote de ello, Charlie. Todos vemos cuánta razón tenías.

Bella se obligó a reír con los otros y consiguió controlarse cuando Edward la tocó al ayudarla a levantarse de la silla y la acompañó hasta el patio donde iban a tomar el aperitivo. Consiguió mantener la imagen de una feliz novia toda la tarde, aunque su corazón no pareciera estar vivo.

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1. La Gemología es aquella rama de la mineralogía que se dedica específicamente al estudio identificación, análisis y evaluación de las piedras preciosas o gemas.




7 comentarios:

  1. ahhhh se va a torcer la boda,esperemos que no

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  2. Ese Ed se paso 😲😲y ese sonido de Charlie 😱😱
    Se le va

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  3. Oh oh... creo que con esa respuesta, no va a ser muy feliz el matrimonio, si es que todavia pasa ... realmente espero que Edward haga algo para enderezar la situación...
    Besos gigantes!!!!
    XOXO

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  4. Charlie tan idiota , ojala que BELLA no mande todo a la basura por esa platica tan estúpida, gracias 😘

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  5. Ahí van otra vez 🤦‍♀️ Es que Edward no aprendió nada de que no tiene que esconder las cosas??? Espero que se solucione pronto.
    Gracias por el capítulo!

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  6. ¡OMG! ¡Se viene el drama! ¡¿Cómo nos dejas así?!

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  7. Me llamo Adriana Molina. Este Edward no sale de una para meterse en otra. Espero que él tenga una buena excusa para que no se vaya todo a la...Gracias por actualizar.

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