—Unos días más y volveremos a
ser libres —suspiró Bella mientras
viajaban por la autopista en dirección a las montañas.
—Estás deseando ser
una mujer libre de nuevo, ¿verdad?
—Sí.
El corazón se le
encogió al pensar que podía haber otra persona. ¿Podría ser?
—¿Por qué? ¿Estás
saliendo con alguien? ¿Alguien que está molesto con todo esto?
Ella se giró hacia
él.
—Sólo hacía seis
semanas que rompimos, Edward. ¿Si
estuviera saliendo con alguien crees que habría accedido a casarme contigo? Eso
por no hablar de ir de «luna de miel».
—No, me imagino que
no —concedió él—. Ningún tipo en su sano juicio te dejaría ir en una luna de
miel fingida con otro. Perdona.
—«¿No me dejaría?» Algunas veces realmente
eres anticuado, Edward.
—Sirve para los dos
sexos —se defendió él—. A mí no me gustaría que mi mujer «me dejara» ir de luna de miel con otra.
—Me imagino que eso
significa que tú tampoco estás saliendo con nadie.
La voz de ella sonó
indiferente y él apretó el volante.
—Claro que no.
Acabamos de romper.
—Ya han pasado seis
semanas. Eso es mucho tiempo.
Él le sonrió. Pero su
sonrisa era forzada.
—¿Para ti era poco
tiempo y para mí es mucho?
—Para los hombres es
diferente. Algunos tipos actúan como si les fuera a pasar algo a su virilidad
si no se acostaran con una mujer en una semana.
—Bueno… —dijo él,
mirando el reloj—. Hace seis semanas, dos días y veinte horas y nada le ha
pasado a mi virilidad.
Con el rabillo del
ojo vio que Bella se ponía colorada.
Quizá no quería recordar lo que habían estado haciendo hacía seis semanas, dos
días y veinte horas, pero lo recordaba. Y él también. Con todo detalle.
—Enhorabuena —dijo
ella, mirando por la ventana.
—Aunque parece que
hace más tiempo —señaló él, después de un momento de silencio.
—Según dicen, el
tiempo es relativo —murmuró ella. Estaba llegando a la conclusión de que
aquello no había sido una buena idea. Se giró hacia atrás y miró hacia la
ciudad con pena.
—¿Pasa algo?
—preguntó Edward, acelerando un poco.
No pensaba volver. De ninguna manera.
—Quizá esto no sea
tan buena idea.
—Fue la mejor que se
me ocurrió.
—En realidad, no
tenemos por qué ir a esa cabaña. ¿Por qué no nos vamos a nuestra casa? Cada uno
a la suya, quiero decir. Cuando les digamos a todos que rompimos después de
nuestra luna de miel no nos van a pedir que les enseñemos fotos. No tenemos que
ir.
Edward sintió que el corazón se le aceleraba.
Ella no iba a conseguir sabotear la mejor idea que había tenido en… seis
semanas.
—Ya casi hemos
llegado, Bella. ¿Por qué no nos lo
tomamos como unas mini-vacaciones? Me
imagino que no te ofrecerán con mucha frecuencia un fin de semana de lujo en
las montañas, ¿verdad? Y será mucho más fácil responder a las preguntas de Marie cuando volvamos.
Bella no paraba de moverse inquieta en su
asiento.
—¿Cómo vamos a verlo
como unas vacaciones si estamos juntos?
—¿Tan terrible te
resulta estar conmigo?
Sin girar la cabeza,
él sintió la fuerza de su mirada.
—¿Qué tipo de pregunta
es ésa? Es bastante doloroso estar con tu ex novio justo cuando acabas de
romper —se cruzó de brazos y volvió a mirar al frente—. Obviamente, a ti no te
afecta. Aunque no me sorprende.
Edward meneó la cabeza.
—No sé de dónde has
sacado la idea de que nuestra relación significó tan poco para mí.
Bella se encogió de hombros.
—¿Fue una relación?
Sólo lo sabía mi abuela. Tú no querías que nadie lo supiera.
