ESTA HISTORIA ES UNA ADAPTACIÓN
LOS PERSONAJES PERTENECEN A STEPHENIE MEYER
EL NOMBRE DE LA HISTORIA,
COMO LA AUTORA LO DIREMOS
AL FINAL DE LA ADAPTACIÓN
Ya era tarde cuando Bella se despertó y lo supo inmediatamente por la cantidad de luz que entraba en la habitación. No se oía nada. Se sentía como si fuera muy tarde. Y también distinta.
Cuando fue consciente de todo una gran confusión de pensamientos y sentimientos la asaltó. ¿De verdad que había hecho todas esas cosas con Edward la noche anterior? Era sorprendente que no sólo hubiera tenido el valor necesario, sino que se le hubiera ocurrido semejante variedad insospechada de actividades sexuales. Aunque, eso sí, las recompensas habían sido instantáneas y no dejaba de maravillarse todavía por ellas. Hasta entonces no había tenido ni idea de que los cuerpos tuvieran tantos puntos de placer.
Los recuerdos la asaltaron, imágenes que la hicieron ruborizarse ante su propio comportamiento. Aunque, en su momento, aquello le había parecido una progresión natural de lo que había sucedido y estaba sucediendo. De alguna manera había bloqueado cualquier tipo de miedo, sabiendo que eso la volvería a llevar a sus inhibiciones habituales y se había concentrado con todas sus fuerzas en seguir la corriente.
Se le escapó entonces una risita tonta. La corriente estaba bien. Se sentía como una rama en medio de un torrente, a flote en medio del caos, de la impredecible corriente de agua que la llevaba por toda clase de confrontaciones con la naturaleza. De repente se le encogieron los músculos del vientre cuando recordó las exquisitas sensaciones que la habían recorrido como unos rápidos hirvientes.
Respiró profundamente para tranquilizarse, decidiendo firmemente no darle más vueltas al asunto. Aquello estaba bien. Más que bien. Aparte del tremendo placer físico, algo tan íntimo entre marido y mujer tenía que unirlos más. En todos los sentidos de la palabra.
Sentía dolor en algunos sitios y se puso de costado. Edward se había marchado. Probablemente ya hacía tiempo para llegar a su hora al trabajo. ¿Qué estaría sintiendo él esa mañana? ¿Estaría tan sorprendido como ella misma? ¿Estaría satisfecho? ¿Estaría tan ansioso como ella por entrar en ese nuevo nivel de su matrimonio que se había abierto ante ellos? ¿Estaría excitado por la perspectiva? Y, sobre todo, ¿se sentiría más propenso a amarla?
Su parte de la habitación sólo le indicó que no estaba. Su almohada estaba contra el cabezal de la cama y, evidentemente, había sido recogida del suelo. La sábana superior estaba arrugada a los pies de la cama. Bella se dio cuenta de que no la tenía encima, sólo estaba la manta, que también estaba bastante arrugada. Pensó que el agotamiento total los había hecho arroparse de cualquier manera.
Se había quedado dormida desnuda, algo que normalmente no podía hacer nunca, ya que estaba de lo más acostumbrada a vestir algo en la cama. Todavía estaba desnuda, lo que significaba que no se había movido desde el mismo instante en que se quedó dormida. Era una sensación extraña estar así. Se sentía a la vez desprotegida y libre.
Se dijo a sí misma que tenía que acostumbrarse.
No quería que a Edward le volviera a caber ninguna duda de que ella estaba ansiosa por ser accesible a los deseos que él había estado suprimiendo desde el principio de su matrimonio. Una sonrisa irreprimible se asomó a su rostro todavía tumefacto por el sueño. Lejos de retraerse, como Edward había anticipado cínicamente, ella había dado rienda suelta a su imaginación y había hecho con su esposo todo lo que se le había ocurrido, que no era poco. Decidió que lo que tenían que hacer era compartir sus pensamientos y sentimientos mucho más abiertamente.
