Matrimonio de Mentiras Final

La felicidad hacía que Bella se sintiera como una poetisa. Tantas sensaciones… todo era tan distinto. Hasta el aire que respiraba. Y así se lo contó a Edward en cuanto se despertó. Este dejó escapar un suspiro, se frotó los ojos y bostezó.

—Por supuesto que el aire es diferente, estamos en la montaña. Aquí no está contaminado como en la ciudad.

—No es eso —le dijo—. Todo es diferente cuando se es feliz. Los colores, el viento, los sonidos… todo.

—Caramba, Bella. Parece que, después de todo, eres una soñadora —le dijo con calor en la mirada y un golpecito en la cabeza.

—No te preocupes, señor romántico, te prometo que no te voy a escribir un soneto —le dijo ella con un mohín y él se rió.

—Me alegro de que seas feliz, Bella.

—¿Y tú?

Él la besó en la sien y la acercó a él.

—Sí. Yo también soy feliz. Y lo sería mucho más, si me dejaras dormir una hora más.

—¿Dormir? ¿Quieres dormir?

—Bueno, es muy temprano.

—¡Son las diez de la mañana!

—Sí, pero no me has dejado dormir en toda la noche, ¿te acuerdas?

Bella hizo como que se enfurruñaba.

—El niño del parque tenía razón: eres un viejo.

—Es sólo que hace mucho que no duermo contigo en mis brazos y quiero más.

—Zalamero.

—Aunque, si sigues frotándote contra mí de esa manera…

Ella se pegó más a él.

—¿Qué? ¿Qué va a pasar entonces?

—Entonces, quizá entre en acción.

—Tenemos que volver esta noche —dijo ella con un suspiro—. El fin de semana está a punto de terminar.

Él se incorporó un poco y alargó la mano para acariciarla.

—Hay mucho de lo que hablar, ¿verdad? Y también tenemos que idear algún plan malvado para hacerle pagar a Marie que fingiera estar tan enferma. Después, está el trabajo. ¿Vas a volver con nosotros?

Bella dudó.

—No lo sé.

Edward se sintió decepcionado.

—¿Tanto te gusta tu nuevo trabajo?

—No es muy interesante. Era como el que hacía contigo antes de que me ascendieras. Pero, no me puedo quejar. Tuve mucha suerte de que el señor Liam me contratara, no muchas empresas lo habrían hecho sin referencias.

—Tú sabes que las referencias no eran ningún problema.

—Lo sé. Ahora, lo entiendo; pero, entonces, no quería nada.

—Todos queremos que vuelvas.

—¿Todos? ¿Tu padre incluido?

—Mi padre especialmente —le dijo con una sonrisa—. Tiene miedo de que lo denuncies.

Ella meneó la cabeza.

—Entiendo. Seguro que apreciará el esfuerzo que has hecho para que no declare en vuestra contra.

—¿Significa eso que vas a volver?

—Sí, creo que sí.

Edward sintió verdadero alivio, aunque la tensión de su cuerpo no desapareció.

—Hay una pega, por supuesto.

—¿Cuál?

—No puedes salir con el jefe.

Él corazón de ella se encogió.

—De acuerdo.

—Pero no hay ninguna cláusula que diga que no te puedas casar con él.

—¿Edward?

Él le apretó con fuerza la mano, como si temiera que fuera a echar a correr.

—¿Te casarías conmigo de nuevo?

—¿Para que vuelva a trabajar contigo?

—Aja. Esa es mi nueva estrategia de empleo.

Ella frunció el ceño. ¿Tanto le costaba decirle que la amaba?

Quizá no quería ser el primero en pronunciar las palabras mágicas. Quizá las chicas eran las únicas a las que le preocupaban esas cosas.

—¿Qué me dices? —insistió él al ver que ella no contestaba—. ¿No me irás a decir que no?

Ella meneó la cabeza.

—No.

Él se llevó la mano al pecho.

—Quiero decir que no te voy a decir que no.

—No sé si mi corazón va a poder aguantar otro susto como éste —bromeó Edward; pero había cierta tensión en su voz—. ¿Entonces, me vas a decir que sí?

Ella salió de la cama.

—Espera.

—¿Adónde vas?

—Voy a lavarme los dientes antes de decirte que sí.

El grito de victoria de Edward resonó en las montañas.

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Lo primero que Bella hizo al volver al trabajo fue decirle al señor Liam que se tenía que marchar. A él le pareció bien porque Bella prometió quedarse hasta que encontraran a alguien que la sustituyera.

—Me alegro de que vuelvas a la empresa de tu marido —le dijo cuando ella estaba a punto de marcharse—. Ya me imaginaba yo que había algo entre vosotros cuando hablé con Edward antes de que entraras a trabajar aquí.

