Parcela de Tierra 2
Bella consultó la lista de la compra y comprobó que tenía todo lo que necesitaba excepto la harina para hacer pan, así que se metió por el pasillo en el que estaban aquellos productos y rastreó las estanterías en busca de la marca y el tipo que quería.
Para su desgracia, estaba en la balda más alta y no llegaba. Haciendo alarde de gran ingenio, apartó el carrito, se subió con cuidado a unas latas grandes que había en la primera balda y, agarrándose a otra balda que le llegaba por la cintura intentó llegar hasta la bolsa que le interesaba, pero, aunque la rozó con los dedos, todavía le quedaban unos milímetros para poder agarrarla.
—¿Necesitas ayuda?
Sobresaltada, se soltó de la estantería a la que estaba agarrada y cayó hacia atrás. Por suerte, unas manos y un torso fuertes la agarraron y le permitieron recuperar el equilibrio.
Al girarse, se encontró con los ojos grises de Edward. Claro que tampoco necesitaba verlo para saber de quién se trataba porque hubiera reconocido su voz en cualquier lugar.
—Hola —lo saludó sintiendo que le faltaba el aire.
Habían pasado dos semanas desde la fiesta del Cuatro de Julio, desde aquella noche en el establo, dos semanas en las que no había sabido nada de él y durante las que no lo había vuelto a ver.
Aquello no la había sorprendido. Lo cierto era que lo que sí que la habría sorprendido realmente hubiera sido que se pasara por su casa o que la hubiera llamado por teléfono. En cualquier caso, el hecho de que no la hubiera sorprendido que no lo hubiera hecho no quería decir que no estuviera disgustada.
Estaba disgustada porque Edward fuera capaz de irse sin mirar atrás después de lo que habían compartido, pero también estaba disgustada ante la posibilidad de que, al haberse acostado, su maravillosa amistad se hubiera terminado.
Y ahí lo tenía, ante ella, mirándola por debajo del borde de su sombrero Stetson negro. No parecía particularmente contento de verla, pero claro que Edward no parecía contento con nada desde que Suzanne se había ido.
—Hola —la saludó—. ¿Es esto lo que querías? —añadió agarrando una bolsa de harina con facilidad y entregándosela.
Bella la aceptó, la apretó contra su pecho y tragó saliva intentando pensar en algo ingenioso que decir para romper la tensión que se había instalado entre ellos e intentar volver a tener la camaradería que habían compartido antes de que el sexo hubiera enturbiado las aguas entre ellos.
—¿Tienes algo que hacer ahora? —le preguntó Edward de repente.
—No, tenía pensado ir a casa a dejar la compra —contestó Bella.
—¿Quieres que nos tomemos un café?
Bella consultó el carrito y comprobó que no había comprado nada que necesitara refrigeración, así que, aunque el estómago le había dado un vuelco al pensar en lo que Edward querría decirle, asintió.
—Muy bien. ¿Necesitas algo más? Bella consultó la lista de nuevo.
—No, lo tengo todo.
Así que avanzaron juntos por el pasillo, Bella empujando el carrito y Edward detrás. Los tacones de sus botas repiqueteaban rítmicamente sobre el suelo, al compás del nervioso latido del corazón de Bella.
Mientras la cajera la atendía y le cobraba, Edward permaneció a su lado y, a continuación, la ayudó a llevar las bolsas al coche.
—¿Adónde vamos? —le preguntó Bella con la puerta del coche abierta.
—A la cafetería de Rose —contestó Edward—. Nos vemos allí.
Diez minutos después, estaban sentados uno enfrente del otro a una de las mesas de la cafetería, que estaba situada en el centro del pueblo y era el restaurante más famoso de la población, el lugar al que la gente de por allí iba en busca de comida casera y del último cotilleo.
El turno de comidas ya había terminado y la gente que fuera a cenar no llegaría hasta dentro de unas horas, así que el local estaba tranquilo. Cuando la camarera los atendió, pidieron tarta y café y se quedaron sentados en un incómodo silencio.