Miró el reloj de la mesilla de noche. Eran casi las diez y media. Sorprendida al ver que era tan tarde, Bella salió de la cama a toda velocidad. Edward debía haberle dicho a todo el mundo que no la molestaran.
Se dio una ducha rápida, dándose cuenta de que el camisón roto había desaparecido y se preguntó qué habría hecho Edward con él. No tardó mucho en vestirse, ya que se puso unos vaqueros y una camisa. Tenía el cabello hecho un caos, así que, en vez de tratar de peinarse, se lo sujetó con un pañuelo.
Sintiéndose feliz y esperanzada por el futuro, fue a buscar a sus hijos y los encontró en la cocina, donde su niñera los estaba dando de comer; allí estaba también el ama de llaves.
Nessie, su hija, estaba sentada en su silla, tratando de comerse unos bollos mojados en leche. Con quince meses todavía no tenía todos los dientes. A pesar de los churretes que tenía alrededor de la boca estaba adorable. Sus grandes ojos castaños estaban de lo más vivos y llenos de interés por todo y sus copiosos rizos castaños estaban recogidos por una cinta rosa.
Riley estaba sentado a la mesa con un tazón de chocolate en las manos. Al contrario que su hermana, era rubio y tenía toda la cara de un querubín a pesar de tener ya cuatro años. Era increíblemente precoz, de lo más travieso e hiperactivo. Necesitaba que un adulto lo estuviera vigilando a cada momento cuando estaba despierto.
Aparentemente todavía no se había producido ningún desastre esa mañana, pero bien podía suceder en cualquier momento con esos dos. Tia, la niñera, estaba ocupada preparando una bandeja de galletas y Makenna, el ama de llaves, estaba de espaldas. Bella decidió que lo mejor era hacerse notar y les dio los buenos días a todo el mundo. Aprovechando el que todos la miraron, colocó en su sitio el tazón que sostenía Riley y que ya estaba a punto de caer al suelo.
— ¡Hola, mamá! —dijo Riley—. Todavía queda algo para desayunar. ¿Por qué has bajado? Se suponía que tenías que estar en la cama.
—Mamá, mamá —gritó Nessie llena de alegría con la boca llena y mientras extendía los brazos para abrazarla.
¿Sería un acto irresponsable por su parte dejar a sus hijos durante dos semanas? Bella no pudo dejar de recordar la crítica que le había hecho Edward cuando le dijo que quería irse con él a Europa.
—Es sólo un tazón de plástico, señora Cullen —le dijo Tia.
Bella miró el cacharro de plástico que tenía en la mano y se rió de sí misma. —Es cierto. Lo siento, Tia. Supongo que es la costumbre.
—Bueno, lo cierto es que nunca está de más andarse con cuidado con Riley.
El comentario fue acompañado por un gesto hacia su hijo y una mirada de sabiduría que contrastaba con la juventud de la chica. A pesar de que Tia tenía sólo veinte años, había trabajado como niñera desde los dieciséis y, dado que venía de una familia de trece hermanos, no era nueva precisamente en eso de cuidarlos. Una chica de campo, nacida y criada en una granja y llena de sentido común; llevaba con ellos desde el nacimiento de Nessie y Bella confiaba completamente en ella, incluso tratándose de Riley. Lo que le había dicho Edward la había puesto demasiado sensible. Eso era todo.
Le devolvió el tazón a su hijo antes de darle un beso y luego levantó a Nessie de su silla para lo mismo con ella.
—Anthony, ¿se ha ido bien al colegio?
Con cinco años, Anthony, su hijo mayor, era muy consciente de su estatus de primogénito y, sobre todo, de escolar, que sabía mucho más que los otros dos y cada día aprendía más aún.
—Sí. Su padre lo llevó esta mañana —respondió Tia mientras añadía con curiosidad—El señor Cullen dijo que no la molestáramos.
—Estaba haciendo un poco de té —intervino Makenna— Creo que podrá acompañarlo con unos bizcochos. Eso si no tiene el estómago revuelto.
