Capítulo 6 / Una Segunda Oportunidad




ESTA HISTORIA ES UNA ADAPTACIÓN
LOS PERSONAJES PERTENECEN A STEPHENIE MEYER
EL NOMBRE DE LA HISTORIA, 
COMO LA AUTORA LO DIREMOS 
AL FINAL DE LA ADAPTACIÓN


Bella se dirigió a las escaleras que daban a las oficinas de Edward. El saludo de la recepcionista todavía le resonaba en los oídos.

—Le sienta muy bien ese color naranja, señora Cullen. 

Eso le había dado valor.

Ayer no se habría ni atrevido a mirar ese vestido color naranja. Pero aquella mañana había entrado decididamente en la boutique, se lo había puesto, había pagado y se había marchado con él puesto. Brillante y orgullosa, se había dicho a sí misma. Y muy positiva.

Cuando llegó a la planta de las oficinas respiró profundamente y empezó a caminar, con la cabeza alta y los hombros firmes, sin permitirse ninguna clase de duda o nerviosismo. Una mirada a su reloj le indicó que era exactamente mediodía. Una hora perfecta para almorzar.

Las rosas debían haberle preparado el camino. La florista le había asegurado que las había recibido Edward en persona. No había problema. Así que ahora él sabía muy positiva mente que ella no sentía ganas de vomitar, ni estaba cansada o sintiendo lástima por sí misma. 

¡En absoluto!

Se había movido como un torbellino desde que Riley le había dicho aquello. Tenía la mente probablemente más enfocada y clara de lo que la había tenido en toda su vida. Sus intenciones estaban muy claras también. Por otra parte, se veía dominada por una sensación de urgencia. Fuera eso instintivo o intuitivo, realista o no, no tenía importancia. Lo sentía y tenía que actuar al respecto.

Lauren Mallory estaba sentada en su mesa en la oficina exterior y parecía de lo más clásica. Su cabello rubio estaba recogido en un elegante moño. Su maquillaje era una obra de arte de colores pálidos. Una blusa rosa clara añadía un toque de femineidad a la elegante simplicidad del traje de chaqueta gris perla.

Bella tuvo un momento de terribles dudas en sí misma. Lauren parecía tan hermosa como una rosa inglesa. ¿Era esa imagen más del gusto de Edward que la suya actual, vibrante y salvaje?

Entonces agitó la cabeza para quitarse esa idea de encima. Ahora no podía retirarse y se obligó a seguir sin pensar en las consecuencias.

Por lo menos Edward no podría decir que no se daba cuenta de su presencia. 

—¿Cómo estás, Lauren? —le preguntó brillantemente.

La otra chica levantó la cabeza de repente de los papeles en los que estaba trabajando. Bella le dedicó una sonrisa encantadora y continuó hacia la puerta, ya que no quería entrar en conversación con ella.

—Tienes un gran aspecto, pero claro, eso siempre. Nunca te he visto sino perfecta, hoy estás brillante.

Para entonces Bella ya había llegado ala puerta del despacho de Edward y Lauren se había puesto en pie con una mano extendida, como si quisiera agarrarla.

—Señora Cullen.

—Oh, por favor, llámame Bella, estoy segura de que a mi marido lo llamas Edward. Me gustaría que te sintieras igual de familiar conmigo. Y, por favor, sigue con lo que estés haciendo, voy a verlo.

Luego evitó cualquier cosa que Lauren pudiera hacer limitándose a abrir la puerta, entrando y cerrándola luego rápidamente. Se volvió y miró a Edward dedicándole una sonrisa radiante.

El corazón le latía locamente y necesitó desesperada mente algo que le asegurara que estaba siguiendo el camino correcto. También el estómago lo tenía encogido. En realidad sólo su mente estaba funcionando decididamente.

Edward había echado para atrás su sillón y había puesto los pies sobre la mesa y tenía el ceño ferozmente fruncido mientras miraba la cesta de flores.

Su repentina entrada lo sorprendió y bajó los pies de la mesa. Su rostro reflejó una mezcla de expresiones, de sorpresa, incredulidad, culpa, enfado, amargura e ironía.

No le devolvió la sonrisa. 

Parada como si no supiese qué hacer con su sonrisa, las rosas o su inesperada presencia allí. Por alguna inexplicable razón, eso le dio fuerzas a Bella para continuar y se acercó. Si lo que él quería era iniciativa, eso era lo que le iba a dar.

