EHQMO-Capítulo 9


Edward

Edward no sabía qué era lo que le había empujado a huir de su propia casa dejando a Bella profundamente dormida en la cama. Se dijo que, probablemente, ella no habría esperado que él se quedara por tratarse de un día laborable y tener que ir él al trabajo.

Casi se había convencido de que se había marchado sin despertarla por lo mal que había dormido en las últimas noches. Cortés hasta la médula. Ése era él.

Todo lo que había deseado siempre, desde el más fiero placer hasta la más profunda satisfacción, se lo había dado Bella. Era la personificación del erotismo sin riendas, acompañado de belleza y deseo. Ninguna necesidad había quedado sin satisfacerse, en cuanto a lo de librarse de ella o tratar de matar el apetito que sentía por ella, no había conseguido absolutamente nada.

No podía dejar de pensar en Bella. No se saciaba de ella.

Se había marchado a trabajar para no tener que darse la vuelta y ofrecerle lo que ella quisiera de él. Estaba completamente prendado de Bella Swan.


No escuchó que alguien llamaba a la puerta de su despacho, pero ésta se abrió igualmente. Era Alice, que llevaba una carpeta llena de más papeles a los que ya había sobre el escritorio de Edward. Algún día, Alice volvería a aprender el fino arte de saber llamar a la puerta. Edward esperaba que no le llevara mucho tiempo. A Alice no se le habría ocurrido nunca entrar sin llamar en el despacho de su padre.

—Tengo que hablar contigo sobre la reforma del Shore Hotel —dijo sin preámbulos.

—Te escucho.

—No consigo que se ajuste a presupuesto. 

—¿Por qué no?

—El fontanero dice que las tuberías del agua están agujereadas y que tienen que reemplazarse.

—¿Y no tuviste eso en cuenta en el presupuesto inicial?

—No —respondió ella. Edward cerró los ojos—. Se me olvidó, ¿vale?

—Está bien —dijo Edward tras abrir los ojos y mirar a su hermana—. ¿Y cuánto nos va a costar?

—He cortado lo que he podido en otras áreas. Algunos de los elementos de decoración más caros pueden esperar.

—Alice, ¿de cuánto dinero estamos hablando? 

—De otros tres millones doscientos mil.

No se trataba de calderilla. No era la clase de reforma que ni él ni nadie tenían en mente. Miró la carpeta que Alice llevaba en la mano con resignación.

—¿Son esas las nuevas cifras? 

—Sí.

—Déjamelas aquí. Las echaré un vistazo y luego se las pasaré a Jasper. Tú puedes pedírselas a él.

—Edward, lo siento. Sé que en estos momentos no nos vienen nada bien más gastos. Debería haber tenido más en cuenta la antigüedad del edificio y los posibles gastos extraordinarios. Tendría que haberme dado cuenta.

—Ya te has dado cuenta ahora —replicó él, mordiéndose la lengua—. ¿Algo más?

—Sí. ¿Qué es lo que le has hecho a Maree?

—¿A Maree? Nada. Nada excepto decirle que esta mañana tenía compañía y que no la despertara. No habíamos mencionado nombres. Seguramente fue un error. ¿Por qué?

—Me ha llamado para decirme que se ha ido de casa temprano. Que quiere jubilarse ya y que tú te busques una nueva ama de llaves. Parecía muy disgustada.

—¿De verdad?

—Sí, pero esto no es culpa mía. Yo sólo soy el mensajero.

—Mensaje recibido. 

—¿Qué vas a hacer?

—¿Sobre lo de encontrarte otros tres millones para tu reforma? Todavía no lo sé —dijo. Había repasado todas las empresas Masen para ver si podía recortar algunos gastos y tener más liquidez. No había liquidez alguna—. Vas a tener que esperar.

—Me refería a Maree. ¿Quieres que hable con ella y ver si puedo averiguar qué es lo que le pasa?

—No. Es mi problema. Yo lo arreglaré.

Cuando Edward regresó a casa aquella tarde, la carta de dimisión de Maree estaba escrita muy elegantemente sobre un papel que estaba sobre la mesa de la cocina. No había postres ni nada por el estilo ni en la encimera ni en el frigorífico. Maree se había desentendido de él por la relación que tenía con Bella. Se imaginaba lo que diría de él. Edward es un chico muy malo. Sin embargo, su padre no lo había sido por cometer adulterio con la madre de Bella. Maree no se había sentido obligada a dejar su trabajo por eso.

Diferentes reacciones para personas diferentes. Tal vez Maree ya había tenido más que suficiente de las intrigas y los escándalos de los Masen. Fuera cual fuera la razón, el resultado era el mismo. No tenía ama de llaves. Ni Bella. Edward estaba desconcertado.