Bella sintió que se le paraba el corazón. Se quedó mirando fijamente a su jefe sin lograr articular palabra.

—¿Qué?

El señor Liam mostró sorpresa, después, incomodidad.

—Pensé que lo sabrías.

—¿Le pidió que me diera este trabajo?

—Sólo me dio unas referencias muy buenas.

—¿Me dio el trabajo porque él se lo pidió? —repitió ella sin voz.

—Esa no es toda la verdad. Te habríamos contratado de todas formas…

—¿En serio?

—Probablemente… por supuesto, no tenías mucha experiencia, pero con esas referencias.

Ella escondió la cara entre las manos.

—Señor Liam, me gustaría volver a pensarme lo de mi marcha, si no le importa.

El hombre no preguntó nada; simplemente, susurró una despedida y se marchó.

Ella miró la hora. Edward pasaría a recogerla en un minuto.

Cuando él entró, ella no lo vio hasta que no le dio un beso, la levantó de la silla y se la llevó hacia el coche con el brazo alrededor de la cintura. No paraba de hablar; pero ella no tenía ni idea de lo que estaba diciéndole. Tampoco le importaba. Esperó hasta que estuvieron sentados en el coche y, antes de que él pusiera el motor en marcha, se volvió hacia él.

—Tú me conseguiste este trabajo.

La expresión de la cara de Edward pasó de la sorpresa al fastidio.

—¿De qué me estás hablando?

—No pretendas que no sabes de qué te estoy hablando —intentó mantener un tono calmado, pero la voz le temblaba por la furia contenida—. El señor Liam me comentó que había sospechado que entre nosotros había algo cuando lo llamaste.

—Yo no lo llamé. Me llamó él a mí. Además, conseguiste este trabajo por tus propios méritos. Lo único que yo hice fue…

—¿Mover algunos hilos? ¿Cómo pudiste? Tú sabías que no quería el puesto en el que me habías colocado. Sabías que no quería nada de ti después de lo que había pasado. Sabías que quería hacer las cosas por mí misma. ¿Cómo pudiste actuar a mis espaldas de esa manera?

—¿Cuál es el problema? Tú necesitabas un trabajo, Bella, y no querías que yo te echara una mano. De todas formas, lo único que hice fue decirle a Liam que serías una buena adquisición para su equipo.

—¿Y le hiciste prometerme que no me diría nada?

Edward pestañeó con fuerza.

—Yo no le pedí que no te lo dijera. Bella, él me llamó como habría llamado a cualquier antiguo jefe de cualquier nuevo candidato y yo lo único que hice fue darle unas buenas referencias; lo que habría hecho por cualquier empleado.

Ella se quedó en silencio y dejó escapar un suspiro.

Su corazón deseaba creerlo.

—¿Eso fue todo?

—Te lo prometo, Bella. Le dije que eras una buena empleada y que sentía mucho perderte. Pero yo no hice nada para conseguirte este trabajo. Sólo hice lo que habría hecho por cualquiera —insistió él—. Di unas excelentes referencias porque te las merecías.

Había algo en su cara. Algo que ella reconocía porque ella misma la había sentido en muchas ocasiones: amargura. Amargura porque no había confiado en él. Otra vez.

Él no la había traicionado. No, aquella vez.

Pero lo había hecho antes.

Él le leyó el pensamiento.

—No volvamos a empezar, Bella —le dijo en voz baja—. Ya hemos pasado por todo esto.

—Estoy furiosa, Edward —dijo ella, aunque ya no lo decía de corazón.

—Lo sé, todavía estás dolida, pero no dejes que tu orgullo destroce lo que tenemos. Podíamos haber hecho las cosas mejor, los dos. Yo cometo errores. Tú también. Y los vamos a cometer durante toda la vida. Lo único que queda por saber es si los vamos a cometer juntos o por separado.

Él le estaba hablando de pasar la vida juntos, de confianza y errores, de promesas… pero todavía no le había dicho que la quería y eso la hacía dudar.

—No lo sé, Edward. Quizá Esto es otro de nuestros errores.

—¿De qué me estás hablando?

—¿Te acuerdas de antes? Nunca me abrazabas en público, ni me besabas delante de nadie. No creo que realmente quieras pasar por esto; no lo has demostrado.

—¿Quieres que te bese en público para demostrarte que te quiero?

Aquélla no era exactamente la declaración que ella esperaba.

—Llévame a casa, por favor —dijo mirando al frente.

Edward arrancó, meneando la cabeza.

—Bueno. Ya hablaremos de esto más adelante. ¿Adónde vamos? ¿A casa de Marie o a tu apartamento?

—A casa de Marie; ya es hora de decirle que todo ha terminado.