Sin dejar de sonreír, le dijo: —Me sentía tan feliz esta mañana que quise que lo supieras y quise sorprenderte. 

—Realmente lo has logrado —dijo él sin acercarse. Entonces ella recordó lo que él le había dicho la noche anterior:


¿Te pasa algo en las piernas, Bella, para que no puedas venir a mí?


Pero hoy no podía acusarla de no acercarse, a pesar de que su actitud de espera la hacía sentirse extremadamente consciente de cada paso que daba, consciente de lo que vestía incluso de ropa interior. El liguero y las medias dejaban al desnudo la parte superior de sus muslos y sentía la piel caliente allí donde sus piernas se rozaban al andar. No dejó de hablar para evitar lo que podía ser un ataque de nervios que debilitara su decisión.

—He estado pensando en lo que me dijiste sobre que esperabas que yo fuera la que tomara la parte activa como amante todo el tiempo. Y recordé el placer que me producía cuando me mandabas rosas, así que quise darte la misma sensación de ser amado y valorado.

Edward se puso colorado.

—No es lo mismo con los hombres —murmuró. 

¿Estaba avergonzado? ¿Se sentía culpable por no haber pensado él en mandarle las rosas? Hacía mucho tiempo que no lo hacía, desde el mismo día después de que naciera Nessie.

—¿Por qué no es lo mismo? De cualquier manera es un mensaje de amor. 

—¿Lo es? 

Edward la miró dura y suspicazmente.

—¿Qué otra cosa podría ser? —le preguntó ella sintiendo que la garganta se le secaba. Necesitaba algo de ánimo para seguir con aquello.

—Es un juego al que la gente juega —respondió él sin dejar de mirarla—. Un juego manipulador.

—Eso es muy cínico, Edward.

Bella dejó el bolso sobre la mesa y se acercó a él para rodearle el cuello con los brazos, castigándole con la mirada por pensar aquello.

—Te amo y he querido demostrártelo y también quiero demostrártelo ahora. 

Entonces se puso de puntillas para besarlo.

El cuerpo de él estaba tenso y sus ojos duros y fríos.

—Almorcemos juntos y luego hagamos el amor por la tarde —murmuró ella tratando de suavizarlo—. He reservado una habitación para nosotros.

—¡Oh, por Dios, para ya! —gruño él salvajemente mientras se soltaba y luego le mantenía sujetos los brazos a los costados. —Nadie cambia su naturaleza de la noche a la mañana. No soy tonto, Bella. No me hagas que pierda el respeto que te tengo.

—¿Respeto? —repitió Bella, no muy segura de haberlo oído correctamente.

Edward parpadeó y la soltó, retrocediendo luego tan rápidamente que ella no pudo evitarlo. Luego se apartó más aún antes de volver a hablar mientras agitaba una mano en el aire, como desesperado.

—¡Mira! Siento lo de anoche. ¿De acuerdo? Lo siento —dijo con frases entrecortadas, como si odiara decir esas palabras, pero no tuviera más remedio que decirlas.

Bella pensó que ella no lo sentía en absoluto, pero no logró decir nada. ¿Cómo podía ser que, cuando estaba tratando de seducir a su marido, lo único que estaba consiguiendo era separarlo de ella? Incluso cuando no estaba haciendo más que seguir sus instrucciones. Parecía como si estuviera mal si no lo hacía y también si lo hacía.

Edward continuó hablando.

— No debió haber sucedido. Me gustaría que hubiera sido así. No te mereces lo que te hice y, te puedo asegurar que esta mañana, no estaba nada contento conmigo mismo. No es necesario que tú que me lo restriegues por las narices —terminó apretando fuertemente los puños.

Bella agitó la cabeza.

—¿Así que ha sido por eso por lo que lo has organizado todo para que me dejaran dormir hasta tarde? No querías enfrentarte conmigo. Porque te sentías mal contigo mismo.

—No quise que te sintieras presionada.

—¿ Te importaría decirme por qué tienes que sentirte mal por hacerme saber lo que quieres?

—¡Maldita sea, Bella! Anoche prácticamente te asalté. Perdí el control por completo—dijo él agitando la cabeza, profundamente desorientado, incapaz de explicarse o excusarse. Su mirada estaba llena de recriminaciones.

—¿No crees que fue una alivio para los dos? —le preguntó ella suavemente, deseando hacerlo sentirse mejor.

