Capítulo 3 / Una Segunda Oportunidad





ESTA HISTORIA ES UNA ADAPTACIÓN
LOS PERSONAJES PERTENECEN A STEPHENIE MEYER
EL NOMBRE DE LA HISTORIA, 
COMO LA AUTORA LO DIREMOS 
AL FINAL DE LA ADAPTACIÓN


Si lo pensaba, Bella sabía que podía perder los nervios. Se dijo a sí misma que tenía que dar un paso cada vez, que no tenía que darle demasiadas vueltas a lo que estaba haciendo o a lo que él podría hacer. Ese era también su cuarto de baño y tenía todo el derecho a entrar. Cosa que hizo. Luego, gracias a Dios, los sonidos y visiones llenaron todo el espacio en su mente.

El agua chocaba contra las paredes de cristal de la ducha. Todo el cuarto de baño estaba lleno de cristales y la ducha era lo suficientemente grande para dos, pero ella no la había compartido nunca con Edward. Nunca habían coincidido. No, aquello era una excusa, una evasión... Su timidez natural se había acentuado cuando tuvo a sus hijos. La verdad era que su aspecto de entonces no le parecía el más adecuado para el erotismo, con el vientre hinchado, los senos llenos de leche y los muslos surcados de venas azules.

Pero ahora estaba en bastante buena forma. No se le notaban nada los embarazos y todas las marcas le habían desaparecido. No había ninguna razón para no compartir su desnudez y todas para hacerlo si se obligaba, como en su luna de miel. Edward la había obligado entonces a sentirse natural en ese estado, antes de quedarse embarazada por primera vez. ¿Por qué no hacerla ahora otra vez? ¿Por qué no?

A Edward nunca le había importado estar desnudo.

Lo miró a través del cristal de la ducha, admirando lo perfecto que era todavía... su marido. Estaba de espaldas al chorro de agua, con él dándole en la cabeza y los hombros. Tenía los ojos cerrados y parecía como si tuviera los dientes apretados. Los puños cerrados. Estaba claro que la ducha no le estaba quitando la tensión.

Una energía explosiva salía de su interior. Una energía terrible y turbulenta atrapada y, lenta y silenciosamente, siendo transformada en algo más manejable. A Edward se le daba muy bien controlarse. El que esa noche hubiera perdido el control era una buena muestra de lo insatisfecho que estaba con ella.

El miedo la atacó de nuevo. ¿Y si no tenía nada que darle que lo satisficiera? Él era especial. Todo el mundo lo sabía. Mientras que ella... ¿qué había hecho para ser una buena pareja para él? Había sido él el que la había elegido como madre de sus hijos. Eso era. Recién salida de la universidad, ni siquiera había empezado a trabajar cuando Edward se hizo cargo de su vida y le había dado el propósito que ella había querido.

Pero ahora se sentía perdida sin esperanza. Se dijo a sí misma que no tenía que haber pasado de esa manera. Lo amaba y siempre lo había hecho. Y él se sentía engañado. Así que se había esperado más, había querido más de ella, aparte de sus hijos. Esa noche, habiendo dejado a un lado la hipocresía, por doloroso y chocante que fuera, tenía la oportunidad de hacer algo. Tenía que intentarlo, a pesar de que sólo Dios sabía lo que podría salir de aquello.

Edward echó atrás la cabeza y respiró profundamente. Luego se volvió y abrió los ojos... y la vio allí, mirándolo. Se detuvo y se puso tenso, como enfadado por esa invasión de su intimidad.

Bella se sintió como un conejo atrapado. Se quedó helada, y lo habría hecho igual aunque tuviera preparada una reacción, lo que no era así. Había ido allí con él porque el vacío que había sentido antes era insoportable. No lo había hecho porque fuera una mirona.

Edward abrió la puerta de la ducha, presentándose de repente como una realidad cálida e inmediata que la miraba lleno de ira.

— ¿Me deseas, Bella?

Su voz era dura, tersa, salvaje, reflejaba perfectamente la expresión de su rostro. La agarró por la muñeca y la metió en la ducha, sin esperar una respuesta. Ella había ido a por él y era como si todo su cuerpo le dijera que fuera a por él hasta el fondo.

La agarró por la otra muñeca y tiró de ella bajo la ducha.

—¿Quieres huir ahora a la seguridad? —dijo luego soltándola y haciendo un gesto exagerado con las manos.

