—Bella, te presento a mi ama de llaves, la señora Mallory. Señora Mallory —dijo con tristeza—, esta es mi esposa.
Bella intentó sonreír. Después la mujer colocó las cosas en una bandeja y se retiró.
—¿Una copa, Bella? —sugirió Edward con cinismo.
—Claro que no —sacudió la cabeza.
—¿No celebrarás conmigo? —la estudió—. Vamos. Hasta tú debes sentir que hice un excelente progreso —tomó la botella y sacó el corcho.
—¿A dónde? ¿Al infierno? Sí, quizá esté de acuerdo contigo en eso.
—Vamos, Bella. No seas tan grosera. Te traje a Londres y tú refunfuñas en mi estudio. Creo que lo estoy haciendo muy bien, ¿no?
¿Por qué dijo que la amaba? ¿Por qué? Un dolor enorme creció dentro de ella. Era una tonta. Edward sólo pronunció esa palabra, y ella lo siguió ciegamente al piso superior. Nada había cambiado, pensó. Era tan ingenua como siempre, mientras que él podía mentir hasta con los ojos y con los dientes.
—Cuándo me trates como un ser humano, entonces pensaré que hiciste progresos.
Él arqueó una ceja y se sirvió champaña.
—¿Estás segura de que no quieres? Después de todo, el vino es para seres humanos. O quizá te sentirías más cómoda mordisqueando un trozo de queso.
—Te equivocas, Edward. No soy un ratón. Me aseguraré de que cada detalle de tu conducta salga a relucir en nuestro divorcio.
—Ya te dije que no me importa, ¿por qué? Tú deberías tener más miedo que yo.
Un recuerdo doloroso de esas tórridas noches se interpuso… él pensaba que era demasiado tímida para revelar eso también, pero estaba equivocado. Suponía que sus facciones infantiles así lo decían, pero ahora era una mujer orgullosa. No se retractaría, ni tendría miedo. Estaban recién casados y ella estaba muy enamorada. ¿Por qué debía sentir vergüenza?
—¿Por qué tendría miedo? Estoy segura de que la mayoría de la gente verá que fue natural lo que hice bajo esas circunstancias.
—¿De verdad eres tan desvergonzada, Bella? ¿Detrás de esa linda fachada, hay un corazón de piedra? Dudo que emita latidos, quizá sólo emite ondas sísmicas.
—¿Aún sigues esperando ese terremoto? —se burló.
—Sí. No creo en tus protestas. Dudo que soportes mucho.
Lo miró con furia. Estaba reclinado cómodamente en una silla con la chaqueta desabotonada.
—Te dejaré demandar a Carlisle, ¿sabes? Le explicaré todo a él, y comprenderá. Lo soportará.
En ese momento, Edward dejó de parecer relajado. Se sentó y azotó su copa. Después miró a Bella con frialdad.
—¿Así es tu lealtad hacia tus amigos? —habló con desdén—. Debí saberlo.
Se levantó inquietamente y paseó hacia la ventana con las manos en los bolsillos.
Miró la calle abajo antes de decir secamente:
—No sé por qué me molesto contigo. No mereces la pena.
Bella sabía que debía estar contenta porque al fin Edward comenzaba a despreciarla, pero se sintió pasmada. Quería que tomara seriamente su amenaza de revelar todo el pasado. Y que reconociera que la había tratado mal. Pero Edward trataba el asunto con ecuanimidad. Parecía haber volteado las cartas y Bella no comprendía por qué. Le decía desvergonzada y despiadada porque no protegía a Carlisle. Pero era él quien había amenazado demandar al pobre y bueno de Carlisle sólo por obtener lo que quería de ella.
—Claro que no quisiera meter en esto a Carlisle —espetó a la defensiva—, pero no me dejas otra opción. No quiero lastimar a Carlisle, ni que mi padre se entere de la verdad. Si tengo que decidir entre eso y vivir atormentada por ti, lo haré, y déjame decirte que no me avergüenza. De hecho, creo que no lamento nada, excepto haberme dejado engañar por ti.
