Cuando Isabella llegó a casa, Edward
todavía no había llegado; pero la abuela estaba en el recibidor, con las manos
en las caderas y con pinta de estar muy enfadada.
—¡No estáis durmiendo
juntos!
Había una mezcla de
furia y disgusto, con una dosis de indignación. Bella se aguantó las ganas de decirle que se metiera en sus
asuntos. Después, decidió decírselo claramente.
—Como durmamos o no,
no es asunto tuyo, abuela.
—¿Por qué estáis en
habitaciones separadas? ¿Ni siquiera pasasteis la noche de bodas juntos? ¿Qué
tipo de matrimonio empieza en camas separadas?
Bella dejó el maletín en el suelo y se quitó
el abrigo.
—Abuela, te quiero
muchísimo. Pero, insisto: éste no es asunto tuyo. Por favor, quítatelo de la
cabeza. ¿Has subido arriba? ¿Tú sola? ¿Dónde está Edward?
—Edward ha salido a hacer la compra. Quizá me esté muriendo o quizá
no, pero no soy una inválida. Tuve que ir a buscar una cosa a mi habitación. Y
adivina lo que vi. ¡Un saco de dormir sobre mi cama! ¡Un saco de dormir! ¿Qué
crees que es esto? ¿Un campamento?
—Bueno, las sábanas
habían desaparecido, así que, el saco fue la única solución que se nos ocurrió.
¿Sabes tú algo de las sábanas?
—Una amiga me las
pidió hace unos días y me las traerá antes del fin de semana. Pero ése no es el
asunto. ¡Estáis casados! ¡Deberíais dormir en la misma habitación!
—Abuela, se te ha
rallado el disco —le dijo Bella,
suavizando las palabras con un beso en la mejilla.
En ese momento, entró
Edward.
La abuela encontró
una nueva víctima.
—¿Por qué no estáis
durmiendo juntos?
La pregunta pareció
no sorprenderlo.
—Ese no es asunto
tuyo, Marie —dijo Edward con calma—. Es algo entre Bella y yo. Si dormimos juntos o
separados es nuestra decisión. Hay muchas parejas que duermen en camas
separadas, incluso en habitaciones separadas. No te entrometas.
Igual que Bella acababa de hacer, le dio un beso
en la mejilla para compensar la dureza de sus palabras.
—No tenéis ni idea
del daño que esto puede hacerle a vuestro matrimonio —dijo la mujer muy seria—.
Estas no son maneras de empezar un matrimonio.
—Abuela, no le des
tanta importancia. Solamente, no estamos… quiero decir… —Bella miró a Edward para
que la ayudara. Él se encogió de hombros—. Abuela, Edward ronca —explicó ella, orgullosa por su ocurrencia—. Ronca
muchísimo —continuó a pesar de que sentía que la mirada de Edward se le clavaba en la sien como un cuchillo—. Es como intentar
dormir en una fábrica ruidosa. Y yo necesito dormir si quiero funcionar en el
trabajo.
—Ve al médico —dijo
la abuela de repente, pero Bella
sintió que aquella sencilla explicación la había aliviado—. Los ronquidos se
pueden curar. Yo lo he visto en la televisión. Mientras tanto, siempre puedes
utilizar tapones para los oídos. Por experiencia propia, también sé que un buen
codazo en las costillas es bastante efectivo. Lo que sea. No hay nada peor para
un matrimonio que camas separadas. Créeme.
Edward sonrió a la abuela.
—Iré a ver al médico,
Marie.
—Bien. Y tú, Bella, te comprarás unos tapones hoy mismo.
—Abuela… —dijo Bella con gesto cansado.
—Cómprate unos
tampones. Te lo digo en serio. Tu abuelo, que en paz descanse, roncaba
muchísimo los últimos años de su vida. Piénsatelo.
—No me gusta utilizar
tapones, abuela. Esperaremos a ver qué dice el médico y, mientras, Edward dormirá en tu habitación.
Marie se hizo la sorda.
—Bueno, no importa.
Hoy mismo, pienso mudarme a mi habitación.