—El único motivo por
el que no quería que la gente lo supiera era por el trabajo. ¡Iba contra la política
de la empresa! Por supuesto que quería mantenerlo en secreto.
—Pero tú nunca…
Edward giró la cabeza hacia ella con
impaciencia al ver que ella no continuaba.
—¿Nunca qué?
Ella suspiró. No le
podía decir al hombre con el que hacía más de un mes que había roto que nunca
le había dicho que la quería.
—Nunca entendiste por
qué no quería que me llevaras a otro puesto.
—¿Cuál es el
problema? Yo te di el primer puesto. Entonces, nunca te quejaste.
—Entonces no eras mi…
—se calló para quitarle importancia al asunto con un ademán—. Lo que fuera. De
todas formas, tampoco me gustó. ¿Crees que me agradó que me contrataras para
hacerle un favor a mi abuela?
Edward negó con la cabeza.
—La mayoría de la
gente consigue su primer trabajo por contactos. Eso no significa que estés
menos capacitada.
—Lo único que hacía
durante los primeros meses era mover papeles de un lado para otro… —se quejó
ella.
—Eso es lo normal.
Sin embargo, en cuanto mostraste tu valía, te cambié a un puesto de responsabilidad.
—¿Me cambiaste porque
lo merecía?
—Por supuesto. ¿Por
qué si no?
—No lo sé. Dímelo tú.
Él la miró en
silencio.
—Entiendo. Esto te ha
estado fastidiando todo el tiempo.
—Bueno… sí.
Edward sonrió de manera inesperada.
—Te ascendí porque lo
merecías. Empecé a ir detrás de ti, a pesar de la política de la empresa y de
mi propia cabeza, porque no pude evitarlo —Edward
volvía a mirarla de reojo—. No sería muy buen hombre de negocios, Bella, si dejara que mi corazón eligiera
a mis empleados.
Sólo era una manera
de hablar, se gritó Isabella al
sentir que su corazón comenzaba a latirle desbocadamente.
Todavía lo amaba. No
había superado nada, seguía tan enamorada de él como siempre.
Aquel descubrimiento
hizo que se le nublara la visión y que se sintiera mareada. La mano de Edward sobre su rodilla la devolvió a la
realidad.
—¿Estás bien?
—Sí. ¿Quieres mirar a
la carretera? Estoy bien. Sólo estaba pensando. No me gusta dejar a la abuela
sola —dijo después de una pausa. Intentaría centrarse en su abuela. Bien para
enfadarse bien para preocuparse; así no pensaría en sus sentimientos.
—Estará bien con sus
amigas.
—¿Cómo crees que se
tornará nuestro «divorcio»?
—No le gustará. Eso
está claro.
—Sí. Pero seguro que
estará bien. Tendremos mucho cuidado al darle la noticia, haciendo hincapié en
que vamos a seguir siendo amigos, que todavía nos gustamos, pero que no estamos
preparados para ser marido y mujer…
—Ten cuidado con lo
que dices. Es capaz de mandarnos al psicoterapeuta.
Bella soltó una carcajada.
—¡Oh, Edward! Todavía no puedo creérmelo
—apoyó la cabeza en la ventanilla mientras intentaba ahogar la risa.
Después, lo miró de
reojo, mientras él conducía. ¿Quién decía
que los hombres no podían ser hermosos?
Cerró los ojos por
completo al sentir una punzada de dolor. ¿Cómo
iba a arreglárselas durante todo un fin de semana con él, en una cabaña ellos
dos solos?
.
.
.
.
.
Bella se quedó dormida, con la cabeza contra
la ventanilla. Edward intentó
conducir con cuidado para no despertarla; pero cuando llegaron al camino que
llevaba a la cabaña, los baches la despertaron.
—Ya casi hemos
llegado —le dijo—. Sólo quedan unos kilómetros.
—¡Qué bonito es esto!
—dijo ella con los ojos muy abiertos—. Desde luego, la abuela sabe elegir el mejor
lugar para una luna de miel. No sabía que conociera este lugar.