—Tu preciado orgullo —susurró fríamente.
—Sí —reconoció con amargura—. Mi orgullo es valioso. Ahora, me voy.
Entonces se volvió hacia ella con expresión amenazante.
—Te quedarás, Bella. Te quedarás conmigo en Londres hasta que haya movido a las manecillas de tu reloj emocional.
—Me voy —insistió y caminó a la puerta.
Edward la detuvo con un leve roce. Irritantemente su piel cosquilleó con deseo ante la gentil presión, y sus pezones se endurecieron. Las lágrimas le quemaron los ojos cuando se percató de que no podría apagar esa necesidad. Respingó visiblemente.
—Estas peleas no son agradables, ¿verdad, Bella? Si te vas ahora, comenzará de nuevo la próxima vez que nos veamos. Cambiaré las cosas de una vez por todas. Al final seremos marido y mujer otra vez, o habré decidido que en realidad ya no te deseo.
—¿Quieres decir que puedo ganar? Vaya, no sabía que tenía esa opción.
—Si te vas, no ganarás, Bella. Perderás todo lo que vale. Tu vida se encogerá y se secará, te amargarás. Vivirás lamentándote hasta que mueras. No es la receta para la felicidad.
—Oh, no… —replicó con ansia—. Estaba bien antes de que regresaras, y así seguiré.
—Antes de que yo llegara, no sabías lo que sentías por mí. Ahora que lo sabes; la puerta se cerró. ¿Crees que conocerás a un hombre que pueda hacerte esto? —deslizó los dedos despacio por sus senos y Bella retrocedió temblando.
—Eso no es todo —protestó con voz ahogada.
—No —acordó—, no lo es, pero una vida sin eso puede ser muy vacía, sobre todo para alguien como tú, Bella. ¿Conocerás a otro hombre con quien hagas el amor como lo hiciste conmigo? ¿Lo harás?
—Podría —insistió con voz titubeante—. Además, hay otras cosas.
—¿Como el trabajo? Tienes un trabajo que la mayoría de la gente envidiaría. Ofrece riqueza. Como el mío. ¿Crees que será suficiente para ti? Necesitas más, Bella… no puedes cambiar eso.
—Está el respecto a sí misma —espetó violentamente—. No sé lo que me depara el futuro. Nadie lo sabe, pero puedo aceptarlo todo, con la cabeza en alto. Creo que eso es suficiente para cualquiera.
—¿Sí? —le pasó un dedo por la sien y la barbilla—. Te quedarás en Londres conmigo, Bella —insistió—. Vas a descubrir exactamente lo que el futuro te deparara. Si te vas, iré a buscarte y te traeré de regreso. La vez que te dejé ir, pensé que sería por corto tiempo. Pensé que verías que lo que habías perdido no valía el precio que estabas pagando, que aprenderías un poco, vivirías y después regresarías. Pero pasaron cuatro años y aún no cambias. Ya no eres una chica, sino una mujer, y ya maduraste suficiente a tu manera. Ha llegado la hora de que abras los ojos, que veas que tu orgullo infantil es inútil. Estamos casados Bella. Deberíamos estar forjando nuestro futuro juntos. Eso es lo que quieres, lo enfrentes o no. No puedes seguir rechazándome. Sólo amargarás tu mente si sigues con estas peleas. Yo haré todo lo que pueda por cambiarte, lo sabes. Me aseguraré de resolver todo al final.
—¿Quieres decir que me rendiré?
—Quizá —la miró de arriba abajo—. O me convencerás de que después de todo ya no te deseo. Debo admitir que ahora parece un resultado posible.
Bella titubeó. No le sorprendía el desdén de Edward. ¿Era parte del juego, diseñado para confundirla más? ¿Hablaba en serio? Sólo había una forma de descubrirlo.