Estaba muy claro que Makenna se había imaginado que ya era hora de que se hubiera quedado embarazada de nuevo, dado el espacio de tiempo que había entre cada hijo. La mujer les había llegado virtualmente con la casa, ya que había sido ella la que se había ocupado de la limpieza de los anteriores propietarios antes de que ellos llegaran y, desde entonces, vivía en el pequeño piso de la parte trasera del garaje, así que la mujer había vivido las náuseas matinales de Bella. Para ella, el que Edward les hubiera dicho que no molestaran a su esposa, indicaba que otro niño estaba en camino.
Bella se rió y agitó la cabeza.
—No estoy embarazada, Makenna, pero sí que me gustaría una taza de té. Edward y yo nos acostamos muy tarde anoche.
De repente sintió un calor intenso en las mejillas cuando recordó de nuevo las eróticas escenas de la noche anterior y añadió:
—Debió pensar que necesitaba dormir.
— ¡Ah! —exclamó Makenna asintiendo comprensivamente.
Makenna tenía cuarenta y tantos años, era madre de dos hijas que, según lo que decía ella misma, habían resultado bastante afectadas por el abandono que habían sufrido por parte de su padre. Llevaba una vida social muy activa y asistía a varios clubs locales. Se mantenía bastante en forma y normalmente llevaba el cabello teñido de castaño oscuro con mechas doradas, cuidado por una peluquera amiga suya que compartía su interés en tener buen aspecto.
Los hombres estaban en un puesto muy alto en su lista de aficiones interesantes, pero como ya era una mujer madura, Makenna era muy selectiva con aquellos a los que les permitía entrar en su vida y, en esos momentos, elegía siempre y sólo a los que más les convenía. De todas formas, le había dicho a Bella que, de vez en cuando, todavía podía perder la cabeza por alguno. Y más que la cabeza incluso.
Bella siempre había sonreído vagamente ante esos comentarios, no muy segura de como tomárselos. De repente, cuando vio el brillo en los ojos de Makenna, comprendió súbitamente. Acababa de entrar en el mundo de las mujeres que sabían, mujeres que habían estado allí, que habían hecho eso, y estaba de lo más cómoda con la experiencia.
— Bueno, es una lástima que el señor Cullen haya tenido que irse a trabajar —dijo Tia sonriendo también—. Parecía un poco cansado esta mañana. Supongo que tampoco le habría venido mal dormir un poco más a él también.
Bella pensó dos cosas; una, que hasta una chica de apenas veinte años estaba al tanto de aquello que le resultaba tan nuevo a ella y otra que sí, Edward debía estar muy cansado.
Sonrió felinamente. Él tampoco se había rendido.
Debía haber sido casi al amanecer cuando, por fin, se habían quedado dormidos. A pesar de su cansancio de esa mañana, ella esperaba que Edward encontrara que había merecido la pena pasar así la noche. Seguramente sentiría algo más suave hacia ella. Demostraba cariño y consideración el hecho de que hubiera dicho que no la molestaran.
— ¡Oh! —exclamó Tia corriendo hacia la ventana de la cocina—o ¡Ahí está Benjamín! Bella sonrió. Benjamín había tomado el puesto del anterior limpiador hacía un mes y era todo un espectáculo. Un tipo bronceado por el sol, con el cabello largo hasta los hombros, rizado y rubio como la paja y un cuerpo de atleta.
Benjamín llevaba unos vaqueros cortados que mostraba claramente lo que Tia llamaba «el trasero más bonito del mundo». En sus camisetas se leía el eslogan de la casa de limpiezas para la que trabajaba y, descaradamente, era dos tallas menos de la suya. De todas maneras, se pegaba firmemente a su magníficamente desarrollado torso. El efecto general producía una terrible tentación de silbarle.
Y, sobre todo ello, su piel sanamente bronceada bien podía ser el anuncio de cualquier loción para la playa.