Bella se dedicó a doblar y desdoblar la servilleta de papel hasta que los bordes comenzaron a romperse. Por fin, tomó aire, puso las palmas de las manos sobre la mesa y miró a Edward a los ojos.
—Bueno, ¿de qué querías que habláramos? —le espetó decidiendo que era mejor ir directamente al grano que quedarse allí sentada imaginándose lo peor.
—De nosotros.
Aunque Bella lo sospechaba, no había esperado que se lo dijera así.
Esperó hasta que la camarera les llevó dos porciones de tarta y dos tazas de café humeantes antes de responder, un tiempo preciado que le sirvió para calmarse y para ordenar sus pensamientos.
Una vez a solas de nuevo, Bella volvió a tomar aire y habló en voz baja para que nadie los oyera.
—¿Qué pasa con nosotros?
—Creo que deberíamos estar juntos.
Bella enarcó las cejas. Nunca había sido fácil hablar con Edward, pero en aquellos momentos la estaba confundiendo por completo.
—¿Juntos?
—Sí, creo que deberíamos formalizar nuestra relación —contestó comenzando a comerse la tarta de arándanos como si estuviera hablando del tiempo—. Lo que ocurrió entre nosotros no tendría que haber sucedido. No tendrá que haber sucedido en la manera que sucedió y por eso te pido perdón.
Al oír sus palabras, Bella se sintió primero avergonzada y, a continuación, enfadada y dolida.
¿Cómo se atrevía aquel hombre a pedirle perdón por lo que ella consideraba una de las noches más especiales de su vida? Si él lo sentía, si se arrepentía de lo que había sucedido, debería habérselo guardado para sí en lugar de arrinconarla de aquella manera.
—¿Eso era lo que querías decirme? —le preguntó—. ¿Te arrepientes de haberte acostado conmigo? Para que lo sepas, no eres el primer hombre con el que me acuesto. No me has seducido, no me has arrebatado la virginidad, no has hecho nada por lo que te debas disculpar. Soy una mujer hecha y derecha que toma sus propias decisiones y se acuesta con quien le da la gana. No necesito ni tu permiso ni tu aprobación.
Edward la miró y asintió.
—Tienes razón. Tú tomas tus decisiones —dijo dándole un sorbo al café—. La cosa es que yo no soy de tener una aventura de una noche con una vecina y amiga de toda la vida. Me parece... rastrero.
Bella se dijo que no la estaba llamando a ella rastrera, pero de todas maneras se puso a la defensiva.
—Lo que quiero decir es que creo que deberíamos salir y ver qué pasa.
De todo lo que esperaba que le dijera, aquello tomó a Bella completamente por sorpresa. De repente, sintió que el corazón le latía aceleradamente. ¿Acaso estaría soñando?
—¿Cómo has dicho? —le preguntó.
—Yo creo que deberíamos vernos, salir por ahí y ver qué pasa.
Lo que Edward le acababa de decir a Bella era verdad aunque sólo a medias. Lo cierto era que la propuesta no procedía de un interés real sino de su nobleza y, por supuesto, de su sentimiento de culpabilidad.
En las dos semanas que habían transcurrido desde la celebración del Cuatro de Julio, desde que habían hecho el amor en el establo de su casa, no había podido parar de pensar en ella.
En parte, porque el sexo había sido increíble y cada fibra de su cuerpo quería volver a estar con ella y, por otra parte, porque Bella era su vecina, su amiga de la infancia.
Habían ido juntos al colegio, habían subido a los árboles y montado a caballo juntos. Habían sobrevivido al baile de graduación y habían sobrevivido a la muerte de la madre de Bella, que era como una segunda madre para él. Todo eso lo habían hecho juntos.
Bella no era una chica a la que hubiera conocido una noche y con la que pudiera compartir sexo durante unas horas y olvidarse.