El corazón le dio un salto. No había nada de receptividad en Edward. Estaba de lo más dispuesto a mantenerla aparte. Y aun así, ¿qué era esa seguridad? No había a donde huir aunque pudiera hacer funcionar las rodillas, que no paraban de temblarle. Si ella quería una vida con Edward, tenía que quedarse allí y mantenerse firme, sin importar lo asustada que estuviera y la amenaza de caerse al suelo allí mismo. 

—No —logró decir por fin—Me voy quedar aquí hasta que me escuches.

Tal vez aquello fuera pura cabezonería tonta, pero no le importaba, estaba más allá de que le importara. De alguna manera, había pasado el punto de no retorno.

—Es peligroso tentar al diablo que has despertado —le advirtió él.

—Te deseo, de verdad. Estás muy equivocado, Edward —gritó ella apartándose el cabello empapado de la cara para que él pudiera darse cuenta de que lo decía de verdad.

Pero lo que vio en su mirada fue incredulidad. —Bueno, veamos lo desesperadamente que lo sientes.

Edward levantó entonces las manos y le rompió el camisón hasta la cintura. Luego la recorrió con la mirada.

—Esto debería ayudarte a mostrarme lo seriamente que dices eso de que me deseas.

Bella se había quedado helada por ese inesperado acto de violencia, pero también se vio nerviosamente animada por él. Edward no se estaba apartando de ella, le estaba dando la oportunidad de que demostrara sus palabras. Y estaba muy claro que no iba a convencerlo solamente con palabras.

Ella no bajó la mirada. Sabía que la tela mojada se pegaba a su cuerpo como una segunda piel. Tenía un nudo en el estómago y le temblaban las piernas, pero luchó contra el pánico con todas las fuerzas que pudo reunir. Tomó la tela con sus manos y desgarró lo que quedaba.

Aquello sorprendió a Edward. Incluso pareció como si se quedara sin respiración y abrió mucho los ojos mientras ella sentía un destello de triunfo. ¡Lo había hecho! Lo había sorprendido. Pero una sorpresa momentánea no era suficiente. Tenía que darle la vuelta a la imagen fría y egoísta que él tenía de ella en su mente.

En la punta de los dedos notó como una sensación de poder, una confianza nueva en lo que estaba a punto de hacer. Mantuvo alta la barbilla. Mientras no mirara hacia abajo podía hacer como si su cuerpo perteneciera a otra, a una mujer orgullosa y decidida que le gustara mostrarse. Entonces le resultó fácil quitarse los tirantes de sobre los hombros y hacer que sus senos se mostraran en una orgullosa desnudez cuando se deshizo de lo que quedaba del camisón.

Él miró hacia abajo y pareció quedarse fascinado por el trozo de tela que tenía a los pies. Entonces Bella lo apartó con el pie y aquello fue como desprenderse de una vez por todas del camisón.

Era extraño cómo su mente parecía haber entrado de repente en un estado como de carga extrema, funcionando por encima del caos de sensaciones y sentimientos que, normalmente, la confundían y atormentaban, colocándola en un estado de abulia total. Tenía los nervios de punta y el corazón latiéndole a toda velocidad, resonándole los latidos por todo el cuerpo. Pero su mente estaba por encima, clara como el cristal, lista para analizar y medir las reacciones de Edward y encontrar una respuesta positiva. ¿Era de sorpresa su expresión? ¿O de intensa necesidad?

Lo único que sabía realmente era que toda su consciencia estaba llena de una sensación de crisis absoluta. Su vida estaba dependiendo de lo que sucediera ahora. Las acciones triviales no eran tales. Llevaban encima un significado enorme, montones y montones de significados que superaban su comprensión activa en esos momentos y entraban de lleno en las profundidades del instinto... instintos profundos y primitivos.

Como librarse del camisón, liberarse de sus connotaciones de rechazo, porque era eso de lo que trataba esa ruptura, de los sentimientos de rechazo.

Todo eso ya no existía; el camisón, abandonado por los dos. La sorpresa del rostro de Edward también había desaparecido. Su expresión se había endurecido y no mostraba nada mientras recorría su desnudez con la mirada y rudamente retaba su propósito.

—Así que has desenvuelto el regalo. ¿Se supone que ahora tengo que jugar con él?

Sus ojos le dijeron que nada había cambiado si pretendía que fuera él el que tomara la iniciativa. Que no había manera de que él la fuera a besar o acariciar esa noche si ella caía de nuevo en un estado de pasividad y lo aceptaba como si fuera su deber. Sus ojos decían que era ella la que tenía que moverse, y que sería mejor que lo hiciera bien.