A lo largo de una jornada de trabajo de diez horas, había encontrado un buen número de objeciones para no seguir con su relación con Bella y luego había conseguido deshacerse de todas ellas.

La desaprobación de su familia. Evidentemente, se parecía a su padre en lo que se refería al egoísmo emocional. En aquellos momentos, le importaba un comino que su madre y su hermana aprobaran su relación con Bella o no.

El buen funcionamiento de la empresa demandaba toda su atención. Eso era ciertamente lo que parecía en aquellos momentos, pero Edward tenía planes a largo plazo, lo que le permitiría tener mucho tiempo en su vida para una mujer. Simplemente, ella tendría que ser la adecuada.

Y no estaba totalmente seguro de que Bella fuera esa mujer. Sabía que, por muy generosa que ella hubiera sido la noche anterior cuando había compartido su cuerpo con él, su mente y su corazón permanecían fuera del trato. No se fiaba fácilmente. No se fiaba de él y, al dejarla sola en la cama aquella mañana sin ni siquiera despedirse de ella para, además, dejarla que se enfrentara a un ama de llaves completamente hostil, le había demostrado que era digno de aquella desconfianza.

Bien hecho, Edward. Parecía que él mismo tenía una serie de asuntos propios sin resolver en lo que se refería a invitar a una mujer a compartir su vida, aunque fuera sobre una base semi permanente.

Además, Bella ni siquiera le devolvía los mensajes.

Tomó una cerveza, encendió la televisión para acallar el silencio y se dirigió a su cuarto. Se quitó la ropa, se bebió la mitad de la cerveza y se dirigió al cuarto de baño. Abrió la puerta de la ducha abierta y parpadeó. Los azulejos eran blancos y alguien había dibujado un gran cuaderno en una de las paredes de la ducha utilizando un marcador de color negro. El cuaderno tenía algo escrito. Edward sonrió mucho antes de terminar la misiva que había impresa sobre el mismo.



Tareas pendientes de Edward.

Comprar bolígrafos y cuadernos (según tu ama de llaves no tienes).

Esconder los bolígrafos y el cuaderno (del ama de llaves, pero donde puedan encontrarlos las invitadas que pasan la noche en la casa)

Definir la palabra «purgar». No parece tener el significado que yo le había atribuido.

A continuación, había anotados dos números de teléfono. Uno del trabajo y el otro el móvil al que había estado llamando todo el día.

Edward regresó al dormitorio, tomó el teléfono y volvió a marcar el número del móvil. En aquella ocasión, Bella no tardó en contestar.

—He visto tu nota. ¿Dónde estás?

—En Christchurch. En mi apartamento. Acabo de entrar por la puerta. A siete horas de distancia por carretera. Eso no le gustaba a Edward.

—Siento haberme marchado así, pero es que tengo que trabajar mañana. —Sé cómo te sientes.

—A tu ama de llaves no le caigo bien.

—Mi ama de llaves se ha despedido. Creo que el graffiti ha sido demasiado para ella.

Bella guardó silencio. Instantes más tarde volvió a hablar.

—Lo siento —murmuró, avergonzada—. No debería haber hecho eso. Estoy segura de que el aceite del árbol del té quitará el rotulador de los azulejos. Me temo que no puedo hacer nada sobre mi apellido o el horror que tu ama de llaves sintió al verme. Te lo advertí.

—Te oí la primera vez. Y la segunda. Déjate de advertencias, pelirroja. No las necesito. La próxima vez que vengas aquí tendré un ama de llaves que sepa bien cuál es su puesto.

Más silencio. Edward deseó poder ver su rostro y ser capaz de saber así lo que estaba pensando.

—La sobrina de Ophelia- Anne está buscando trabajo a tiempo parcial —dijo Bella por fin—. Nos ayuda en el bar cuando tenemos mucho trabajo. Trabaja bien.

—¿Cuántos años tiene?

—No sé... unos veinte más o menos...

—Todo el mundo dirá que me estoy acostando con ella. 

—¿Acaso te importa?

—¿Le importará a ella?

—Bueno, podrías entrevistarla a ver qué le parece.

Edward dio un trago a su cerveza y regresó, desnudo, al cuarto de baño para mirar la lista que le había escrito Bella.

—¿Para qué querías el bolígrafo y el papel?

—Estaba tratando de ser educada. Quería decirte que regresaba a Christchurch.

—Estás huyendo de esto, ¿verdad, Bella?

—Tú también lo hiciste. No sé lo que quieres de mí, Edward. ¿Algo casual? ¿O íntimo? ¿Aún estás intentando purgarme de tu cuerpo?