—¿Quién sabe? Lo que estoy tratando de decirte es que no pienses que tienes que servirme o mimarme. No me gustaría nada. Sé que sería algo falso y odio pensar en que te obligues a ti misma a agradarme —afirmó él con cara de disgusto.

Bella se quedó anonadada. ¿Es que él no comprendía nada del amor? ¿Que había que dar y recibir?

—Bueno, pero es que a mí me agrada agradarte —dijo dudosamente.

—¡Vamos, Bella! ¡No soy ningún niño para que me mimes y me halagues diciéndome que soy un buen chico sin importar lo que haya hecho!

Bella se mordió la lengua. Estaba logrando empeorar las cosas. Parecía que él fuera a darle la vuelta a cualquier cosa que le dijera y la volvería contra ella.

—No tienes que enviarme rosas de repente —continuó Edward—. No tienes que parecer también de repente sexy y disponible. ¿En qué estabas pensando? ¿En hacerlo sobre la mesa?

Edward se rió secamente y siguió hablando.

—No, no creo que tanto. Te va más la cosa tranquila, así que has reservado esa habitación.

Una oleada de calor se asomó entonces al rostro de Bella.

—¡Cielos, no pongas esa cara!—exclamó él cuando vio su expresión mortificada y luego se frotó los ojos como para quitarse de encima esa imagen— No es de ti de quien me estoy quejando, Bella, es de mí. Esto es lo que crees que tienes que hacer por lo que hice yo. y odio haberte hecho tanto daño.

—No me hiciste daño, Edward —insistió ella tranquilamente.

Le sorprendía sobremanera que él hubiera estado torturándose viendo su pérdida de control como un crimen abusivo que debía avergonzarlo y con ello la había hecho tomar caminos que ella normalmente no habría seguido.

Edward agitó la cabeza y la miró apesadumbrado. 

—Si quieres jugar a imaginar, Bella, yo preferiría imaginar que lo de anoche fue un mal sueño. Entonces no tendrías que hacer nada. Podemos seguir como antes.

—Pero tú no eras feliz con lo de antes. 

—Pero lo puedo soportar.

—¿Crees que reprimir tus necesidades es una buena forma de vivir, Edward?

—Ese no es tu problema, Bella —dijo él evasivamente—Y no lo hagas tuyo.

De repente Bella tuvo un mal presentimiento, como si él la estuviera dejando de nuevo a un lado, metida en una caja y con la etiqueta de madre de sus hijos. Respiró profundamente y le dijo: —Tal vez estés tratando de encontrar a alguien que te las llene. ¿Es esa la respuesta?

—No insistas. No tienes nada de qué preocuparte. Eso no afectará a tu vida.

¡Cielos! ¡Ahora sí que quedaba claro que lo estaba pensando! 

Repentinamente le resultó difícil respirar. La imagen de Edward yendo a por otra mujer para satisfacerse sexualmente le resultó insoportable. ¡Y tenía la ceguera de decirle encima que semejante cosa no afectaría su vida!

Bella se dio cuenta entonces de que él pensaba que sabía todo lo que tenía que saber sobre ella. Y ni siquiera se había enterado de lo que le había estado diciendo, no había hecho caso porque pensaba que la conocía mejor.

Luchó por recuperar la respiración. Lo necesitaba. Tenía que dejar claro eso en ese mismo momento, antes o él ya no podía ni pensarlo. 

—¿Qué te hace pensar que soy feliz con la vida que me has proporcionado, Edward? —le espetó por fin.

Él frunció el ceño, como no sabiendo a dónde quería llegar ella. Bella levantó la barbilla y la voz.

—¿Qué te hace pensar que era feliz antes de anoche?

Edward agitó la cabeza como si estuviera diciendo tonterías, pero Bella continuó: —¿Qué te hace pensar también que lo de anoche fue todo cosa tuya? ¿Recuerdas que te pidiera que pararas? ¿Lo recuerdas?

—No —respondió él como avergonzado—. Creo que te lo tomaste como una especie de prueba de resistencia.

—Piensa en una especie de rito de iniciación y te acercarás más a la verdad. Yo no tenía ni idea de lo que se podía hacer realmente entre un hombre y una mujer hasta anoche. Ahora lo sé. No se puede volver atrás, Edward. Y, lo que es más, ¡yo no quiero hacerlo!

iYa estaba! Esa era la verdad y Bella no estaba dispuesta a permitir que él la ignorara. Por lo menos ahora Edward la estaba mirando como inseguro, lo que era un paso en la buena dirección. Si Edward dejara que esas ideas se instalaran bien en su cabeza y les permitiera a los dos tener la oportunidad de sentir cosas buenas el uno hacia el otro, se daría cuenta muy rápidamente de que no necesitaba a otra mujer en absoluto. ¡De eso nada!