Bella no supo si fue producto de la inspiración o de la desesperación, pero tomó el jabón y le dijo:

—Tus músculos parecen tan tensos... —susurró mientras se llenaba las manos de espuma—Podría frotarte el cuello y los hombros.

Luego se puso al trabajo mientras continuaba: —Será mejor que te relajes.

Pero Edward no parecía estar muy seguro. La miró fijamente con unos ojos llenos de preguntas. El pecho se le contrajo cuando los senos de ella le rozaron. Pero fue solamente una reacción inicial e instintiva ante un contacto en que no confiaba. Después de eso se quedó completamente quieto, con una quietud que indicaba que estaba esperando a ver hasta dónde estaba dispuesta a llegar ella, cuánto tiempo podría mantener ese papel.

¿Era una manipulación por un interés propio? ¿O un deseo genuino, una forma auténtica de dar?

¿Era cierto o falso?

Bella se dijo que tenía que concentrarse en él, completamente en él, y eso le hizo sencillo olvidarse de sí misma, de las inhibiciones que tan frecuentemente la hacían cortarse en sus impulsos. Las evitó con una determinación ciega de canalizar todas sus energías en darle a Edward la clase de placer que él le daba cuando hacían el amor. Porque en eso no estaba equivocado. Él era el que siempre había generado ese placer, no ella. Hasta entonces Bella no había apreciado ese fallo abismal por su parte.

Le dio masaje en los hombros apretando suavemente y luego le pasó las manos por el pecho, suave y deslizante, acariciándole sensualmente los pezones con las palmas de las manos, jugando con ellos como él solía hacerla con los suyos, sin saber si con ello le estaba produciendo sensaciones similares a las que él le producía a ella, pero esperando que así fuera, deseando que él se sintiera excitado, preguntándose si se excitaría si le pasara la lengua por ellos.

Se inclinó para comprobarlo. 

—¡No!

Esa palabra explotó en los labios de él y la agarró para separarla.

— No tienes que obligarte a hacer esto, Bella. ¡No es necesario! ¿Es qué no lo ves? ¡Ya es demasiado tarde!

—Pero lo puedo hacer. Quiero hacerlo —insistió ella, rogándole que le diera la oportunidad de mostrarle que le apetecía agradarlo.

—¿Por qué? ¿Porque no quieres afrontar la verdad sobre ti misma? ¿Porque tienes tanto miedo de lo que puede significar para tu futuro? —dijo él, irritado—. ¡Maldita sea! Ya te he dicho que eso lo tienes seguro.

—¡Yo no quiero tu seguridad —explotó Bella—. Quiero saber qué es necesario que haga para satisfacerte.

—¿Qué? ¿Para que puedas construir alguna pequeña y segura ecuación en tu mente? Algo como que si me das esto tres veces por semana.

—No, no, no. Lo que me importa es lo que sientes.

—¿Y tú te sentirás mejor si crees que yo me veo satisfecho? —Edward la agarró por los brazos y la agitó mientras continuaba. —Es eso, ¿no?

—Sí —gritó ella ya sin razonar— Sí, te quiero satisfecho.

—¡Muy bien! Entonces podemos bajar en el programa de seducción y conseguir el éxito más rápidamente si es sólo a mí a quien quieres satisfacer —dijo Edward haciéndola ponerle un brazo sobre los hombros y llevándole la otra mano a su propio vientre—No se necesita mucho para excitar a un hombre. Sólo una caricia habilidosa. Unos pocos besos. Enséñame lo ansiosa que estás, Bella. Empieza a besarme.

Aquello era una orden y, sorprendida por la ferocidad de esas palabras, Bella se sujetó más firmemente a su cuello, haciéndolo bajar la cabeza para apretar la boca contra la de él, pero el hecho de que él le estuviera mostrando a la vez a su mano cómo hacer para encender su virilidad la hizo perder toda la concentración en el beso.

—La verdad es que este beso no ha sido nada excitante —siseó Edward.

Entonces ella atacó más vigorosamente, invadiendo la boca de él con su lengua. Entonces, de alguna manera primitiva, el movimiento de las manos de ambos, unidas en sus partes más íntimas, a la vez que el latir de sus corazones, impusieron un ritmo en el beso que Bella encontró tremendamente erótico. Y dándose cuenta de que Edward estaba cada vez más excitado, eso impulsó a su boca a moverse de una forma más salvaje en busca de sensaciones.