Bella entrecerró los ojos y se cruzó de
brazos.
—Entiendo. Ya te
encuentras mucho mejor y quieres volver a utilizar la habitación de arriba.
—Pues sí. Las
escaleras son un buen ejercicio para mí. Y estoy deseando volver a dormir en mi
propia cama.
—Bien —Edward le dio unos golpecitos a Bella en el hombro—. Pero no te
preocupes, cariño, no tendrás que soportar mis ronquidos, yo puedo dormir
abajo, en la habitación de invitados.
La abuela estaba
claramente fastidiada con aquel pequeño inconveniente para su plan. Se quedó
pensativa un segundo y meneó la cabeza. Después, silbó a los perros los cuales
corrieron a su lado.
—¡Abuela! ¿Qué vas a
hacer?
—Voy a pasear a los
perros.
—¿A pasear a los
perros? ¿Fuera? ¿Tú sola?
—Sí. Me vendrá bien.
Sabes que me gusta darme un paseo diario.
—¿Tan bien te
encuentras que te vas a dar un paseo? —preguntó Edward.
—Sí. Me siento mucho
mejor —dijo mientras Edward y Bella la miraban con cara de tontos—.
Quizá hasta viva para conocer a vuestros hijos. Eso estaría bien. No es que os
esté presionando ni nada así. Yo entiendo que una pareja necesita un tiempo
para ellos antes de eso. Además —murmuró mientras agarraba el abrigo—, no hay
muchas oportunidades para que tengáis hijos si dormís en habitaciones
separadas, ¿no creéis?
Bella ahogó un gruñido. Edward ayudó a la anciana a ponerse el abrigo.
—Voy contigo —le
dijo—. Últimamente no hago mucho ejercicio.
—Eso es mentira, Edward. Hasta una anciana como yo puede
ver que estás completamente en forma. Aunque me gusta que vengas conmigo.
—Tened cuidado —dijo Bella desde la puerta—. Un paseo corto y
volvéis.
Se quedó mirándolos a
los. La abuela llevaba el bastón, pero ni siquiera se apoyaba en él. ¡Y a
menudo ritmo andaba!
Bella se quedó mirándolos hasta que
desaparecieron de su vista. No había ninguna duda: la abuela había vuelto a la
normalidad. Lo cual significaba que tendrían que hacer algo para escapar de
aquella trampa. Pero, ¿qué podían hacer ahora que todos lo sabían?
Al menos, el pequeño
plan de la abuela para que compartieran habitación no había funcionado, pensó Bella con una sonrisa mientras se
preguntaba si habría sábanas en el armario de abajo.
Quizá los hubiera
obligado a casarse, pero no iba a ganar aquella batalla.
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Después de la cena,
los tres se pusieron a echar una partida de Scrabble en el salón cuando el
timbre de la puerta sonó. Marie se
puso de pie de un salto, con la energía de una quinceañera, y corrió a abrir la
puerta.
Se escuchó ruido en
la zona de la entrada y Bella y Edward se miraron el uno al otro
presintiendo el peligro.
—Creo que no quiero
saber qué está pasando —dijo Bella.
—Yo tampoco. Vamos a
esperar.
Ella asintió.
—Voy a intentar
buscar alguna palabra para conseguir ese triple tanto mientras la abuela está
fuera. Ella nunca me deja pensar a gusto.
Edward se rió.
—Si todos nos
tomáramos el mismo tiempo que tú, cada partida duraría una semana.
Su tono era
indulgente y cuando ella levantó la cabeza vio una sonrisa en su rostro. Algo
en su interior se revolvió al darse cuenta de que él estaba recordado las
partidas que ellos echaban. Volvió a mirar sus letras para concentrarse en
ellas.
Marie, por fin, se libró de la visita y volvió
a la sala. Pero la casa no se quedó en silencio.
—¿Qué es ese ruido?
—preguntó Bella, sin estar segura
sobre si quería saberlo o no.
Marie volvió a ocupar su asiento.
—Oh, nada. Sólo unos
cuantos pájaros que tengo que cuidar durante un par de días. Nada por lo que
tengáis que preocuparos.