Entonces llamaron a la puerta.

Se abrió antes de que ninguno de los dos pudiera decir nada y Lauren apareció sin entrar del todo, como si no quisiera interrumpir, pero haciéndolo. Los miró como disculpándose antes de dirigirse a Edward que, instantáneamente, se había puesto su máscara autoritaria.

—Por favor, disculpame. Querría saber si seguimos con lo del almuerzo, Edward. Tendríamos que marchamos a las doce y media.

Eso hizo que ambos miraran sus relojes. Eran sólo las doce y dieciocho, lo que decía mucho en favor de la puntualidad de esa mujer y de la oportunidad que había tenido para interrumpirlos.

—Saldremos a las doce y media —dijo Edward—. Si me esperas en tu despacho.

Bella no pudo dar crédito a sus oídos. ¿Edward se iba a almorzar? ¿La iba a dejar allí plantada como si nada, cuando estaban en medio de una de las conversaciones más críticas de sus vidas?

Lauren le dedicó una sonrisa radiante a Edward. 

—Por supuesto —dijo y luego desapareció. 

Esa sonrisa afectó tremendamente a Bella.

—¿ Un cambio de prioridades? —le dijo a Edward demasiado agitada como para dejar pasar el asunto.

—¿Perdón? —respondió él frunciendo el ceño, como no sintiéndose muy cómodo de repente con una esposa que no se estaba comportando conforme a lo que era habitual.

—Anoche me dijiste que no habría nada más importante para ti que el que tu esposa te deseara activamente —le recordó ella— y ahora parece que tienes un almuerzo que es más importante que estar conmigo y no has dudado mucho en preferirlo después de la invitación que yo te he hecho.

—Creía que eso ya había quedado claro, Bella.

—Así que no quieres almorzar conmigo. 

Edward pareció dolido. 

—Otro día.

—Y no quieres hacer el amor conmigo —dijo ella sin poder evitarlo. 

El suspiró largamente.

—Creo que sería mejor que dejemos esta conversación para esta noche.

Estaba claro que él no estaba dispuesto a ceder ni un poco para recompensar sus esfuerzos para salvar su matrimonio.

—Ya veo entonces que los negocios son antes que nada —le reprochó ella irritada—Tal vez en los pocos minutos que nos quedan querrías contarme por qué es tan importante ese almuerzo de hoy.

Edward se puso tenso.

—Se trata de mantener mi palabra.

—Bueno, la integridad siempre es algo admirable. ¿Ante quién has de mantener tu palabra, Edward? ¿Ante alguien importante para tu éxito futuro y tu felicidad?

Un músculo se contrajo en la barbilla de él. 

—Vamos a dejarlo, Bella. Ya hablaremos esta noche.

Pero ella no estaba dispuesta a dejado así como así. 

—Dime un nombre —le exigió—Un nombre que me haga pensar que sí, que es perfectamente comprensible. Alguien que yo pueda pensar que no puedes faltar a un almuerzo con él. ¿O es ella?

—He invitado a almorzar a Lauren — Eso hizo que se le retorciera el corazón a Bella. —Hoy es su cumpleaños. 

—Su cumpleaños —repitió ella como tonta.

—Hace ya algunas semanas le prometí que iríamos a almorzar —continuó él— No serviría cualquier otro día. Un cumpleaños es un cumpleaños.

—Y eso tiene prioridad, claro.

Edward hizo una mueca ante la evidente crítica de ella.

—No veo ninguna razón para decepcionarla. 

Bella se rió amargamente.

—Bueno, eso ciertamente indica el valor que le das a las mujeres en tu vida, Edward. 

—No saques esto de sus proporciones, Bella.

Ella no dejó de mirarlo mientras tomaba su bolso y empezaba a dirigirse hacia la puerta.

—Su cumpleaños —dijo— La hace acercarse otro año a ti en experiencia y conocimientos. Probablemente no le tengas que enseñar nada a ella. Y es muy conveniente para ti, ¿no?

Edward se movió para agarrarla. 

—Oye, mira.

Pero Bella lo evitó y le respondió airada.

— ¡Mira tú, Edward! Y que te quede claro esto. Ve y disfruta de tu almuerzo con esa otra mujer. Pero será mejor que no huelas a ella cuando vuelvas a casa esta noche, porque el día en que nos casamos me hiciste unas promesas y, ¡que Dios te ayude si las olvidas alguna vez!