De momento, lo que le acababa de proponer era la mejor solución que se le había ocurrido. Su código de honor personal no le permitía olvidarse y fingir que no había sucedido nada. Ni siquiera habría tratado así a una desconocida que hubiera conocido una noche en un bar.
Así que, mucho menos, a Bella.
Utilizarla como si se tratara de una aventura de una noche le parecía inaceptable, pero salir con ella durante un tiempo, no.
Edward sabía que no saldría nada de aquella relación porque era imposible y, además, él no quería que sucediera, pero, si salían durante un tiempo y lo dejaban, podría justificar haberse acostado con ella.
Y no volvería a acostarse con ella, eso lo tenía muy claro.
A pesar de que el recuerdo de besarla y de tocar su piel lo encendía y hacía que la erección le apretara los pantalones.
Conocía a Bella de toda la vida, pero aquélla era la primera vez que lo había distraído como mujer, la primera vez en la que se había percatado de lo sexy y atractiva que era.
Físicamente, era todo lo contrario a Suzanne. Su ex era una mujer de curvas femeninas, grandes pechos y amplias caderas mientras que Bella estaba más proporcionada y era más menuda.
Tenía el pelo natural y no teñido, jamás se maquillaba y llevaba ropa bonita pero cómoda en lugar de ropa apretada como Suzanne.
—¿Qué me dices? —le preguntó terminándose la tarta y dándose cuenta de que Bella todavía no la había probado.
¿Qué podía decir? ¿Qué debía decir?
Desde luego, aquélla era la invitación para salir más rara que le habían hecho en su vida. De haberse tratado de otro hombre, se habría reído en su cara, pero se trataba de Edward.
¿Debía aceptar porque su corazón había soñado millones de veces con aquel momento o debía negarse porque sospechaba que la oferta procedía más de un sentimiento de culpabilidad que de un interés verdadero?
Bella tomó la taza de café caliente entre las manos y se la llevó a la boca para disponer de un poco más de tiempo aunque sabía desde el principio cuál iba a ser su contestación porque sabía que su corazón y sus esperanzas la iban a llevar a querer ver adonde podía llevarlos aquello.
A lo mejor, sólo se trataba de un par de citas, de salir a cenar e ir al cine, pero, a lo mejor los llevaba a algo más, a lo mejor Edward se daba cuenta de que jamás se tendría que haber casado con Suzanne, a lo mejor se daba cuenta de que debería haberse casado con una mujer como ella.
Con un poco de suerte, a lo mejor, Edward se daba cuenta de que debería haberse casado con ella.
Se dijo que aquello era esperar demasiado, pero estaba dispuesta a arriesgarse. El riesgo tampoco era demasiado teniendo en cuenta que, si las cosas salían bien, la recompensa sería enorme, todo lo que ella siempre había soñado.
Y, si no salía bien, seguiría siendo la única persona en el mundo en saber de sus sueños y sus deseos con aquel hombre, sería la única en sufrir.
—Muy bien —contestó mirándolo a los ojos.
—Muy bien —dijo Edward sacándose la billetera del bolsillo y dejando unos cuantos billetes sobre la mesa—. Te recojo a las seis —añadió poniéndose en pie.
Y, dicho aquello, sin mirar atrás, salió de la cafetería dejando a Bella sola con su café y su tarta sin tocar.
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Bella se dijo por enésima vez que debería haber llamado a Edward para cancelar su cita de aquella noche.
Edward no se había comportado exactamente como un príncipe encantador cuando la había dejado sola en la cafetería. Además, no le había pedido una cita sino que le había dicho directamente a qué hora pasaría a buscarla.
Ya solamente por eso se merecía que lo dejara plantado.
Aun así, allí estaba, ante el espejo de cuerpo entero, fijándose en su apariencia por última vez antes de que llegara para recogerla.
Tras decirle a su padre que no la esperara para cenar porque, aunque no sabía exactamente los planes de Edward suponía que tomarían algo por ahí, había subido a su habitación en busca de algo que ponerse.