—¿Pájaros? —gritó Bella.
—¿Pájaros? —repitió Edward. Se echó para atrás en la silla y
se frotó la frente con una mano.
—Sí. Loros. De los
grandes. Son de muchos colores; preciosos. Aunque no hablan. Al menos, no en castellano
y tampoco creo que sea francés. Quizá sea algún dialecto africano o americano;
no sé. De cualquier forma, sea el idioma que sea, chillan bastante, ¿no creéis?
—El sonido viene de
la habitación de invitados —dijo Bella
pegando un salto para seguir a Edward
que ya se había levantado.
Edward abrió la puerta del cuarto en cuestión
y no pudo evitar que se le abriera la boca. Bella
no podía ver lo que había dentro, pero sí, la expresión de estupefacción de Edward. No quería asomarse porque eso
implicaba que tendría que acercarse a él y eso solía hacerla temblar.
—¿Qué? ¿Qué hay ahí
dentro?
Edward se hizo a un lado.
—Míralo tú misma.
Bella se coló con cuidado en el pequeño
espacio que había entre él y la puerta.
—¡Oh, Dios mío!
—exclamó con tono chillón.
Durante la media hora
que había necesitado para componer una palabra, utilizando el triple tanto, la
habitación de invitados había sido desmontada. Los muebles estaban amontonados
contra las paredes, en vueltos en plástico. En el medio de la habitación, había
una jaula enorme que llegaba casi hasta el techo.
Dentro había seis
aves multicolores.
—Esto lo ha hecho
para que duermas en mi habitación —dijo Bella,
al borde de un ataque de histeria—. Ha convertido la habitación de invitados en
un zoo para obligarnos a dormir juntos. ¿Puedes creerlo?
—Sí —dijo Edward, sin poder contener la risa más
tiempo. Después, apoyó la cabeza contra la pared, cerró los ojos y estalló en
carcajadas.
Bella no podía apartar los ojos de los
pájaros.
—Esto no es nada
divertido. No vamos a dejarle que se salga con la suya.
—Es muy divertido, Bella. Es tronchante.
—Bueno, controla tu
sentido del humor —le dijo con un susurro—. Esto es muy serio. Estoy harta de
fingir que estamos casados. Tenemos que hacer algo para solucionar este asunto
de una vez por todas.
Edward dejó de reírse de inmediato.
Bella cerró la puerta, atenuando el sonido de
los pájaros.
—¿Hacer algo? Claro.
Volvieron a la sala y
se sentaron en la mesa, Bella estaba
roja de ira.
—Marie —dijo Edward—. Hay
seis enormes pájaros en la habitación de invitados.
—Lo sé, cielo —dijo
la anciana sin levantar los ojos de sus fichas. Son del nieto de Nettie. Se quedarán con nosotros una
temporada. Sólo tenemos que mantener la puerta cerrada y no nos molestarán.
—Esto es ridículo… —soltó
Bella, enojada.
Marie le quitó importancia al tema con un
gesto de la mano.
—¿Cuánto tiempo?
—preguntó Bella.
—El tiempo que haga
falta.
—¿El tiempo que haga
falta para qué?
La abuela levantó por
fin los ojos de sus letras.
—¿Hay algún problema,
cielo?
¿Que si había algún
problema? ¿De verdad le había hecho esa pregunta?
—Pues sí, abuela.
Claro que hay un problema. Edward iba
a dormir ahí y lo sabes.
—Edward debería dormir contigo. ¿Todavía no te has comprado los
tapones para los oídos?
—No funcionará —dijo Bella muy enojada—. No vas a hacer que
duerma con… que pase toda la noche despierta porque tú creas que una esposa
debe aprender a tolerar los ronquidos de su marido. Yo tengo un trabajo que
hacer por la mañana y necesito dormir.
Marie volvió a hacer un gesto para quitarle
importancia. Después, frunció el entrecejo mientras se concentraba en sus
palabras.
—Deja que me
concentre, cielo. Sólo tengo una vocal y unas consonantes la mar de difíciles.