—No lo sé —respondió él. Trató de leer su rostro en el espejo—. Por lo que yo sé, tú podrías estar tratando de vengarte conmigo por los pecados de mi padre. Creo que ése es el nivel de confianza que hay entre nosotros. Exactamente inexistente. Si podemos obviar eso y superarlo, no lo sé. Lo único que sí sé es que quiero volver a verte. Es lo único que sé con certeza.

—¿Te gustaría venir a Christchurch a visitarme alguna vez? 

—¿Cuándo?

—¿Es eso un sí?

—Sí. ¿Cuándo?

—¿Este fin de semana?

—Sí. ¿Te parezco un desesperado?

—Sólo un poco —murmuró ella con una sonrisa—, pero me gusta que parezcas desesperado, deseoso de mí. Alguno tiene que equilibrar esa falta de confianza que hay entre nosotros.
—Me alegra que lo apruebes —dijo Edward. Por primera vez aquel día, pareció relajarse—. Te necesito aquí, pelirroja. ¿Por qué no estás aquí?

—Sigue hablando —murmuró ella—. Te lo digo en serio. Siéntete libre para hablar de todo lo que podrías desear de mí si yo estuviera a tu lado...

—La próxima vez —respondió él mirando inmediatamente la parte de su anatomía que se había hinchado al escuchar aquellas palabras—. ¿Conseguiste dormir un poco esta mañana?

—Sí. Gracias. Tu cama no se caerá.

—Tampoco se caerá la tuya, aunque puedes llamarme si empieza a hacerlo.

—¿Dónde vives? Puedo estar allí a última hora del viernes. 

—¿Tienes bolígrafo y papel a mano?

—No. Tengo azulejos y un rotulador. 

Bella le dio la dirección.

—¿Vas a venir en avión o en coche?

 —En avión.

—Yo no tengo coche. Si lo tuviera, me ofrecería a irte a buscar al aeropuerto —dijo ella con una cierta nota de preocupación en la voz—. M vida es muy sencilla, Edward. No esperes nada grandioso.

—Estaré allí sobre las nueve —afirmó él—. Y, para que conste, no voy a ver el paisaje, Bella. Voy a verte a ti.

—Trataré de no desilusionarte.

Con eso, Bella dio por terminada la llamada.

—Ése es el problema, pelirroja —murmuró él mientras colgaba el teléfono—.Que no me desilusionarás.

Con un suspiro, Edward se metió en la ducha, echó un vistazo a las palabras que había escritas sobre la pared y abrió al máximo el grifo del agua fría.

Bella

El viernes por la noche, Edward llegó sobre las nueve. Llevaba una ligera bolsa de viaje en una mano y un maletín para el ordenador portátil en la otra. Como siempre, llevaba puesto un traje. Le sentaban bien. Bella no podía quejarse, pero esa prenda de vestir hablaba de una vida empresarial de la que ella sabía muy poco y de responsabilidades que iban más allá de las de cualquier otro hombre.

Edward parecía llevar bien la presión de dirigir Masen Holdings. Lo habían educado para eso y, por lo que Bella había podido ver, lo hacía de un modo responsable y exitoso. Si se paraba alguna vez para fijarse en las cosas pequeñas que ocurrían a lo largo del día, ella no lo sabía.

Bella, por otro lado, se pasaba mucho tiempo disfrutando de las cosas pequeñas de la vida. La soledad y los silencios. Los deseos y las respiraciones profundas. En el mundo de Bella había mucha contemplación del alma y del espíritu. Mucha atención a la creatividad. Seguramente a Edward esa clase de cosas no le parecerían trabajo. A Edward, que en la montaña el día de la avalancha había dicho de Bella Swan: «Aparentemente, se considera una artista».

—Entra —dijo ella con nerviosismo. Abrió la puerta a un gran dolor en potencia. «Entra y examina mi vida y el modo en el que yo he elegido vivirla». Ésa no era una invitación que hiciera a menudo.

El apartamento era de alquiler, pero todo lo que había en su interior le pertenecía.
Tenía una botella de vino abierta sobre la mesa. Una cena ligera en el fogón. Paella de marisco, una de las recetas de Ophelia-Anne. Esperaba que Edward tuviera hambre.

Se había puesto tres atuendos antes de decantarse por el que llevaba en aquel momento, unos vaqueros y un jersey de manga larga. Se había recogido el cabello en una coleta atada con un pañuelo de seda con los colores del arcoíris. No se trataba de alta costura, pero tampoco era ropa de mercadillo.

¿Qué vería él?