Al no tener claro su destino, no le había sido fácil elegir, pero, al final, se había decidido por una falda vaquera y una blusa amarillo pálido. Mientras se colocaba el pelo, oyó que llegaba el coche de Match y lo escuchó saludar a su padre y conversar con él.
Bella tomó aire, se puso los zapatos y se dijo que, a pesar de que le resultara difícil, había accedido a salir con él y que, a pesar de tener los nervios de punta, le apetecía un montón.
—Bella, cariño, ha llegado Edward —le dijo su padre desde abajo.
¡Como si no se hubiera dado cuenta! De hecho, se le había puesto la piel de gallina en cuanto había oído su furgoneta.
—Ya voy —contestó.
Edward la estaba esperando en la cocina. —Hola —lo saludó.
—Hola —contestó él mirándola de arriba abajo—. Estás guapa.
No era el mejor cumplido que le habían hecho, pero, sabiendo que Edward no solía prodigarse en cumplidos, Bella decidió aceptarlo.
—Gracias. Tú, también.
Edward llevaba unos vaqueros y una camisa lisa, la ropa que llevaba siempre, pero, como a Bella le parecía que siempre estaba guapo, no había mentido.
—¿Nos vamos?
Bella asintió, agarrando su cazadora del colgador que había junto a la puerta. —Pasadlo bien —les dijo su padre.
Edward cerró la puerta, la acompañó a la puerta del pasajero y la ayudó a subir a la furgoneta.
—¿Adónde vamos? —le preguntó Bella mientras avanzaban por el camino que llevaba a la carretera principal.
—Ya lo verás.
Bella enarcó una ceja, pero Edward siguió mirando la carretera y no vio la mirada de consternación que Bella le había dirigido.
Diez minutos después, entraban en el aparcamiento de Silver Spun, uno de los locales más famosos de la zona. Había luces en el tejado y carteles de neón en las ventanas que anunciaban diferentes marcas de cerveza.
Bella sólo había estado en aquel lugar un par de veces y siempre con un grupo de amigas porque en aquel local solía haber peleas los fines de semana, pero estaban entre semana y, además, iba con Edward, así que no tenía nada de lo que preocuparse.
Edward rodeó la furgoneta para abrirle la puerta y la tomó de la mano para entrar en el bar. Al instante, la música country los envolvió. Mirara donde mirara, Bella veía hombres y mujeres ataviados con ropa vaquera, bailando, charlando, sentados en las mesas y en la barra con cervezas y cuencos de cacahuetes.
Al fondo del local había un grupo tocando en un escenario y unas cuantas parejas bailando.
—¿Qué quieres hacer? —le preguntó Edward inclinándose sobre ella y hablándole al oído para que lo oyera por encima de la música—. ¿Te apetece más bailar, sentarnos y tomarnos unos nachos o sentarnos en la barra y tomarnos una copa?
Bella miró a su alrededor y sopesó las opciones. Aquello estaba muy lejos del plan que ella se había imaginado, compuesto por película y cena en un sitio tranquilo, pero, aun así, a lo mejor se lo pasaban bien.
—Vamos a beber algo —gritó señalando la barra.
Sintiendo la mano de Edward en la espalda, Bella se abrió paso entre la gente y se subió a uno de los taburetes que había junto a la barra de madera. Edward se sentó a su lado y pidió dos cervezas.
Dado que Bella no había cenado, se tomó la cerveza muy lentamente, intentando no fijarse en el reflejo de sus imágenes en el espejo que había en la pared detrás de la barra.
No era su propio reflejo la que la ponía nerviosa, sino el de Edward. Aquel hombre era demasiado guapo, demasiado alto y demasiado masculino.
Parecía un personaje de Clint Eastwood.
Bella se obligó a dejar de mirarlo y se concentró en la etiqueta roja pegada en la botella de cerveza que se estaba bebiendo hasta que sintió que el pulso se le normalizaba.