Bella se fue a la cocina para tomar aliento.
No recordaba haber estado tan enojada nunca con su abuela.
Edward la siguió.
—¿Puedes creerlo?
—Es una mujer con
mucha determinación —reconoció él, con una pequeña sonrisa verdaderamente
irritante.
—¿Todavía te parece
divertido?
—¿A ti no?
Ella meneó la cabeza.
—No, no me lo parece.
Quizá dentro de diez años pueda verlo como una brillante comedia, pero ahora
no. Esto no está funcionando. Tenemos que decirle la verdad. Acabar con esta
farsa.
—¿Estás segura? Ya se
encuentra mejor, pero, ¿realmente crees que la verdad no rompería su corazón?
—Maldición —el enfado
de Bella se disipó en un instante—.
No sé. Lo mejor será no decirle nada. En realidad, ése fue el motivo por el que
comenzó este embrollo, porque yo no quise decirle nada. No podía. Pero alguna
vez tendremos que hacerlo…
—Es una manipuladora,
pero, nosotros la queremos. Seguro que pronto se nos ocurrirá algo, en cuanto
ella acepte que ya está totalmente recuperada. Por hoy, puedo dormir en el
sofá.
—O podrías irte a tu
casa. Yo sólo estoy aquí de manera temporal por lo que sonaría normal que tu
durmieras en tu casa hasta…
—¿Hasta que nos
busquemos un lugar para estar juntos? —sugirió él cuando ella no supo cómo
continuar.
—Muy gracioso.
—No te he visto
sonreír en mucho tiempo. ¿Has perdido el sentido del humor junto con tu carrera
y tu vida? —dijo él muy seco.
Ella podía haber
dicho algo así. Sí, lo había acusado de arruinar su carrera y su vida. Hubo un
momento en el que había creído que eso era cierto cuando él no reconoció su
relación con ella. Aquello le había roto el corazón.
—No. Mi sentido del
humor está intacto. Lo que ocurre es que últimamente no ha habido muchas cosas
de las que reírse.
—¿Quieres que te
cuente un chiste?
Bella gruñó, pero no pudo evitar sonreír.
—No. Por favor no me
cuentes un chiste. No conozco a nadie que cuente los chistes tan mal como tú.
—Pero siempre te
ríes.
—Sí, pero me río de
ti, no, del chiste. Eres pésimo, por favor, no me cuentes ninguno.
—De acuerdo —dijo él,
con una sonrisa—. Vamos a acabar nuestro juego y a llevar a nuestra torturadora
a la cama.
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—Bueno, me voy a
dormir —anunció Bella, antes de que Marie dijera que se quería marchar.
Tenía que trabajar al día siguiente. Edward
también; pero él tenía que esperar a que Marie
saliera del cuarto para poder ocupar el sofá. Era el único sitio que quedaba
libre para dormir.
—Hasta mañana —dijo Bella antes de desaparecer por las
escaleras.
—Buenas noches
—dijeron Marie y Edward al unísono. Después, Marie
le lanzó a su ahijado una mirada.
—¿No subes con ella?
Tienes que quedarte en su cuarto, ronques o no. Yo voy a dormir en mi cuarto y
la habitación de invitados está ocupada.
—Bella necesita descansar y no pienso molestarla con mis ronquidos.
Así que, voy a dormir aquí, en este sofá.
La mujer se puso más
cómoda en su esquina del sofá mientras agarraba el mando a distancia.
—¿No vas a dormir
mientras yo esté viendo la televisión, verdad?
—No importa. Me
quedaré viendo la televisión contigo.
—Estáis recién
casados. Vete con tu mujer, Edward.
Yo estaré bien. Pienso quedarme viendo la tele hasta tarde.
—Esperaré.
Unas cuantas horas
más tarde, a las tres de la madrugada, la abuela estaba haciendo en el
microondas una bolsa de palomitas para prepararse para ver un documental sobre
flores.
Edward estaba agotado.
Frotó la esfera del
reloj con su pulgar e intentó ahogar un bostezo. ¿Es que aquella mujer no se
cansaba nunca?