Se retiró de la presión provocativa de sus manos y se sentó en el sillón.
—Está bien, me quedaré hasta que me odies tanto como yo a ti. Entonces quizá me dejes en paz y pueda recomenzar mi vida. Estoy lista para hacer girar la rueda. Tengo muchas cosas que decirte que no me congraciarán contigo. Antes que empiece a en numerarlas me gustaría beber té. Tengo sed, aunque yo no celebro mi rencor con champaña.
Edward regresó a su asiento y habló por el intercomunicador.
—¿Vas a comenzar? —preguntó después con desprecio—. ¿O esperarás a que llegue el té?
—Empezaré ahora si quieres. Uno: no puedo comprender cómo puedes estar interesado en construir una relación conmigo si aún sigues viendo a Alice. Es increíble, y te desprecio por eso. ¿Es tan difícil de entender?
—Para nada —se rió con dureza—. Has empezado muy bien. Considero algo raro que me recuerdes ese hecho. A estas alturas, debería abandonarte ya.
—¿Por qué esa crítica hace que me desprecies más? —preguntó pasmada—. Se supone que deberías sentirte avergonzado de ti mismo. ¿De verdad esperas que ignore a Alice? ¿Estoy rompiendo las reglas al mencionarla?
—Preferiría concentrarnos en ti y en mí, sin mencionarla a ella —la miró fríamente.
—¿Y qué tenemos, Edward? Aparte de desprecio mutuo.
—Atracción mutua.
—No creo que estés tan desesperado por sexo que eso te influencie, ¿o sí?
—Una vez hubo amor entre nosotros, Bella, no sólo sexo.
—Tú nunca me amaste.
—¿No?
—Me das asco. Recuerda que escuché lo que Alice y tú se decían. Sé exactamente cómo me engañaron. Si a eso lo llamas amor, no sabes lo que significa.
Edward sólo parpadeó, miró a la ventana. Su rostro era una máscara dura.
—¿No lo sé? —inquirió suavemente.
—Además, lo que haya sentido por ti cambió en el momento en que los vi juntos.
—Dijiste que no me amabas, que sólo tenías curiosidad por saber cómo era acostarse conmigo.
—Yo… estaba en un terrible… —se calló cuando recordó aquellas palabras—. Es cierto —mintió con tensión—. Sólo fue eso, curiosidad.
—Ah, no me mientas ahora, Bella. ¿Para qué? Para alguien tan sexualmente curiosa, tan apasionada, has llevado una vida de monja desde entonces. Hacer el amor conmigo fue especial, y me querías hasta que me viste con Alice. Lo acabas de decir.
—Bien —murmuró. Era lo que más le dolía aceptar frente a él. Después de todo, no quería admitir que la había lastimado enormemente—. Pero dejé de amarte, de verdad. Y eso no cambiará —sus labios temblaron y las lágrimas se agolparon en sus ojos. Parpadeó para alejarlas.
—¿Cómo es posible eso? —preguntó él con impaciencia tangible.
—No sigas fingiendo, Edward. Escuché lo que dijiste ese día. Ya sabes… sobre… bueno… —su voz se quebraba por la emoción. En cualquier momento estallaría en llanto por más que se esforzara en no hacerlo.
—¿Sobre lo feliz que era contigo? —la ayudó con voz gélida.
—No… —espetó. ¡Él no había dicho eso! Por el contrario… oh, estaba mintiendo como siempre—. No… —repitió—. Sobre lo que Alice y tú planeaban… para que yo… —se interrumpió. Era demasiado doloroso para repetirlo. Se frotó la frente una y otra vez para tratar de alejar el torbellino. Nada tenía sentido—. Yo… —tragó saliva—. Edward, no entiendo. ¿Por qué me mientes? Tratas de fingir que todo… estuvo bien. Que nos amábamos y todo eso. ¿Qué tratas de hacerme? Pensé que simplemente querías recomenzar nuestra… relación sexual. Al menos eso lo entendería, pero ahora estoy perdida… pensé que esta vez podría controlar todo, pero estoy tan confundida y…
Su voz se quebró, y se llevó los dedos a los párpados, con ansiedad, para enjugar las lágrimas que comenzaban a fluir.