Hicieron el camino en silencio. Edward aparcó el coche y la acompañó al interior.

Ella saludó a su abuela y a las amigas de ésta y se dirigió hacia las escaleras para subir a su habitación; pero no lo consiguió.

A mitad de camino, todavía a la vista de las cuatro señoras, Edward la agarró con firmeza por el brazo. La acercó a él, la rodeó con los brazos y la besó hasta que ella se olvidó por completo de que tenían público.

Los aplausos se lo recordaron en cuanto él la soltó.

—¿Qué diablos estás haciendo, Edward? —preguntó cuándo recobró el aliento.

—Una demostración pública de amor —le dijo él con ella todavía entre sus brazos—. La besó de nuevo, con fuerza, y ella supo que no quería que la soltara.

—Pero los besos de mentira no cuentan —dijo al separarse.

—¿De mentira? ¿Me vas a decir que no se trata de un beso de verdad entre marido y mujer? ¡Si hasta hemos tenido nuestra primera pelea!

A ella no le importó quién estuviera escuchando.

—Todo es de mentira, ¿te acuerdas? Este matrimonio, todo. Tú no eres mi marido y yo no soy tu mujer. Nuestra luna miel también fue de mentira. Más de mentira de lo que yo creí en un principio.

—Nuestra luna de miel ha sido el fin de semana más maravilloso de mi vida y siempre será muy real para mí. Y mis sentimientos tampoco son de mentira. Nunca lo han sido y nunca han cambiado.

Ella tenía los ojos llenos de lágrimas. Por la forma que le golpeaba el pecho con los puños, Edward dedujo que no eran lágrimas de felicidad.

Demasiado para una declaración de amor.

Se giró para marcharse y se encontró con cuatro mujeres de pelo blanco que le cortaban el camino.

—¡Ve tras ella! —le susurró una—. No la fastidies. Esta es tu oportunidad.

—Nosotras esperaremos aquí con té y pastas hasta que os hayáis arreglado.

—No nos falles, Edward.

Edward giró sobre sus talones y corrió escaleras arriba.

Entró en la habitación de Bella sin llamar y se la encontró tumbada sobre la cama con la cara hundida en la almohada.

Al notar su presencia, ella levantó la cabeza.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le tiró una almohada y él la agarró—. ¡Márchate!

—No —cruzó la habitación y fue a sentarse a su lado—. Esto ya ha durado bastante.

—No me digas, tenemos que hablar.

—No, ya hemos hablado demasiado. Ahora tenemos que actuar. Debemos olvidar el pasado y seguir adelante. Esta noche voy a pasearte por la ciudad y besarte delante de todo el mundo, te guste o no.

Ella se incorporó.

—Yo necesito algo más, Edward.

—¿Qué es?

—Un buen discurso sobre esos sentimientos que tienes por mí.

Los labios de él se movieron sobre los de ella.

—¿Edward? Yo no sé leer los labios.

Él sonrió. Seguro que eso lo había entendido muy bien.

—Quizá ya va siendo hora de que aprendas. ¿De verdad crees que te dejaría torturarme de esta manera si no te amara?

—¿Por qué no me lo has dicho nunca?

—Te amo —fue su respuesta.

Ella contuvo el aliento durante un segundo.

—Bueno. Gracias, así está bien por el momento.

—¡Qué! ¿Eso es todo lo que vas a decirme?

—Sí. Estás castigado por hacerme sufrir tanto.

—Entiendo. ¿Cuánto tiempo va a durar el castigo?

—Ummm… no lo sé. Hasta que me vuelva a crecer el pelo.

—Eso es demasiado tiempo —protestó él y se inclinó sobre ella.

Ella cayó hacia atrás y él se aprovechó enseguida de aquella situación.

—De todas formas, me amas, ¿verdad?

Ella le tomó la cara entre las manos y lo besó con pasión.

—Te amo, Edward.


Historia Original 
Luna de Miel Apasionada de Hannah Bernard




12 comentarios:

  1. Divertida historia, gracias por adaptarla :D

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  2. Esa bella cabezo asta el final jajaja
    Gracias yenni

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  3. Gracias por adaptarla me encanto

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  4. Que lindo final. Me encantó la historia. Gracias por compartirla.

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  5. Hermoso y maravilloso final...Gracias lindas por compartirla....

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  6. Gracias una súper fantástica historia hermosa gracias gracias gracias gracias gracias gracias

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  7. Por fiiiiin!!!!! Ya pueden estar juntos, Edward por fin pudo convencerla de que la ama, y Bella lo aceptó!!!!
    Besos gigantes y mil gracias por esta adaptación!!!! :*
    XOXO

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  8. Hola me a facinado la historia.

    Nos seguimos leyendo.

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