—Vete a la cama, Edward —sugirió Marie, de vuelta de la cocina con su bol de palomitas.
—¿Qué me dices de ti?
—protestó él.
—El insomnio es uno
de los inconvenientes de hacerse mayor —le informó Marie mientras volvía a tomar asiento en el sofá—. Sólo necesito
dormir un par de horas.
Era una bruja
malvada, pensó Edward. Por fin,
desistió. Se levantó, le dio un beso a Marie
en la mejilla y se marchó escaleras arriba.
Si Marie se iba a pasar allí abajo toda la
noche, le robaría la cama. ¿Por qué no se le habría ocurrido antes? Cuando
llegó a la habitación de la anciana la sonrisa de su cara era radiante.
Pero la vida no era
tan fácil: la anciana había cerrado la puerta con llave.
Obviamente, aquello
era la guerra.
Edward se apoyó en la puerta de la anciana y
dejó escapar un gruñido mientras miraba hacia la puerta de Bella, al otro lado del pasillo. Lo que sería capaz de hacer por
poder dormir un par de horas.
La cama de Bella era lo suficientemente grande para
los dos. Y él tenía que levantarse dentro de tres horas. Ella no le privaría de
un cuarto de su colchón por unas pocas horas.
Golpeó despacio la
puerta. Después, al ver que no contestaba, llamó un poco más fuerte. Bella siempre había dormido
profundamente. Intentó abrir la puerta; no tenía la llave echada, así que,
entró de puntillas sin estar muy seguro de lo que iba a hacer. ¿Meterse en la
cama con ella, con la esperanza de que no se enterara de que estaba allí hasta
por la mañana? ¿Despertarla y pedirle permiso?
Nunca se lo
permitiría si se lo preguntaba.
El dilema quedó
resuelto cuando Bella se incorporó de
repente, jadeando cual virgen ultrajada.
—¿Edward? ¿Qué diablos estás haciendo
aquí?
Él la ignoró y
comenzó a desvestirse. Tenía que trabajar al día siguiente, un montón de citas
importantes y reuniones.
—Son más de las tres
y tu abuela sigue abajo, viendo la tele. He intentado entrar en su cuarto, pero
lo ha cerrado con llave, así que, no puedo robarle la cama.
—No me importa. No
puedes dormir aquí.
—Sé razonable, Bella —se pasó una mano por el pelo con
la esperanza de que se compadeciera de él—. Ten piedad de mí.
—¿Por qué no te vas a
tu casa? —dijo ella mirándolo con ojos somnolientos—. No podemos dejarle que se
salga con la suya. Esto es exactamente lo que está buscando.
—Lo sé —dijo él—.
Pero no pienso conducir hasta mi casa ahora. Además, cuando llegara ya sería la
hora de levantarme.
—No me importa. No
pienso dejarte que duermas en mi cama.
—Dame un solo motivo
por el que no puedo dormir en tu cama.
¿Sólo uno? Bella estaba desorientada por haber sido
despertada en mitad de la noche. Ella sabía que había un millón de motivos,
pero no se le ocurría ninguno en aquel instante.
—Porque no quiero
—fue lo que acabó diciendo.
—¡Bella! —Edward estaba exhausto. Además, medio desnudo—. Puedes poner una
alambrada electrificada entre los dos, un nido de cobras, un pelotón de
fusilamiento, lo que quieras. Hasta puedes poner a Marie si quieres. No me importa; no voy a tocarte. Sólo necesito
dormir —apartó las mantas del lado libre y se metió en la cama—. Buenas noches.
—De acuerdo —dijo
ella. No había elección. No podía agarrarlo y echarlo de allí; simplemente, no
tenía fuerza—. Pero quédate en tu lado.
—Por supuesto. No se
me ocurriría otra cosa —murmuró él, contra su almohadón y ella se dio la
vuelta.
La cama era grande.
¿Entonces, qué la preocupaba tanto?
Bueno, quizá le
preocupara su vieja costumbre de pegarse a él para dormir o cómo le gustaba
poner su pierna sobre la de él para asegurarse de que no se iba a ir a ninguna
parte. O quizá le preocupara la vieja costumbre de él de besarla en sueños.