Edward llegó a su lado justo antes de que llegara el té. Bella se limpió las lágrimas un poco para sonreírle a la señora Mallory, antes de cubrirse el rostro y comenzar a sollozar. El ama de llaves salió discretamente. Edward se sentó en el sillón y la abrazó.
Tenía el rostro presionado contra el fino lino de su camisa. No quería retirarse. Toda su decisión se derrumbó y la dejó débil. Necesitaba consuelo. Era raro, pero quería el consuelo de Edward. Por largos minutos sollozó mientras él le acariciaba la espalda, levantando el cabello de su nuca para tocar tiernamente los finos cabellos.
Bella percibió el exótico aroma de su loción de afeitar. Sintió el corazón que latía en su oído. Tenía la cabeza hundida y se frotó los ojos. Recordó con tristeza lo que fue amarlo y confiar en él.
Edward tenía la boca contra su cabello y murmuraba palabras cariñosas. Bella sentía que su respiración la quemaba. Poco a poco las lágrimas cesaron y la tormentosa maraña de pensamientos se alejó, dejándola vacía y cansada.
La boca de Edward viajó hacia su frente, por su curva y hacia abajo, hacia el puente de su nariz. Su aliento abanicó las mejillas rojas y húmedas, hasta el ángulo de su barbilla. Después, delicadamente, como un pétalo de rosa, sus labios tocaron los de ella. El gesto fue tan controlado, tan preciso que Bella no sintió la presión de la barba afeitada; sólo los labios firmes que tocaban su boca generosa, de lado a lado, frotándola con un movimiento apenas perceptible.
Un ruido entre un gemido y un sollozo salió de su garganta. Sus manos apretadas se relajaron, y despacio tocó con un dedo la mejilla de Edward. Sintió la misteriosa aspereza masculina de su barba afeitada. Después, en una ola de tranquilidad, el viejo deseo comenzó a bullir en su ser. Sus articulaciones se derretían, su mente flotaba, su boca se humedecía. Estaba en brazos de él y lo deseaba. Lánguidamente su boca comenzó a abrirse a la de él. Aún los labios de Edward trabajaban en los de ella con movimientos ligeros y frágiles. El cuello de Bella se arqueó, ella inclinó la cabeza hacia arriba, y sintió que su propio aliento tocaba el de él. Quería que la apretara, que tomara toda esa pasión desperdiciada que sólo era para él. Pero Edward se detuvo. Ahora que ella se entregaba a él, Edward se negaba a tomar lo que le ofrecían. Despacio se retiró y la abrazó.
—No hagas esto, Bella. No te ofrezcas así —susurró.
—¿Me estaba ofreciendo? —parpadeó confundida y bajó la cabeza—. Vaya, no comprendo —agregó con pena.
Él se sentó a su lado y la miró a los ojos. Las pestañas seguían húmedas y separadas.
—Puedo esperar, Bella —explicó suavemente—. Puedo esperar hasta que desees mi cuerpo y mi alma. Te arrepentirías si ahora hiciéramos el amor. Más tarde, pronto, me desearás sin reservas. Esperaré hasta entonces.
—¿Eso haré? —preguntó fríamente, recuperando poco a poco la cordura.
—Ah sí —aseguró. Bella lo miró y supo que por primera vez en su vida era sincero. De verdad creía que la haría enamorarse de él otra vez.
—Pues quizá desaprovechaste tu gran oportunidad —murmuró ella con ironía.