Edward pestañeó.
Le había costado
mucho encontrar el lugar que Marie
había descrito; pero, gracias al trabajo de unas cuantas agencias de viaje,
había logrado dar con él.
Bella saltó del coche en cuanto él paró. Las
vistas eran aún más fantásticas desde el exterior y el aire puro que se
respiraba lo hacía todo más hermoso. La cabaña no era muy grande pero era
preciosa.
—¿Quieres verla por
dentro? —preguntó él y Bella sonrió.
—No sé. Es tan bonita
por fuera que casi me da miedo.
Él abrió la puerta y
esperó a que ella pasara. La fase dos para lograr que Bella volviera había comenzado.
Bella echó un vistazo al romántico interior y
comprobó que en el cuarto de baño estaba el jacuzzi que su abuela había
descrito.
Salió a la terraza
pensando que no iba a poder pasar tres días allí a solas con Edward. No, sin que su corazón y su
espíritu salieran seriamente dañados.
¿En qué había estado pensando para aceptar aquello?
Edward se acercó a ella por detrás y se puso a
su lado.
—Es un lugar precioso
—susurró ella—. Sería perfecto para una luna de miel verdadera.
—Sí.
Bella se apoyó en la balaustrada.
—Es tan tranquilo…
Él asintió.
Después, empezó a
acariciarla.
Bella se quedó paralizada. ¿Qué estaba haciendo la mano de él sobre su
brazo? Con el pulgar le acarició la muñeca y ella se dio cuenta de que si
seguía conteniendo el aliento se iba a ahogar.
—¿Edward? —preguntó sin atreverse a
mirarlo.
—¿Si?
—¿Por qué me estás
tocando?
—¿No te gusta?
Ella se apartó.
—Lo que no me gustan
son los juegos. ¿Qué está pasando aquí?
Edward todavía estaba apoyado en la
barandilla.
—Todo fue un error, ¿verdad?
—¿A qué te refieres?
—Al lío de la empresa.
A romper. Todos los malentendidos y el orgullo estúpido que hizo que nos
separáramos. No había un buen motivo.
—La confianza. O la
falta de ella. Ese es un buen motivo. No confiaste en mí.
—Perdona, Bella. Tú fuiste la que no confió en mí.
En realidad, no confías en nadie, ¿verdad?
—¿Qué quieres decir?
—preguntó ella enfadada.
—En realidad no te
culpo. Nunca pudiste contar con tus padres y ahora no te permites contar con nadie.
Una sola sospecha de que yo te había fallado y te alejaste corriendo. Ni
siquiera me diste una oportunidad.
—No intentes
psicoanalizarme.
—No tengo la
preparación para hacer eso, Bella,
pero está claro.
—Yo confié en ti.
Esperé por ti. No dije nada sobre nuestra relación porque estaba esperando que
lo hicieras tú. Esperando a que volvieras y pusieras las cosas en su sitio.
—Y cuando yo hice
algo distinto a lo que tú esperabas, saliste corriendo sin darme la oportunidad
de que hiciera las cosas a mi manera. Tu confianza sólo era provisional.
Ella suspiró
exasperada.
—¡Qué bien! Además de
como un psicólogo, también sabes hablar como un abogado.
—¿De verdad crees que
no es verdad? —preguntó él.
Bella se frotó la cara con las manos. Estaba
cansada. Demasiada cansada para pensar en lo que estaba diciendo. Pero sus
palabras le estaban calando muy hondo. ¿Tendría él razón? Desde luego, nunca
había podido contar con sus padres; pero ¿realmente habría trasladado esa
situación a su relación con él?
—Nunca vamos a llegar
a un acuerdo en este tema.
—¿Qué te parece si lo
olvidamos entonces? ¿Y si intentamos hacerlo mejor en el futuro?
—No podemos.
—De acuerdo —dijo él
con impaciencia—. Bien. No vamos a olvidarlo. Vamos a tratar el tema hasta que
se muera por sí solo; entonces, estaremos libres de él.
