Reina de mi vida.
Esa frase encantadora reverberó en la mente de Bella mientras estaba tumbada lánguidamente sobre unas suntuosas almohadas, mirando las cortinas de la fabulosa cama con dosel. Encontraba increíblemente erótico estar tumbada completamente desnuda entre los muebles más impresionantes que había visto en su vida en la Suite Real del hotel Lanesborough.
—Este no es mi hotel, Edward.
—Lo es esta noche —replicó él lleno de deseo— Quiero que te sientas todo lo que eres para mí... la reina de mi vida.
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