—No —sacudió la cabeza—. Yo no me aprovecho de mujeres que lloran, o mujeres en chalanas. Esperé entonces, y lo haré de nuevo. Ya verás cuando la hora llegue.
—Ya lo echaste a perder —aseguró Bella y casi sonreía—. ¿No te das cuenta de que estos recordatorios del pasado sólo me endurecen? Si hubieras fingido estar reformado y ya no ver a Alice, no habría soportado ni una hora. Pero cada vez que me recuerdas el pasado… bueno…
Él parpadeó y miró al fuego. Algo amargo y resignado se reflejó en sus facciones.
—De verdad no puedes perdonar, ¿eh?
—Quieres la luna y las estrellas, Edward. Esperas que te perdone sin que me hayas dado una maldita cosa a cambio. Nunca te disculpaste, ni me has pedido que te perdone —replicó con tensión.
—No, y no lo haré. Me gustaría que me perdonaras por ser una… rata, como tú dices. Te lastimé mucho, lo sé, y deseo que no hubiera pasado —hizo una pausa y agregó con decisión—. Pero no lamento lo que hice. Sólo trataba de proteger los sentimientos de Alice. No tenía idea de que tu amargura fuera tan profunda, y que el hecho de descubrir que ella era mi hermana nos destruiría así.
¿Hermana? ¿Fue la palabra que usó? Seguramente fue un error de pronunciación. Alice era hermana de Bella, no de él. O quizá escuchó mal y…
Mientras lo pensaba, Edward se levantó y fue a servir té. Se lo dio y volvió a sentarse. Parecía esperar respuesta a sus palabras, pero Bella estaba pasmada.
—Pensé que no te importaba si salía lastimada —murmuró, frunciendo el ceño.
—Claro que me importaba —explicó con fuerza—. Pero yo… bueno, Alice también es mi hermana, Bella. Es natural que quisiera protegerla, ¿no? Entiendo que la impresión te sorprendió entonces, pero ya pasaron cuatro años.
Bella dejó de respirar. ¿Su hermana? Cuando trató de tragar saliva, hizo un ruido seco.
—¿Hermana…? —repitió con boca seca.
Edward no parecía registrar su impresión. Estaba inclinado hacia adelante con los codos en las rodillas.
—Cuando mi padre y tu madre se reunieron otra vez, yo ya era un hombre maduro que llevaba mi vida propia. Debió no importarme tener una nueva madrastra tan pronto mi madre murió. De hecho puedo decir que no me molestaba, hasta que fui a Italia a conocer a mi nueva hermana. Alice tenía diecisiete años. Tenía miedo, era tímida y estaba confundida. Supongo que la resguardé bajo mi ala. Tu madre y mi padre estaban embelecidos. Además, tu madre se sentía muy culpable por haberte dejado como para cargar con nuevos problemas con Alice. Tu hermana necesitaba quien la escuchara y yo me presté como voluntario.
Bella trató de cerrar los labios secos, pero no se movían. Miró con desesperación la taza de té, pero no tenía la fuerza para levantarla. Su hermanastra. Alice era su hermanastra, por eso la quería. Por eso el hijo que Bella y Edward tuvieran sería más que un sobrino para Alice. Sería doblemente tía. Sí, cualquiera estaría feliz por ese hecho. Además, por esa razón Alice vivía en Nueva York y Edward en Inglaterra. Aun así había un lazo… hermanastros. Sí, por eso planearon que ella tuviera al nene que los dos deseaban… no fueron amantes para nada… oh no… no… su respiración se hizo irregular y su mente era un caos.
