28 de agosto de 2016

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—¿Lavándote de los efectos de una mala noche, Isabella?
De hecho había sido una noche terrible, durante la cual la mayoría de las batallas habían sido peleadas en silencios cargados y miradas atormentadas. Durante la cual había sido totalmente patética, débil y muy lastimosa… Por eso, sentí algo de molestia en mí.

—La peor —admití en un leve murmullo.
A pesar de mi resentimiento, se me secó la boca de solo verlo. Estaba usando una camisa de vestir verde, que hizo que sus ojos resaltaran. No había visto esa camisa antes; debió ser comprada recientemente. La idea de él haciendo cosas sin mí o sin que yo lo supiera, tan simple y mundano como era comprar una camisa, me hizo sentir un dolor agudo, ardiente e incandescente que me debilitó en una fracción de segundo como una herida mortal. Casi perdí el equilibrio. Ese instantáneo descubrimiento de que si vida en todos sus aspectos, incluso los triviales, podían continuar sin mí, me lastimó más que su distanciamiento antagonista, más que su comportamiento sarcástico.
—¿Dónde has estado? —pregunté con voz alterada, la cual al momento no podía controlar por completo.




La multitud se quedó sin aliento ante la declaración de Edward.

—Oh, no lo hiciste —dijo Rose, con su tono indignado y se puso de pie. Emmett la tomó por la cintura, tirando de ella hacia abajo y puso una mano sobre su boca. Le susurró al oído y ella se calmó un poco pero sus ojos estaban disparando amenazas de muerte a Edward.

Bella intentó mantener la calma pero sus ojos le ardían y tenía dificultad para tragar el nudo en la garganta. Sé una reina. No llores. No hagas una escena. Las reinas están en calma, solemnes. No asfixian a sus maridos con una almohada, no importa que tan tentadas se encuentren. Las palabras de Edward dañaban, pero ella entendía su sorpresa, su confusión. Por supuesto que él no podía creer que era el padre de la única niña Volturi en siglos. Estaba viendo una imposibilidad ante sus ojos.

—Carlisle, ¿tienes listo el lector de ADN? —Bella preguntó, con su voz sorprendentemente tranquila.

Carlisle miró hacia su mano y parecía vagamente sorprendido de que lo sostenía. —Sí, sí lo tengo.




—Hola —dijo respirando dificultosamente y sonriéndome.


—Hola a ti también. —Le di un pequeño beso esta vez, algo más normal para un saludo que el que realmente tuvimos. Y extrañé el primero, supongo.


Tomé su mano y la guié a la cocina, donde saqué una cerveza y la abrí para ella, y luego tomé una para mí mismo.
—Eres realmente asombrosa, ¿lo sabes?
Ella negó con la cabeza; su largo cabello cayendo sobre sus hombros y por sus pechos y... maldición. Eso era difícil. Difícil era la palabra clave. Maldición, de nuevo.
— ¿A qué te refieres? —preguntó, mordiéndose el labio y mirándome con curiosidad.
Me reí mientras tomaba su mano nuevamente y la guiaba a mi sala de tecnología. Sí, una sala de tecnología, totalmente separada de la pantalla grande de la sala. Tenía unos parlantes grandes y un sofá de cuero gigante y un televisor de setenta pulgadas de alta definición junto con otros cuatro de treinta y dos, dos en cada lado para obtener una visión de múltiples ángulos. La boca de Bella se abrió y miró alrededor algo impresionada.

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