Al sentir los labios del hombre
acariciando sus pechos a través de la tela, Bella tuvo que sujetarse a sus
hombros para no caer al suelo.
No era más que un roce, pero
la dulce caricia le hacía sentir frío y calor al mismo tiempo.
—Más —susurró, apretándose
contra él.
Edward la mordisqueaba y Bella
enredó los dedos en su pelo, murmurando su nombre.
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