—Entra —dijo de nuevo al ver que Edward no se movía del umbral. La estaba mirando fijamente, sin decir una sola palabra. Tenía sus bolsas en el suelo.

—No sé qué es lo que se hace cuando se viene a pasar el fin de semana con una mujer. Yo jamás lo había hecho antes. Espero que me digas si estoy haciendo algo mal.


Antes de que Bella se diera cuenta, se encontró entre sus brazos, disfrutando con sus besos. Él se estaba dando un festín con ella, saboreándola, haciéndola sentirse como si fuera la persona más importante del mundo.
Y ella que tenía miedo de que no pudieran retomar la relación donde la habían dejado.

—Tengo vino —dijo ella cuando por fin él dejó de besarla—. Lo ha escogido mi madre y ella sabe mucho de vino. Es bueno, aunque no sea demasiado caro.

—Estás tú —murmuró él—. No puede haber nada mejor.

Se sentó a la mesa mientras ella preparaba la paella y le servía un poco de vino. El cuerpo se le relajó un poco, aunque no podía dejar de mirarla.

—¿Lo has hecho tú? —preguntó al ver que había un dibujo sobre la puerta del frigorífico.

—Sí —respondió ella. Era uno de sus primeros personajes y seguía siendo uno de los mejores.

—Es bueno.

—Tiene un lugar muy especial en mi corazón. Me ayudó a conseguir mi trabajo. Tu padre no me lo consiguió, por cierto. Lo he preguntado.

—Bella, ¿no podemos...?


—¿Dejar el tema? Sí. Siento mucho haberlo mencionado. No sé por qué lo he hecho cuando deseaba tanto que estuvieras aquí y vieras lo que ves —afirmó ella. Respiró profundamente—. Volvamos a intentarlo. Sí. Se llama Ángel de Basurero y es una de mis favoritas. ¿Te gusta?

—Sí —respondió él mientras estudiaba el dibujo con gran consideración—. Tienes un aspecto de fragilidad, pero de conocer el mundo. De cautela y de fuerza. Me recuerda a ti.

—Creo que hay algo de mí en ella. Desde el corazón directamente al papel. Ésos son siempre los mejores —dijo Bella. Tomó un sorbo de vino y se relajó—. Ahora, mi jefe me ha pedido que dibuje dioses nórdicos dispuestos para la batalla. No son mi fuerte. Estoy tratando de arreglarlo.

—¿Cómo?

—Me paso mucho tiempo jugando en Internet a juegos de guerra —dijo.

Esperó que él se echara reír o que dijera que eso no era un trabajo. Como no lo hizo, Bella continuó—. La mayoría de las criaturas míticas existen en un contexto cultural que llevamos décadas, siglos e incluso milenios, construyendo para ellos. El truco es rendir homenaje a las características históricas y culturales de un personaje mientras que lo adaptamos y lo hacemos relevante para la historia que tenemos entre manos. Además, el verdadero truco consiste en reflejar algo de uno mismo en la página para que el diseño cobre vida.

—¿Qué características tienen que tener los dioses nórdicos?


—Cuernos, pelo, torsos poderosos, armas... La mitología dice que son de hielo y de fuego. La avalancha me ha dado un nuevo respeto por el hielo. Se me dan bien los terrores del hielo. Es el fuego que hay en ellos lo que aún no he logrado encontrar. Y un rostro. Me está costando encontrar el rostro adecuado — añadió. Entonces, lo miró a él. Inclinó la cabeza hacia un lado y sonrió—. Tal vez utilice el tuyo.


8 comentarios:

  1. Edward esta algo confundido pero decidido seria un buen dibujo

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  2. Me gusta su relación, no saben lo que existe entre ellos ni hacia donde van pero se dejan llevar ppr eñ momento
    Saludos y besos

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  3. Me gusta como Edward manejó la situación, y se nota que aunque no lo quiera admitir ya siente algo por Bella

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  4. Hola me a encantado la historia y me gusta que edward vaya a buscarla a donde ella vive y así su relación pueda ser un poco más fuerte para el día se decida decirle a la fam más por q no la soportan aunque el es ya mayor ... espero que puedas subir pronto besos 💋❤️❤️

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  5. tan lindo no sabe como catuar en un fin d semana con ella gran paso niño su relacion d amistad o lo q sea ;) va muy bien gracias nos leemos

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  6. Hola me gusta la historia. En la vida hay solo 3 cosas k no se pueden ocultar el dinero el odio y el amor. Por desgracia los errores de los padres los pagan los hijos.
    Pero tanto James como la esposa tubieron algo de culpa por k el matrimonio es de dos si no no existieran terceros en discordia.
    Nos seguimos leyendo

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