—Bella, nena, por favor. Por favor no te vayas. Por favor sólo déjame cuidar de ti como tú me cuidas. ¿Por favor? Estoy rogándote ahora Bella.
Ella sollozo y dejó caer los calcetines, arrojándose ella misma hacia mí. Mi estómago se contrajo desde mi tórax y gemí, pero la atrape y la sostuve apretadamente. Ella se removió para alejarse y comenzó a disculparse por herirme.
—No, detente. Sólo detente. Déjame sostenerte.
Se quedó quieta y la apreté más fuerte.
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