—Era un desastre, Bella —siguió él con pena—. La familia que ella amó toda su vida se había derrumbado. Quería que su madre fuera feliz con mi padre. Se amaban, pero tuvieron algunas dificultades en el primer año. Traté de ayudar a Alice a que se adaptara. La protegí. Claro, nunca habría aceptado hacer el papel que hice contigo, pero en aquel entonces las necesidades de Alice eran muy reales para mí. Tú sólo eras una figura de cartón, alguien de quien se hablaba. Alice quería que te buscara y tratara de arreglar las cosas entre ustedes dos. Me convenció de que sería mejor si te conocía primero sin revelar nuestra relación. Supongo que estaba tan preocupado por ayudar a Alice, que nunca se me ocurrió que podrías salir afectada. Confieso que tenía mis dudas cuando me detuve aquel día frente a tu casa. Y de pronto te vi, terriblemente real, sonrojándote, de ojos brillantes y con tierra en los pantalones. Me quedé encantado. Tanto que te dije mi nombre a la primera. Yo suponía que sabías suficiente del nuevo esposo de tu madre, y que el apellido te diría algo… ahí se derrumbaron todos los planes. Sin embargo, mi apellido no te dijo nada. No sabías que había un lazo con Alice y, en unas horas, así quise que todo siguiera. Me enamoré de ti, y no quería que nada se interpusiera entre nosotros.
—Pero si me hubieras dicho… —susurró Bella con ojos grandes y rostro cenizo.
—No podía. ¿No comprendes? Pensé que si te lo decía demasiado pronto, antes que madurara nuestra relación, te enfadarías y no me verías más. No quería arriesgarme a eso. Me enamoraba de ti y no pude evitarlo. Pensé que una vez que estuviéramos casados, entenderías. Creí que lo verías desde el punto de vista de Alice. Aunque no lo hubieras hecho, no importaba…
Ella se encogió de hombros. Los ojos que la miraron estaban cansados. Bella quería acariciarle los párpados, pero temía moverse; temía que el hechizo se rompiera y las palabras fueran mentiras. Él siempre dijo mentiras, ¿no? Bella se había entrenado para recordar eso, pero ese asunto no era una mentira. Él la amó y la deseaba aún. Era la verdad…
—Sentía que no podía traicionarla —continuó Edward. Estaba tan metido en la explicación que no registró el impacto en Bella—. Así que no puedo pedir tu perdón, Bella, pero deseo que todo sea como antes. Estaba loco de amor por ti. He aclarado que aún te deseo, pero tú eres la que debe disculparse porque yo no lo haré.
Esa vez el ruido en sus oídos fue más fuerte que nunca. La sensación de incredulidad era fuerte. Esa vez no tenía una puerta de cristal cerca, ni una tormenta de verano que la protegiera del dolor. Esa vez no había dolor que esconder. Sólo felicidad que aliviaba un dolor profundo y arraigado. Esa vez Bella sí se desmayó; las piernas se le doblaron y el té se derramó en la alfombra.
Virgen Purísima
ResponderEliminarAsí que era eso
Que enredó y se nos desmayó Jesús 😃
La pobre se creo toda una película distinta ala que en realidad era pobre Bella y se desmaya y Edward no entiende nada tampoco ya que el cree que Bella está molesta con el por ser hermano de su hermana
ResponderEliminarOMG!!
ResponderEliminarComo pudieron hacerle eso?!! Yo aun sigo molesta por esconderle la verdad a Bella, la hicieron sufrir por nada!! Solos se hacen bolas! Pero mi enojo va mas dirigido a Alice.
asi o mas enredado...... creo que no sabremos la veedad por completo hasta terminar la historia
ResponderEliminargracias por actualizar
Son unos tontos!! Hicieron sufrir a Bella x nada!!! Tarados!!! Así asta yo me desmayo!!! Jajajaj me encanta la adaptación.... X favor no t demores con el cap k sigue
ResponderEliminarAlucinada estoy, gracias por el capítulo
ResponderEliminarPero que sorpresa! Hermanastros! Ahora que Bella le diga lo que ella creyó.
ResponderEliminarAsí que eran hermanos y por eso se conocían... Ahora sólo queda que arreglen el malentendido...
ResponderEliminarBesos gigantes!!!!
XOXO