—Edward… ¿de verdad quieres volver a tratar algo que fue doloroso y
horrible para los dos?
—No, no quiero volver
a tratarlo. Quiero que lo superemos para poder seguir adelante.
—Ya hemos seguido
adelante. Lo hemos superado. Nos hemos superado el uno al otro.
—¿En serio? —sus ojos
se entrecerraron—. ¿De verdad ya ha terminado todo? ¿Es por eso por lo que no
podemos respirar con normalidad cuando estamos en la misma habitación?
Ella lo miró
fijamente, conteniendo el aliento. Tenía razón. Tenía problemas para respirar
cuando él estaba cerca. Había logrado engañarse durante un tiempo, pero la atracción
entre ellos era más que evidente.
Él la miró
intensamente y se acercó a ella.
—Edward…
¡Oh, no! Ahora no
sólo no podía respirar sino que sus piernas le temblaban como si fueran dos
flanes.
Él le tocó los
brazos.
—También pasa cuando
nos tocamos… —dijo él.
Ella dio un paso
hacia atrás, pero él no la soltó.
Ella intentó recordar
el motivo por el que estaba allí. Nunca se habrían encontrado si no hubiera
sido por su abuela y sus problemas de salud.
—Ni siquiera
confiamos el uno en el otro, Edward.
La confianza es la base de cualquier relación. Si no tenemos eso, no tenemos
nada.
Edward dejó caer las manos y miró hacia otro
lado. En sus hombros se notaba el peso del abatimiento.
—¿Por qué eres tan
cabezota, Bella?
—Es de nacimiento
—soltó ella—. Sólo tienes que ver a la abuela.
—¿Es que las personas
no se merecen una segunda oportunidad?
Bella se mordió el labio.
—Sí —susurró.
Edward la miró con incredulidad y esperanza.
—¿Bella…?
Ella levantó la mano.
—Pero este fin de
semana vamos a darnos una tregua, ¿vale? Vamos a tomárnoslo con calma y a ver
qué pasa. No quiero precipitarme sólo porque…
—¿Sólo por qué?
—Sólo porque sintamos
atracción el uno por el otro —admitió a regañadientes. La carcajada de Edward sonó alta y clara. Ella se giró
para ocultar su propia sonrisa—. No me parece divertido —se quejó ella.
—Bueno, sólo tenemos
una cama.
Ella suspiró.
—Lo sé. Esto es una
cabaña para el amor. Por eso trajimos el colchón de aire, ¿recuerdas?
—Sólo esperaba que tú
lo hubieras olvidado. ¿De verdad me vas a hacer dormir en un colchón de aire
cuando tenemos una preciosa cama en forma de corazón de la que disfrutar?
—¿En forma de
corazón? No me lo creo.
—Estaba bromeando.
Ella volvió a mirar
al horizonte.
—En serio, ¿qué vamos
a hacer mientras estamos aquí?
—No sé. ¿Qué hace la
gente durante su luna de miel?
Ella lo miró con el
ceño fruncido.
—¿Leer?
—Yo tengo el
ordenador en el coche. Siempre puedo ponerme a trabajar.
Ella dejó escapar un
gruñido.
—Edward, déjame que te dé un consejo: cuando te vayas de luna de
miel de verdad, no te lleves el ordenador.
Él sonrió.
—Seguiré tu consejo.
Muchas gracias por el capítulo
ResponderEliminarQuiero ver acción en esz luna de miel 😉😘
ResponderEliminarEstá luna de no es normal jajaja esperemos k se vuelva real 😆😆😆
ResponderEliminarEstá luna de no es normal jajaja esperemos k se vuelva real 😆😆😆
ResponderEliminarAghhh espero que Edward de verdad pueda convencer a Bella de intentarlo nuevamente... Se lo merecen!!!
ResponderEliminarBesos gigantes!!!
XOXO
Poco a poquito se hacen progresos jajaja, me encanta como se va dando todo. Ojalá Edward le pueda sacar todos los miedos así vuelven a estar bien.
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