—¡Bájame! ¿Qué te crees que estás haciendo?
—¿Quieres que te dé una pista?
La puso sobre la cama y se echó encima. La agarró por las muñecas y las puso por encima de la cabeza, sobre el colchón.
—¡Te odio! —dijo Bella con furia y con los ojos llenos de lágrimas—. ¡Te odio, Edward!
—Claro que sí —dijo él.
A Bella, perdida en un torbellino de emociones, su voz le sonó muy dulce. Pero debía estar equivocada, pensó. Edward entrelazó los dedos con los suyos y se inclinó para besarla suave, tiernamente. Apretó el pecho contra el de Bella y deslizó las piernas entre las suyas. El silencio magnificaba la respiración agitada de Bella y el ruido de sus cuerpos.
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