A pesar de que estaban en un lugar abarrotado de gente, y con la música a todo volumen, se sentía irremediablemente atraída por él. Edward no la había vuelto a tocar íntimamente desde aquella noche en el establo de hacía dos semanas y, aun así, Bella seguía sintiendo el roce de sus manos y de su boca por todo el cuerpo.
No pude evitar estremecerse y le dio un buen trago a la cerveza para apagar el fuego que se había apoderado de ella.
Cuando sintió la mano de Edward en el brazo, dio un respingo. —Perdona, no quería asustarte.
Bella se dio cuenta de que le hablaba a un volumen normal, lo que la hizo percatarse de que el grupo de música estaba tocando canciones mucho más suaves.
—Vamos a bailar —añadió Edward.
Sin esperar su respuesta, la tomó del brazo y tiró de ella. A continuación, entrelazó sus dedos con los de Bella y la guió hasta la pista de baile, donde la tomó entre sus brazos.
Bella pensó que estaban demasiado cerca. Por supuesto, no para estar bailando en un local, pero si para no ponerse nerviosa.
Sentía una de las manos de Edward en las lumbares porque la tenía abrazada por la cintura. Sus cuerpos se rozaban a la altura del pecho, del estómago y de la pelvis, haciendo surgir un fuego abrasador en aquellos lugares.
Si Edward no la hubiera estado sujetando, probablemente se habría derretido allí mismo porque Bella se sentía como si estuviera bailando sin tocar el suelo.
La música los envolvía y Bella se encontró imaginándose que aquélla no era su primera cita, que eran mucho más que dos amigos de toda la vida jugando con la idea de tener algo más serio, se imaginó que llevaban mucho tiempo juntos, incluso que llevaban varios años casados y estaban muy enamorados, se imaginó que estaban celebrando su aniversario o, quizá, simplemente que habían decidido salir un rato sin los niños.
Bella sintió que Edward deslizaba levemente la mano que tenía en sus lumbares y le acariciaba la parte superior de la nalga, apretándola contra su erección.
La sorprendió que se sintiera tan atraído por ella. Después de tantos años intentando que se fijara en ella, que de repente se sintiera tan atraído por ella sexualmente la confundía y la desequilibraba.
Sobre todo, porque Edward era capaz de hacerle el amor con abandono y de desaparecer tranquilamente y no dar señales de vida durante quince días.
En cualquier caso, lo estaba intentando. La propuesta que le había hecho de que salieran juntos no era la más sutil que le habían hecho y aquella primera cita no estaba resultando la más divertida de su vida, pero Edward se estaba esforzando.
Bella sentía que el corazón le latía aceleradamente y que las piernas le fallaban, así que suspiró y cerró los ojos, olvidándose de que estaban en medio de una pista de baile abarrotada.
Para ella, sólo existían Edward y las chispas que había entre ellos. Edward apoyó la mandíbula contra su mejilla y Bella sintió su aliento en el pelo.
—¿Quieres que nos vayamos?
Bella lo miró a los ojos y vio deseo en ellos, lo que hizo que no se parara a analizar los pros y los contras de su contestación y que respondiera de la única manera en la que su corazón y su cuerpo sabían.
—Sí.
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Eso Bella, queremos acción 😉
ResponderEliminarEse ed si piensa k la puede usar un poco y desechar se va a llevar Muchas sorpresas jajaja
ResponderEliminarParece que Bella no es de quedarse con los brazos cruzados... Sólo espero que Edward pueda seguir el paso ;)
ResponderEliminarBesos gigantes!!!!
XOXO ♥
Creo que a Edward no le va a resultar mucho su plan jajajaja
ResponderEliminarBella es decidida pero Edward creo que creará conflictos con su actitud!!!
ResponderEliminarEdward ella no es solo un rato ya lo veras tonto y seras su esclavo jajajajaja ;)
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