Después, estaba el pequeño problema de su despertar enredados que siempre les
había llevado un rato desenredar.
Maldición. Ahora ya
no podría dormirse.
Se sentó en la cama.
—¿Edward?
—¿Sí? —su voz sonaba
soñolienta. ¿No se estaría quedando dormido de verdad? ¿Sin ningún problema?
¡Qué irritante!
¡Qué grosero!
—Creo que no
deberíamos estar haciendo esto. En serio. Sólo servirá para animar aún más a la
abuela. Ya tenemos bastantes problemas, ¿no crees? Esto es exactamente lo que
quiere que hagamos.
Edward se quedó en silencio unos segundos y
ella se preguntó si se habría vuelto a quedar dormido. Después, habló.
—No, exactamente. No
creo que aprobase que cada uno durmiéramos en un extremo de la cama, dejando el
medio tan vacío.
—Tú sabes a lo que me
refiero.
—No me importa.
Mañana tengo un montón de trabajo y me vendría fenomenal dormir un poco.
Ella se quedó en
silencio un rato. ¡Iba a quedarse dormido! ¡Allí, al lado de ella!
—¿Cuánto tiempo crees
que vamos a poder continuar así?
—No lo sé —murmuró
él.
—No podemos seguir
así durante mucho tiempo. Tendremos que decirle la verdad.
—¿Cuál es la verdad?
Ella se giró hacia él
que seguía de espaldas. Aquello había sonado muy extraño. No estaría hablando
en sueños, ¿verdad?
—Ya lo sabes, Edward. Que no estamos enamorados y que
no queremos estar casados. Que esto es un error, que nos hemos dado cuenta de
que no estamos hechos el uno para el otro.
—Entiendo.
—No tenemos
alternativa, Edward. Tenemos que
decírselo. Ella está bien; espero que viva un montón de años más. No estoy
preparada para seguir con esta farsa eternamente. Seguro que estás de acuerdo
conmigo. Va a esperar que nos vayamos a vivir juntos y yo no pienso llevar esta
mentira tan lejos. De todas formas, no podría salir bien.
—¿Qué sugieres?
—No lo sé.
—Por eso sugerí yo
que esperáramos. Si no tienes ninguna otra idea…
—¿Cuánto tiempo?
—No lo sé.
—No puedo hacerlo
—dijo Bella—. No puedo seguir con
esto, me agota fingir así… y eso que tu madre todavía no ha venido.
—¿No puedes seguir
con esto? ¿Quieres decir que no quieres?
—¿Cuál es la
diferencia?
—Hemos llegado hasta
aquí. Confía en mí, seguir será mucho más fácil que dar marcha atrás.
—¿Confiar en ti?
—apretó la manta con las dos manos, sintiéndose furiosa—. ¿Recuerdas la última
vez que me pediste que confiara en ti?
El suspiro de
frustración de Edward sonó como un
gruñido.
—Tengo que estar en
el trabajo en un par de horas. No me apetece tener que volver a defenderme de
todas tus acusaciones. ¿Me haces el favor de dejarme descansar un poco antes de
continuar con este juicio interminable?
Bella se puso de pie y agarró su bata.
—Hasta mañana.
Edward se sentó en la cama.
—¿Adónde vas ahora?
—Abajo, a ver la tele como mi
abuela.
Bella es igualita va su abuela terca a más no pofertas jajaja bien por la abuela mari tiene Buenas ideas
ResponderEliminarLa abuelita piensa en todo, me asombra y me divierte.
ResponderEliminarQué cabrona jajajajaja
ResponderEliminarMe molesta la abuela..Las cosas se deben dar solas
ResponderEliminarYo no sé si aguantaría tanto, llega a ser desesperante.
ResponderEliminarJajajaja Bella se queja de la abuela Marie, pero ella es igual, no quiere dormir con Edward....
ResponderEliminarSolo espero que esta situación se arregle, porque no se merecen estar separados :(
Besos gigantes!!!
XOXO