En una palabra, era un hombre verdaderamente atractivo. Y lo sabía. A Tia se le caía la baba con él y él se dejaba adular con una leve sonrisa y una amable condescendencia.
—Será mejor que aproveches el tiempo ahora que lo tienes aquí, Tia. Sólo viene una vez a la semana —le aconsejó Bella.
La muchacha se ruborizó hasta las raíces del cabello.
—Cuando salgo, sólo suele hablar con Riley, no conmigo. Afrontémoslo, no soy lo suficientemente bonita como para que un chico como ése muestre algo de interés en mí.
—Puede que eso no sea cierto —murmuró Bella mirándola pensativamente.
La joven niñera no era bonita convencionalmente hablando, pero casi tenía un rostro atractivamente magnético cuando sus ojos castaños le brillaban de felicidad. El cabello oscuro lo llevaba cortado con un estilo que resaltaba su atractivo rostro pecoso y su sonrisa era de lo más contagiosa. La opinión de Bella era que una cálida personalidad generaba una poderosa atracción por sí misma. Ciertamente, sus tres hijos estaban encantados con su niñera.
Pudiera ser que Benjamín se preocupara tanto por la apariencia porque no estuviera muy seguro de sí mismo por dentro. Una mujer como Tia tenía muchas cosas positivas que dar, sin importar que fuera más bien alta y delgada, lo que le hacía parecer un poco desgarbada.
—No lo sabrás si no lo intentas —continuó Bella pensando en sí misma y en Edward la noche anterior—Yo me ocuparé de los niños. Sal a la piscina tú sola y dale conversación. Mientras hace su trabajo no podrá escapársete.
—Pero, ¿de qué le voy a hablar? —gritó Tia angustiada.
—De comida. Llévate una bandeja de bizcochos. Pregúntale si lleva alguna clase de dieta. Dije que lo ves en tan buena forma que te has preguntado si no te podría dar algún consejo. No tiene sentido que te quedes aquí haciéndote la tonta, Tia. Si quieres algo en este mundo, tienes que tomar alguna iniciativa y ahí descansaba la razón verdadera de lo de la noche anterior, pensó Bella con satisfacción.
—Siempre te estás quejando de lo delgada que eres — intervino Makenna—. Pregúntale si cree que las chicas deben trabajar sus músculos. Puede ser que se ofrezca para enseñarte la forma de hacerlo. O cualquier otra cosa.
—Adelante, Tia —la animó Bella —. ¿Qué puede haber de malo en que lo intentes?
— ¡De acuerdo! —exclamó la chica respirando pro fundamente— Comida y músculos.
Cuando Tia salió por la puerta, Makenna puso las cosas del té en la mesa delante de Bella y miró a Benjamín por la ventana.
—La verdad es que ya me gustaría a mí ligar con él. Toda mujer debería tener un hombre así.
Bella se rió.
— ¿Cómo un hombre objeto?
— ¿Por qué no? Ya me gustaría un tipo con el que pudiera estar a gusto y que no me molestara hablando.
Bella agitó la cabeza. Aquella no era su idea. Más que nada ella lo que quería era una relación compartida, no una en la que los roles fueran así de restrictivos.
—Bueno, cada una a lo suyo — dijo Makenna encogiéndose de hombros— Ahora que ya ha bajado haré el piso de arriba.
—Yo, ah, he quitado las sábanas de nuestra cama. Quería ponerlas limpias.
—Le ahorraré el trabajo —le dijo Makenna desde la puerta sin parecer alterarse por la vergüenza de Bella—. Riley se está comiendo todos los bizcochos.
— ¡Oh! — exclamó ella dirigiéndose a su hijo—. Deberías preguntar antes, Riley.
El niño la miró decididamente.
—Benjamín no ha preguntado. Y yo vivo aquí y él no —dijo agarrando con fuerza la fuente.
—Benjamín es un visitante.
—No lo es. Está trabajando, limpiando la piscina. Si él se puede comer los bizcochos de Tia, yo también.
Esa lógica tan aplastante la dejó desarmada se rió con ganas y Nessie se apuntó enseguida a los bizcochos.
