—Era un lazo del pelo de Isabella de cuando era pequeña.
—¿Qué? —Edward
se giró y se encontró cara a cara con Marie.
Ella señaló al lazo que llevaba en la mano.
—El lazo. Es de Isabella. Muchas de sus cosas están aquí. Cuando era pequeña
siempre se quedaba conmigo cuando sus padres se marchaban de viaje.
—Ya lo sé —dijo él. También sabía que lo más
acertado habría sido decir que Bella
vivía con ella y que, ocasionalmente, visitaba a sus padres cuando ellos podían
aceptar el inconveniente de tener una niña revoloteando a su alrededor.
—Ese era su lazo favorito cuando tenía ocho
años. Siempre decía que la hacía sentir como una princesa —se sentó en un
sillón y se echó una manta sobre las rodillas. Después le dedicó una mirada
penetrante—. Eso es lo que una mujer necesita sentir el día de su boda; que es
una princesa.
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