—Parece que has olvidado que no debes ser tan testaruda —la rodeó de la cintura y la atrajo con suavidad hacia sí.
Bella supo qué pensaba hacer y abrió la boca para protestar. En ese momento, Edward le besó los labios, borrando las palabras de ellos y de su mente también. Bella se aferró al cuello de la camisa y, en contra de todos los dictados de su conciencia, aceptó gustosa el contacto de sus bocas.
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