Ese exabrupto emocional lo paró en seco y pareció absolutamente anonadado. Ella nunca antes le había hablado de esa manera y, ciertamente, nunca con semejantes connotaciones sexuales. Eso también sorprendió a Bella. No sabía que pudiera ser capaz de hacerlo. Pero no estaba dispuesta a desdecirse de sus palabras.

Levantó la cabeza, se dirigió hacia la puerta y la abrió. Afuera se encontró con Lauren, que estaba esperando sentada en su mesa a que Edward la llevara a almorzar.

De ninguna manera estaba dispuesta Bella a que esa mujer la viera preocupada o derrotada. 

Sonrió.

Rogó mentalmente a Dios que la ayudara.

Y, súbitamente, se le ocurrió el nombre Durley House, en Londres. Ahora lo tenía claro.

—Perdona que te entretenga un momento más, Lauren —dijo dulcemente y sin dejar de sonreír—Estoy segura de que la agencia de viajes de Edward te debe haber dado una tarjeta. ¿Te importaría dármela?

—No hay problema —respondió Lauren sacando una carpeta de tarjetas y ofreciéndole la requerida. Bella se la guardó.

—Gracias.

Luego pensó que, tal vez se atragantara, pero añadió: —Que tengas un buen almuerzo y un feliz cumpleaños. 

—¿Para qué quieres la tarjeta, Bella?

La voz de Edward las interrumpió antes de que Lauren pudiera decir nada. Venía desde la puerta de su despacho. Seca y tensa. Aparentemente se había recuperado de la sorpresa lo suficiente como para haberla seguido. Con el estado de ánimo beligerante en que se encontraba, Bella decidió que no le vendría nada mal otra sorpresa.

Sonrió lo más brillantemente que pudo y lo miró. 

—¿No lo recuerdas, Edward? Anoche me dijiste que, si quería viajar a Europa, debería planearlo adecuadamente. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que con tu agencia de viajes?

Aquella era su salida.

Y esperaba que esas palabras le produjeran tal efecto a Edward que le fastidiaran por completo el almuerzo.



14 comentarios:

  1. solo tengo algo que decirle a Edward
    !vete mucho a la fregada!
    eres un gran y reverendo !idiota!

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  2. Nooooo yo si estoy en el lugar de Bella le revoleo la cesta de Rosas por la cabeza a Edward, es un tonto!!!,

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  3. Lo mato, lo mato!!!! Que idiota!!!!! Y sí, definitivamente no me quedan dudas, Lauren es una zorra!!!! Que plan malvado se estará maquinando en la cabeza de Bella??? Pero yo la apoyo!
    Una historia genial, me tiene super enganchada. Muchas gracias!!! Besotes!

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  4. Edward es un imbecil que cree que bella siempre estara ahi para el!!! ESPERO QUE BELLA LE DE UNA BUENA LECCION, QUE SEPA DE LO QUE SE ESTA PERDIENDO!!

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  5. Hijo de su...... mas claro ni el agua... la pregunta seria si hubo mas antes que lauren jajaja.. con aquello de sus necesidades insatisfechas. Yo que ella le pedia el divorcio despues de lo del despacho y despues me iva de viaje jejejeje

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  6. Ese ed hijo de su mama esme yo k bella se lo aprieto y retuerzo hasta k le kedara inservible

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  7. Este Edward es un desgraciado, ojalá Bella le de una buena lección

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  8. Esta para cachetear a Edward. De veras a mi ya me saco de mis casillas, yo no se como Bella lo puede aguantar tanto.

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  9. Edward es un idiota no creo que valga la pena el esfuerzo que está haciendo Bella si él no la toma enserio!!!

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  10. Yo no lo dejo q me toque hasta q no la despida y si va a Comer Lauren le demuestra q en cualquier momento va a pasar algo. Me han puesto de mal humor.
    Tengo una bronca aaaaaaaaah.

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  11. Me da una rabia 😡 ese edward que plan se le vino a bella con eso de la agencia de viajes , me encanto lo que le dijo por si faltaba a lo que le prometió cuando se casaron ... gracias 😘❤️❤️

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  12. Aghhh me enoja demasiado que Edward la trate así, sobre todo haciendo que Lauren se sienta triunfadora en este tipo de situaciones!!!!
    Besos gigantes!!!
    XOXO

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