—Pásale la fuente, Riley —le dijo Bella a su hijo.
No quiso seguir discutiendo con él porque el niño sería muy capaz de volver loco a un juez si alguna vez le daba por hacerse abogado.
—No se los va a poder comer —gruño Riley obedeciendo de mala gana. —Yo la ayudaré.
—Eso te va a hacer tener ganas de vomitar de nuevo.
—No he tenido ganas de vomitar.
—Sí, las has tenido. Papá lo dijo.
— ¿Cuándo?
—Esta mañana. Le oí decírselo a Anthony.
—Entonces debes haberlo entendido mal Riley
—No. Además, nos dijo que te dejáramos tranquila y nos quedáramos aquí abajo hasta que te levantaras.
—Eso no significa que tuviera ganas de vomitar.
—Anthony se lo preguntó. Fue cuando Tia estaba preparando a Nessie y él y papá se marchaban al colegio. Yo los seguí a la puerta para decirles adiós y Anthony le preguntó entonces si tenías ganas de vomitar.
El pequeño emito entonces el serio tono de voz de su hijo mayor ya Bella no le cupo entonces duda de que la conversación había tenido lugar.
—Entonces papá dijo que...
Riley imitó entonces la expresión de su padre que, evidentemente, había sido una de irritable impaciencia.
—Dijo que sí, que debías además estar cansada y apenada, pero que no tenía que preocuparse porque volverías a ser la de siempre en nada de tiempo.
Las lágrimas asomaron a los ojos de Bella y trató de contenerlas, ya que no quería llorar delante de los niños. Pero el corazón y la mente sí que estaban llorando. ¿Cómo podía él?
Aparte de la forma en que le había hablado a Anthony de ella ¿cómo podía Edward infravalorar tanto lo que había pasado entre ellos la noche anterior, decir que ella se recuperaría pronto? Aquello era completamente injusto, incierto. Lo hacía parecer como si fuera alguna clase de aberración.
Agitó la cabeza, ahora sí que sentía ganas de vomitar, pero por el rechazo de él a lo que ella había visto como una gran ruptura y algo que podría llevar una mayor intimidad a su matrimonio. No había ganado nada. No había resuelto nada. Nada en absoluto.
A no ser que pudiera hacerla cambiar de parecer al respecto, hacerla ver de otra forma.
Iniciativa. Eso era lo que ella misma le había dicho a Tia que debía tener. Edward la había castigado por no tomar la iniciativa.
Si iba a tener que demostrarle que estaba equivocado, iba a tener que darle alguna clase de acción positiva, más bien mucha. ¡Y deprisa! Así podría ver que estaba equivocado. ¡Muy, muy equivocado!
Ese ed me va asacar canas verdes
ResponderEliminarHay k darle una leccion al calenturiento
Ese ed me va asacar canas verdes
ResponderEliminarHay k darle una leccion al calenturiento
Aghhh Edward puede ser un verdadero dolor de cabeza.... como le mete a todos que Bella esta embarazada??? o será que si???
ResponderEliminarBesos gigantes!!!
XOXO
Hay ese Ed .... me saca de mis casillas en ratos pero lo amo ❤️❤️ Me encanto que pasara cuando regrese edward a casa la llevara a bella al viaje que va hacer Es ??? Ojalá puedas subir pronto besos 😘 ❤️❤️
ResponderEliminarpobre Bella, se debe haber sentido fatal por lo que dijo Ed U.U que cosa con los hombres!!! Lo bueno es que al parecer no se va a dejar ni a volver al comportamiento anterior sino que tomará las riendas. Bien por Bella!!! Gracias por la historia, me está gustando bastante :)
ResponderEliminarLo bueno es que Bella ya se despabiló
ResponderEliminarBuena la historia pero me gustaría q también Edward sufra celos en algún momento. Aparte q ganas de de agarrarlo del cogote, un problema en cada y no pierde el tiempo ya está mirando a otra.
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