Entonces, cuando estaban llegando a un nivel nuevo de sensaciones, el contacto se rompió. Bella gritó sorprendida cuando Edward apartó la boca y la hizo apoyarse contra la pared de la ducha, levantándole los pies del suelo.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Pon las piernas alrededor de mi cintura. Vamos, Bella. Muévete.

Sorprendida, obedeció. Él le puso un brazo bajo el trasero y ella se agarró a sus hombros para sujetarse mejor. Él se introdujo en ella, tan rápida y profundamente que todos sus nervios y músculos se tensaron ante la invasión. Se quedó sin aire en los pulmones y clavó las uñas en los hombros de Edward.

—Tú lo has querido —dijo él como excusándose por su rudeza.

Fue una sensación increíble, el cuerpo de él provocó un cálido y convulsivo temblor en su interior. 

—Sí —logró decir ella hasta que la curiosidad la hizo añadir


—¿Esto te parece mejor?

La risa de él pareció un poco seca mientras procedía a demostrárselo. La energía de Edward era sorprendente. Bella pensó que necesitaba liberarse de muchas cosas y debía ser por eso por lo que se había producido ese encuentro.

La incredulidad no la abandonó. ¡Estar allí haciendo el amor, contra la pared, con el agua corriendo sobre ellos! ¡Le parecía tan salvaje y maravilloso! La cama era mucho más cómoda, pero...

De repente Bella comprendió completamente la razón por la que la costumbre puede resultar aburrida. Sinceramente, aquello era un cambio de lo más refrescante.

Cerró los ojos, dejándose llevar por las sensaciones que la embargaban, libre de todo ritual, abandonándose al sentimiento incivilizado de la piel rozándose contra la piel encendiendo explosiones de sensaciones que, una tras otra, la recorrieron.

Sintió a Edward moviéndose más rápidamente todavía, sus manos apretándole el trasero convulsivamente, mientras todo su cuerpo se tensaba al aproximarse al clímax.

Sí, pensó ella cuando le llegó el momento del relax, quería que él sintiera que ella lo deseaba, que le daba la bienvenida. Entonces él llegó entre feroces espasmos, como si no pudiera esperar más.

Luego ambos descansaron apoyados contra la pared, recuperando la respiración, esperando a que sus cuerpos pudieran moverse de nuevo.

—Bueno, esto es el principio —dijo él por fin sonriendo diabólicamente.

—¿El principio? —repitió ella tontamente, sin comprender que no fuera un final. 

—Ha sucedido muy deprisa, Bella. Normalmente es el principio. ¿Estás lista para seguir? ¿O ya has tenido bastante? 

—¿Seguir a dónde? ¿A qué?

—Oh, creo que todavía tienes mucho que aprender. Pero no quiero presionarte demasiado en tu misión impuesta de darme satisfacción como buena esposa. Si no quieres seguir, lo comprenderé muy bien.

Ese momento de sexualidad no había borrado la ira, el cinismo y la amargura. Ni siquiera se habían diluido. Se notaba en todo el cuerpo de él, en su voz y su mirada.

Estaba claro que él quería hacer de aquello una prueba de resistencia. Quería demostrarle lo poco sincera e incapaz de cumplir su promesa que era. Quería que ella lo afrontara, retrocediera y demostrara que él tenía razón.

El corazón se le rebeló ante la idea de aceptar una derrota en ese terreno. Su mente le juró que podía superar cualquier cosa que Edward le echara en cara. Realmente el cuerpo ya se le tensaba lleno de anticipación y sentía la sangre correr rápidamente por las venas.

Desde lo más profundo de su ser surgió una respuesta vieja como el tiempo. Se rió y le dijo:

—¡No seré yo la que diga que no quiere seguir!



7 comentarios:

  1. Eso bella no te dejes
    K salga la loca k hay en ti
    Creo k su mama tiene mucha culpa en su forma de ser pero ed y bella tambien

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  2. No es fácil cuando una no se siente cómoda con su cuerpo y además te inculcaron otras cosas desde chico.Me apasiona la historia.

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  3. Este matrimonio es demasiado complicado como podrán salir adelante??? Con la inseguridad de Bella y la dureza de Edward!!!!

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  4. Ella tiene que empezar a desenvolverse si queire que vea lo que siente en verdad y no solo es por compromiso , pero tmb es como la educaron .... me encanta gracia hasta el sig besos 😘 ❤️

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  5. Creo que Bella debería ser más sincera, tratar de explicarse mejor en vez de verse como si estuviera desafiando a Edward todo el tiempo, pero creo que estaría un poco difícil porque él es muy cabeza dura jajaja

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